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La espléndida madurez amorosa de Daniel Gascón 

Tras el éxito de sus parodias del fenómeno ‘hipster’, el escritor repasa las edades del amor en su nuevo libro de relatos ‘El padre de tus hijos’

La espléndida madurez amorosa de Daniel Gascón 

Daniel Gascón. | Cedida

Tiene cierto aire a Woody Allen. Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) asoma tímido, frágil incluso. A medida que la conversación se va desovillando, sin embargo, aflora un músculo comunicativo importante: este tipo se fija en todo, afila el detalle, paladea la anécdota… Y, sobre todo, lo cuenta con un estilo propio, preciso y, a la vez, muy cercano.   

Este tipo se parece mucho al libro de relatos que acaba de publicar, El padre de tus hijos (Random House). Más que a Woody Allen. Porque (alerta de spoiler), desde su talento para el humor más o menos irónico, Gascón y su libro creen en el amor, «el gran escándalo». Pese a todo. Definitivamente. Para él, se nota, es algo más que un artefacto cultural. Algo esencial, hasta definir a quien lo experimenta. Material literario de primera.    

«Son 16 relatos en los que intento cosas muy diferentes, pero si hubiera un hilo, yo creo que sería la maduración. Crecer…» Con el amor como combustible. En tres tiempos: «Una parte trata la ilusión del primero; otra, la asunción de responsabilidades que implica, y, al final, el resquebrajamiento de la pareja, que rompe también la imagen que tienes de ti mismo». 

Portada del libro

Nada menos. Todo eso lo cuenta «jugando con formas muy distintas, con puntos de vista diferentes». El femenino también, aunque reconoce un mayor énfasis en esa «especie de crisis de la masculinidad» que conlleva el amor. 

No elude Gascón «el lado chungo» de las relaciones, pero tampoco renuncia al humor. Hay momentos de surrealismo inquietante, como el de aquella chica que, «posiblemente por pudor, imitaba a Chiquito de la Calzada en los momentos de intimidad». Pero, en este caso, aparece de forma puntual, nada que ver con el descacharre de las novelas satíricas que tanto éxito le han traído: Un hipster en la España vacía y La muerte del hipster.

«Este libro tiene más que ver con libros que había escrito antes del hipster, el tipo de literatura con la que empecé a escribir». Pero con un punto de madurez diferente. «Me gustaba mucho Tobias Wolf, Martínez de Pisón, Ismael Grasa… Cuentos que no son exactamente realistas, porque juegan con la forma, pero tienen una descripción de lo cotidiano y un componente de ironía. Aunque a veces incluyen un componente más angustioso, como un espíritu de semi-thriller psicológico». Buena dosis de variedad. «Un amigo me decía hace unos días que parecía que había escrito como si quisieras despistar a los críticos». 

¿Planeaba quizá la sombra de una etiqueta tras el éxito del hipster? «No miedo a una etiqueta, pero sí a repetir la fórmula. Quiero seguir haciendo libros de humor porque me lo he pasado muy bien y he disfrutado mucho, me gusta el ejercicio. Creo que es bueno que haya libros que hagan reír a la gente, pero no quiero hacer solo eso». 

Gascón hace muchas más cosas. Doble licenciado en Filología Inglesa e Hispánica, escribe habitualmente en prensa y es responsable de la edición española de Letras Libres. Ha publicado ensayos como Parábolas y monstruos de Javier Tomeo, Zaragoza de la Z a la A o Fake news. Cómo acabar con la política española; libros de relatos como La edad del pavo, El fumador pasivo o La vida cotidiana, y hasta le ha metido mano al cine, como coguionista de la película de Jonás Trueba Todas las canciones hablan de mí

Ese último título suena a complicidad con la ola de autoficción que nos inunda las librerías. En realidad, Gascón está en todos y en ninguno de sus relatos. Solo dos de ellos beben directamente de su realidad biográfica, La expedición y el dedicado a Félix Romeo: una narración entrañable e intensa, un cuento magistral para su maestro, quizá el mejor del libro.

El resto toma de aquí y de allá y lo traspasa de literatura: un joven regresa al pueblo de su infancia y se reencuentra con su amor de los cuatro años; un hombre fantasea con ejercer de padre de la hija de una amiga; unos adolescentes caminan hasta el pueblo de al lado, donde las chicas de su curso han quedado con unos macarras; un vecino desquiciado llama al padre de familia en mitad de la noche para quejarse por los ladridos del perro; un futbolista oculta su profesión para ligar con una camarera; un marido feliz decide fingir un adulterio; una esposa a punto de separarse recibe la visita de su padre…

Daniel Gascón. | Cedida

Paradójicamente, la ficción propicia «un tono más emocional que cuando cuentas tu vida: cuentas tus problemas, tus fantasías, tus autosabotajes, pero no de una forma literal». Tampoco es que tenga nada Gascón contra lo autobiográfico en sí mismo: «Empecé escribiendo varios libros de ese tipo, y me gusta el género, pero me daba ya un poco de pereza la sobreabundancia de la autoficción». 

Pero, por encima de todo, como decíamos: el amor. En sus tres etapas fundamentales.

Edades del amor 1: Idealización. «Al pensar en esa época, me parece que me gustaba una chica con la intensidad con que mis hermanos jugaban a los Playmobil». Mirar el amor desde la distancia que da la edad: toda una experiencia. «Lo miras de una forma muy distinta, menos atormentada, sin las angustias de la adolescencia». Aunque la nostalgia… «Sí que me gusta ese entusiasmo por lo que estás haciendo, por lo que estás leyendo… o por una chica, esa energía ingenua del primer amor. Y también te forman mucho esas primeras relaciones, incluso te sorprende cuánto al pararte a pensar y escribirlo». 

A Gascón le resuena aquí bien fuerte la cultura pop: desde la película Licorice Pizza al «Bobby Jean» de Bruce Springsteen. «Esa especie de embriaguez, esa complicidad adolescente: llevábamos la misma ropa, nos gustaba la misma canción…»

Edades del amor 2: responsabilidad. «[…] las horas en las que iba al parque con Lucía. Le gustaba que tuviera una hija y al mismo tiempo la intimidaba, le daba un elemento de gravedad». Todo un género, el de la madurez empujada por las relaciones amorosas. ¿Beautiful Girls? «No era una inspiración consciente, pero la he visto varias veces. Es una película que ves en la edad de la educación sentimental». 

Aquí aparece el padre de sus hijos del título: «Padre imaginado, como ilusión, pero también como paso a la madurez. Alguien con hijos es un poco más adulto, no admite una relación tan frívola: sabes que está en cosas de la vida que son serias». Lo que no quita «la idealización, si quieres, puramente romántica de la pareja, que aquí es como una idealización de la continuidad, de la vida adulta». 

Edades del amor 3: la decadencia. «Devastación de nuestros matrimonios y la decrepitud de nuestros padres, eso es lo que nos espera, me había dicho Helen. Y eso si todo va bien, le había respondido yo». La primera frase es, en realidad, de la escritora Rachel Cusk. «La segunda sí puede que la añadiera yo», ríe Gascón, más Woody Allen que nunca. «Es uno de los escritores y cineastas que más admiro», admite. El humor como defensa. 

Edades del amor. Epílogo: la literatura. «Le contestó con un mensaje privado de cinco o seis líneas. A él le gustó cómo estaba escrito. Se fijó en su puntuación». No seríamos justos si no matizáramos que esta biografía del amor está muy condicionada por la muy específica naturaleza de su autor. Que no la disimula. La literatura, el uso intencionado y conscientemente afilado del lenguaje, es para él algo más que una profesión. 

¿Tan determinante es la ortografía en su visión del encanto femenino? «Depende… Siempre es un punto a favor. Tampoco es que sea determinante». Pero, hablando de puntuación: «Una coma asesinante entre sujeto y verbo…» dice mucho de una persona. «Sí, claro. Pero también usas el tipo de personajes que conoces mejor. Te sientes más seguro, le puedes dar mayor verosimilitud. Es verdad que en el libro hay muchos escritores, traductores, periodistas, gente que ha trabajado en la tele, oficios que he tenido. Y esa sensibilidad literaria, gente que lee. Es un mundo que me interesa». 

Daniel Gascón. | Cedida

Fascinante, incluso. Pero, como todo, con una contrapartida. «Por deformación profesional, prestaba una atención exagerada a lo que decía la gente, aunque casi nunca se comunicaba nada importante con palabras», dice uno de los personajes de El padre de tus hijos. ¿Pagan un peaje demasiado caro quienes trabajan con el lenguaje? «Muchas veces tu visión de las relaciones, de la pareja, del amor, está muy mediatizada por la literatura y la cultura», admite Gascón. «Por supuesto que la cultura te enriquece la experiencia, pero también te puede introducir un elemento de sospecha, una sobrerrepresentación, y estés más pendiente de darle vueltas a una cuestión verbal que a la chica en cuestión. Pero no estoy de acuerdo con que el amor romántico sea una construcción». 

En el último relato, un tipo pasa el verano del derrumbe de su matrimonio viendo comedias clásicas de Hollywood y leyendo filosofía… hasta que termina entendiéndolo todo gracias a un libro de su hija con una tierna (y muy intuitiva) asociación cromática de las emociones. «Llega a lo básico, a la esencia, para liberarse. Sin tanta literatura».

Edades del amor. El verdadero final. «Una amiga le había dicho que al tener hijos recuperabas una parte de la infancia, algo que creías desaparecido. Y eso quizá no fuera del todo cierto, o al menos él pocas veces había tenido esa sensación, pero le gustaba dormir a su hijo con canciones». Una esperanza casi quijotesca. «Esas canciones representan el último clavo al que uno se agarra. ¿Le estoy cantando al niño o a mí mismo?» Todo sea por creer hasta el mismísimo final y más allá. 

«Aunque algunos relatos son duros, no quería tener una visión ni cínica ni desencantada, porque yo creo…» Duda. Pudor. «Por supuesto que hay esperanza y que el amor nos rodea. Lo puedes ver». Y firmeza: «Creo en el amor. Creo en el amor, definitivamente. La gente cree en cosas de las que tenemos mucha menos experiencia, mucho más intangibles. Aunque todos podamos tener y tengamos disgustos sentimentales y sufrimos por gente a la que queremos, estamos todo el tiempo amando y siendo amados». 

En el centro de El padre de tus hijos late una frase. Da igual qué personaje lo dijera. Cualquiera. «El amor es el verdadero escándalo».

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