THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ETXEBARRIA

El príncipe azul, el aliado feminista y las relaciones de maltrato

«No importa que se disfrace de aliado feminista de izquierdas o de cantante conservador y de derechas. Un maltratador es un maltratador y puede venir en todo tipo de formas y colores»

El príncipe azul, el aliado feminista y las relaciones de maltrato

Fotograma de la película Priscilla. | RRSS

No es oro todo lo que reluce

No es oro todo lo que reluce. este refrán español se puede aplicar a las relaciones mediáticas, ésas que se promocionan abundantemente mediante los medios de comunicación y el papel couché. En las fotos o en los vídeos vemos a parejas que parecen maravillosas. Los dos son guapos y exitosos, como un magnífico animal bicéfalo. En muchos casos esta fachada esconde una relación asimétrica y de maltrato. Pero quien contempla el edificio desde fuera no lo sabe. Ni siquiera lo imagina.

La película » Priscilla» de Sofía Coppola ha sacado a la luz los trapos sucios de una relación aparentemente idílica. Aunque en realidad esos trapos sucios ya habían aparecido en las memorias de Priscila Presley. He querido comparar esta historia con la de Jane Fonda y Roger Vadim porque se trata de dos hombres aparentemente contrarios en sus ideas… y que sin embargo se comportan prácticamente igual. 

¿Y cuál es la moraleja de la historia?

 Que no importa que se disfrace de aliado feminista de izquierdas o de cantante conservador y de derechas. Un maltratador es un maltratador y puede venir en todo tipo de formas y colores.

 Que esas ideas que tenemos de «todos los de izquierdas son unos santos y todos los de derechas son lo peor» o viceversa, son una auténtica estupidez. Que se trata de un sesgo cognitivo. El sesgo del pensamiento polarizado o pensamiento en blanco y negro. Aquel que entiende que una situación es buena per se, y la contraria es mala también per se. Aquel en el que no hay categorías, simplemente una polarización. Aquel que deriva para tantas personas en una idea limitante: Los de mi cuerda son buenos y los de la cuerda contraria son malos. 

Jane Fonda y Roger Vadim

«Podría escribir una versión de mi matrimonio con Vadim en la que él fuera un hombre indolente, cruel, misógino e irresponsable. También podría describirlo como el hombre más encantador, bucólico, poético y tierno del mundo. Las dos versiones serían ciertas».

Cuando Jane Fonda conoce a Roger Vadim ella tiene veinticinco años, pero está profundamente dañada. Su madre se suicidó cuando ella tenía doce, su padre la envió a un internado para señoritas, al salir de allí se fue a vivir con su padre y su madrastra, pero su madrastra la echó de casa. Jane estaba perdida y era enormemente vulnerable. Vadim, que era entonces tremendamente famoso sexy, alto y delgado, y que se situaban en una posición de poder con respecto a ella (él era director de cine, ella era actriz) se convertiría para Fonda en una figura paternal sustitutiva. Jane Fonda se enamoró tan locamente de él como para dejarlo todo en Estados Unidos e irse a vivir a Francia.

Vadim era un ardiente izquierdista y le convenció de que debían rechazar todo aquello que fuera burgués. El dinero era burgués, de forma que él entendía que Jane debía dejarle a él su dinero. Jane había heredado 150.000 dólares de su madre (una fortuna en la época), que su marido despilfarró en juergas y en mujeres. Pero los celos también eran burgueses, así que ella debía aceptar que él estuviera con otras.

 «Vadim había creado una filosofía de la vida, que compartían todos sus amigos, que consideraba la tacañería, los celos, el orden y la estructura como tras burguesas. ¡Qué Dios nos coja confesados! «Burgués» era lo peor que se podía ser, tan horrible como ser un traidor o un mentiroso. Incluso había ocasiones en que se llegaba a sugerir que el Partido Comunista Francés se estaba aburguesando».

«Al ir pasando el tiempo, Vadim dejó de volver a casa por la tarde. Yo le esperaba con la cena preparada y él no aparecía. Muchas veces ni siquiera llamaba. Entonces yo me comía toda la comida que había cocinado para los dos, salía a comprar pasteles y helado francés, me daba un buen atracón, lo vomitaba y me metía en la cama agotada y furiosa. A veces llegaba a media noche y se desplomaba en la cama borracho. Otras veces volvía de madrugada. Yo me tragaba la indignación (igual que me tragaba el helado), sin atreverme a plantarle la cara por su comportamiento. No quería parecer burguesa. No creía merecerme nada mejor».

«Una amiga me dijo hace poco que Vadim estaba celoso de nuestra buena relación y que una vez le dijo: «Aunque pueda parecerlo, Jane no es lista. Es tonta». A veces, Vadim parecía tener una necesidad de menospreciarme, como si me comiera una parte de su espacio vital».

Vadim era alcohólico y ludópata y básicamente, se pulió toda la herencia de Jane. Jane aceptó hacer la película «Barbarella» aunque el papel en realidad no le gustaba porque él se lo pidió. Aunque ahora la película pueda parecer, a ojos modernos, una tontuna, en aquel momento el hecho de que la protagonista mostrara el pecho colocaba a la película en una clasificación prácticamente pornográfica. Brigitte Bardot y Sofía Loren habían rechazado el papel. Y si Jane Fonda salió indemne de aquel reto fue porque es una excelente actriz que consiguió darle una vis cómica a la heroína interespacial. (Por cierto, yo adoro esa película).

Vadim nunca le consultaba a ella sobre lo que se debía hacer en el rodaje: se lo imponía y punto. Vadim era compulsivamente infiel pero ella lo aceptaba porque no quería que la tomaran por burguesa. «La expresión «Me enamoré» (I fell in love) ¿qué hay de malo en esa frase? Fall ¡Caer! No quieres caer. Quieres caminar hacia él o ella sobre dos pies como un ser humano completo y ser muy consciente de en qué te estás metiendo», dice Fonda. 

En español decimos «enamorarse». Es decir: entrar en el amor como algo de lo que se puede salir. Y efectivamente después de ocho años de relación fue Jane la que salió. Después de rodar «Danzad, danzad, malditos» con Sydney Pollack, se sintió respetada por el director y entendió que ella podía ser una actriz y no un mero cuerpo bonito. 

Paradójicamente, fueron las propias ideas de Vadim las que le ayudaron a salir de aquella relación. Vadim era fervientemente antiimperialista y estaba en contra de la guerra de Vietnam. Pero aparte de quejarse y farfollar, no hacía nada más. Jane empezó a implicarse en el activismo contra la guerra de Vietnam y en aquel momento decidió dejar a su marido. Su marido no veía bien que ella desatendiera la familia para ir a dar mitines a lo largo de la geografía de todos los Estados Unidos. Según la propia Fonda, él nunca entendió que le dejara por una idea y no por otro hombre. 

Elvis Presley y Priscilla 

Si bien Jane Fonda mantuvo su apellido, la pobre Priscilla fue desde los catorce años Priscila Presley. Casi nadie sabe que en realidad se apellidaba Beaulieu. Elvis Presley representaba todo lo que Vadim detestaba. Al principio de su carrera Elvis se habría podido posicionar como un rebelde, pero lo cierto es que al cabo de unos años representaba el epítome del imperialismo americano. 

Elvis era un estadounidense vehementemente apasionado. No sólo amaba las piedras angulares culturales del país (fútbol, ​​hamburguesas, armas, etc.) sino que también las defendía. Se describía a sí mismo como «un patriota de Estados Unidos» y estaba dispuesto a defender sus valores hasta el final. Por eso ingresó en el ejército en pleno auge de su carrera y por eso estaba tan interesadísimo en hacer propaganda de que había ido al servicio militar.

 Su hermanastro, Billy Stanley, ha explicado en muchas ocasiones que Elvis se creía, sobre todo, americano, ferviente y patrióticamente norteamericano, y que por eso no creía que otros cantantes de la industria musical estuvieran siendo lo suficientemente respetuosos con el país que tanto amaba. Elvis siempre se declaró devotamente anticomunista.

En los años 60 y principios de los 70, Elvis era un gran partidario del presidente Richard Nixon. La reunión de Elvis con Nixon en la Casa Blanca el 21 de diciembre de 1970 fue su encuentro presidencial más famoso. Después de escribirle a Nixon una carta personal de seis páginas (esto era raro en sí mismo, ya que Elvis no escribía cartas), Elvis y algunos miembros de su séquito de la «Mafia de Memphis» se reunieron con Nixon en el Despacho Oval. 

En la reunión, Elvis habló de los Beatles como «antiamericanos» y «sucios y descuidados». Dijo que estaban promoviendo ideas «antiamericanas» y que desaprobaba su postura pacifista. Elvis le pidió a Nixon que prohibiera a los cuatro entrar a los Estados Unidos. Tras la reunión, el cantante le entregó a Nixon una pistola Colt 45. El presidente le dio a Elvis lo que más deseaba: una insignia «oficial» de la Oficina de Armas de Fuego y Drogas Peligrosas». Nos hacemos una idea de la posición política de Elvis, ¿No? 

El 13 de septiembre de 1959, Priscilla Beaulieu, de 14 años, conoció a Elvis Presley, de 24, en una fiesta en su casa de Bad Nauheim, Alemania, que había alquilado durante su servicio militar.

Priscilla Ann Beaulieu Wagner nació el 24 de mayo de 1945 en Brooklyn, Nueva York. A temprana edad perdió a su padre, quien falleció en un accidente aéreo, y luego de que su madre se casara con Paul Beaulieu, oficial de la Fuerza Aérea, la familia se había trasladado a Alemania.

Inicialmente, los padres de Priscilla le prohibieron volver a ver a Elvis, molestos porque había llegado tarde a casa la noche de una fiesta. Pero el cantante pronto los convenció para que le permitieran «cortejarla». Elvis y Priscila pasaron mucho tiempo juntos durante los siguientes meses hasta que él abandonó Alemania en marzo de 1960. Se mantuvieron en contacto a larga distancia durante los dos años siguientes. Priscilla estaba locamente enamorada de él, pero él seguía teniendo relaciones con otras mujeres.

Tras insistir e insistir a sus padres para que le dejaran visitar al cantante, finalmente, en1962, Priscilla consiguió que los Beaulieu le permitieran visitar a Elvis en Los Ángeles durante una semana, con la condición de que ella tuviera una acompañante en todo momento y les escribiera a diario. Elvis evadió una de estas condiciones una vez que Priscilla estuvo en la ciudad. Priscilla escribía a sus padres, sí, pero no llevaba acompañante nunca. Elvis la llevó a Las Vegas, donde la introdujo a las drogas para que pudiera «seguir el ritmo»de las juergas de él.

En 1963, los Beaulieu le permitieron a Priscilla mudarse a Memphis para estar con Elvis a tiempo completo. Nuevamente pusieron condiciones al traslado: ella tenía que vivir con los padres de Elvis en una casa separada y asistir a la escuela secundaria católica para chicas. Y se entendía que estaban prometidos y se casarían.

Y, una vez más, o los Beaulieu no tenían forma de hacer cumplir esas condiciones o hicieron la vista gorda, porque su hija adolescente esencialmente se mudó a vivir con una estrella de rock diez años mayor que ella. A su casa, claro, a la de él, y no a la de sus padres. 

Y, sí, ella iba al colegio, en teoría, pero faltaba a clase la mitad del tiempo. Y sí, también acabó los estudios. Pero fue porque Elvis era millonario y pagó por el diploma. 

En las memorias de Priscilla, «Elvis and Me», ella afirma que su relación no fue sexual hasta después de casarse, pero esas declaraciones han sido cuestionadas por otros biógrafos. Parece más bien una estrategia de relaciones públicas para legitimar su relación ante el público. ¿Qué sentido tiene que ella viviera cuatro años en la misma casa con un hombre diez años mayor y que no tuvieran sexo?

Aunque lo cierto es que mientras vivían bajo el mismo techo en realidad no pasaron tanto tiempo juntos. Elvis estaba gran parte del año en Hollywood rodando películas, Priscilla se quedaba en Memphis. Aunque ahora todos conocemos la relación, entonces se trataba de una historia mas bien clandestina. Los fans de Elvis no sabían que él tenía a la novia metida en casa. 

Así que mientras ella le esperaba en la mansión de Memphis, él mantuvo numerosas aventuras paralelas, tanto con sus coprotagonistas femeninas como con otras chicas. Nunca le fue fiel a Priscilla. Sus aventuras con otras mujeres eran notorias, pero, cuando ella le preguntaba, él le decía que eran inventos de los publicistas para vender películas. Ella era una niña y se lo creía.

Ella escribe en sus memorias: «En realidad, yo vivía su vida. Veía las películas que él quería ver, escuchaba la música que él quería escuchar, iba a los lugares que él quería frecuentar… Honestamente, no tenía mi propia vida… así que realmente me perdí». 

Priscilla no sólo perdió su identidad sino también su sentido de individualidad. Habla de sí misma como «la muñeca de Elvis, su propia muñeca viviente, a la que él podía modelar como quisiera». Elvis «no veía con buenos ojos» que llevara las uñas sin pintar o que usara vestidos estampados, e insistía en que ella llevara la misma ropa que él adaptada a su cuerpo femenino. Le rogaba que fuera maquillada siempre, porque decía que los ojos de ella no eran lo suficientemente bonitos al natural. También exigió que Priscilla, que originalmente era castaña clara, se tiñera el pelo de negro para parecerse más a él. Y ella no podía acudir a la peluquería sin su supervisión, no fuera que se lo cortaran demasiado corto.

«Él me enseñó todo. Cómo vestirme, cómo caminar, cómo maquillarme y peinarme, cómo comportarme, cómo devolver el amor, a su manera. Con el paso de los años, se convirtió en mi padre, mi marido y mi casi Dios.»

Priscila era una chica muy inteligente, como se demostraría más tarde, y con ambiciones, pero él le impidió seguir estudiando una vez finalizó la escuela secundaria. «Quería que yo fuera totalmente suya, libre para acudir a él un instante si me necesitaba. Eso me pareció genial. Nunca había planeado un futuro sin Elvis». Según sus memorias, el deseo de Elvis de «controlar» a Priscilla era tan grande que una vez le dijo a su amigo Rex Mansfield que la eligió porque podía «entrenarla como quisiera» debido a su tierna edad. 

En 1964, Priscila descubrió que Elvis había mantenido una relación con su coprotagonista de «Viva Las Vegas», Ann-Margaret. Él lo negó por activa y por pasiva y ella decidió fingir que se lo creía. Pero poco más tarde descubrió notas y tarjetas de otra mujer que sugerían que Elvis la estaba engañando nuevamente. Cuando le enseñó a Elvis lo que había descubierto, él se puso hecho una furia, abrió el armario, sacó toda la ropa de Priscila, y le exigió que empacara sus cosas y regresara con sus padres en Alemania. Priscilla afirma en sus memorias que quedó «humillada» por la respuesta de Elvis y que estaba «sollozando incontrolablemente». Elvis la observó mientras hacía las maletas. Y cuando Priscila ya estaba en la puerta con las maletas en mano esperando un taxi, la llamó y le dijo que todavía ha sido una broma.

La respuesta de Priscila es paradigmática de las mujeres que han sido sometidas a abusos psicológico. El lugar de, efectivamente, coger el taxi y dejarle para no volver a verle nunca más, volvió a entrar en la casa. «Me sentí aliviada y feliz de estar de nuevo en sus brazos. Cualquier cosa que hubiera dicho habría tenido sentido para mí en ese momento. Lo que no me di cuenta hasta más tarde fue que ésta era la técnica de Elvis para mantenerme bajo control».

En un momento, Priscilla sintió que la única forma de llamar la atención de Elvis era mediante una sobredosis de pastillas. Después de ver una vez más a Elvis coquetear descaradamente con otras mujeres frente a ella, Priscilla ideó un plan «para crear un efecto dramático que, en mi opinión, captaría su atención». Ese plan era tomar intencionalmente una sobredosis de Placidyls, un sedante que ella y Elvis tomaban regularmente para ayudarlos a dormir. (Básicamente ellos tomaban anfetaminas para mantenerse despiertos y sedantes para dormir). «Me tragué las pastillas y comencé a prepararme para el final. Entre lágrimas, pensé en dejarle una nota, escribiendo todo lo que nunca había podido decir», cuenta Priscilla. Pero calculó mal el efecto de las pastillas y no tragó la suficientes. El caso es que cuando despertó, Elvis seguía estando allí. Elvis no se había enterado de nada. 

Finalmente, Elvis le propuso matrimonio a Priscilla. Algunos relatos sugieren que lo hizo después de que ella amenazara con hablar con la prensa y su padrastro amenazara también con acusar a Elvis de abuso de menores. Otros dicen que Priscilla se casó embarazada. El caso es que Elvis y Priscilla se casaron en mayo de 1967, cuando él tenía 32 años y ella 21. Su hija, Lisa Marie Presley, nació nueve meses después de la boda de Elvis y Priscilla. 

La cuestión es que después de que nació la niña, Elvis prácticamente no volvió a tener relaciones sexuales con ella. Probablemente porque ella ya no era una muñequita y se había convertido en una madre. Y siguió tranquilamente con sus aventuras con otras mujeres. Priscilla reveló en su libro varios casos en los que Elvis la maltrató físicamente.

Estando ambos drogados, habían comenzado una juguetona pelea de almohadas que terminó abruptamente después de que el cantante se enfadara por lo fuerte que Priscilla las lanzaba contra él. «Me agarró del brazo, me arrojó sobre la cama y, mientras me demostraba con qué fuerza había arrojado las almohadas, me golpeó en el ojo. Eché la cabeza hacia un lado y salté, acusándolo de golpearme a propósito». Priscilla escribe que, después, tenía un hematoma en el brazo donde Elvis la había agarrado y su ojo estaba hinchado de color negro y azul. «Para empeorar las cosas, y para asegurarme de que se sintiera mal, yo llevaba un parche sobre el ojo morado. Todo el mundo se burlaba de mí y Elvis bromeaba: «No pude evitarlo. Trató de hacerse la dura y tuve que demostrarle quién manda aquí»

En sus memorias, Priscilla cuenta que en otra ocasión ella se había reunido con Elvis y algunos de sus asociados en su oficina para escuchar grabaciones de demostración de un nuevo álbum. Cuando Elvis le pidió su opinión sobre una de las canciones, ella decidió por una vez atreverse a decir lo que pensaba y le dijo a Elvis que no le gustaba mucho. «Para mi horror, una silla salió disparada hacia mí. Me aparté justo a tiempo, pero había montones de discos apilados encima y uno salió volando y me golpeó en la cara. En cuestión de segundos me tenía en sus brazos, disculpándose frenéticamente». 

 Su matrimonio estaba en los peores momentos cuando Elvis le pidió por favor que fuera a verla a las Vegas. Para su sorpresa, cuando Priscila llegó a la suite, se lo encontró acostado en la cama, esperándola. Una novedad puesto que, como he dicho, prácticamente no tuvieron sexo después de él nacimiento de su hija. «Me agarró y me hizo el amor con fuerza. Pero aquel no era el hombre amable y comprensivo que llegué a amar. Se había convertido en un extraño para mí. Fue muy desagradable y diferente a cualquier otra ocasión en la que me había hecho el amor antes. Al terminar, me explicó: ‘Así es como un hombre de verdad le hace el amor a su mujer'». Priscila es bastante ambigua en lo que cuenta, pero una puede suponer que en realidad su marido la violó. 

Al día siguiente, Priscilla le dijo a Elvis algo inconcebible para ella apenas unos años antes: lo iba a dejar. El matrimonio había durado oficialmente seis años. Según ella, ya a los dos años apenas se veían debido a la agitada agenda de giras de Elvis.

La moraleja 

Y ¿ por qué, querido lector querida lectora, pero especialmente a ti, querida lectora, te estoy contando estas dos historias.? Pues tendrás que esperar al próximo artículo donde te explicaré por qué Priscila y Jane cayeron en las trampas de los sesgos cognitivos: el sesgo «debería» y el sesgo de visión en blanco y negro.

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