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Cultura

Ana Tijoux: la rabia como género musical

La chilena, considerada la mejor rapera del mundo hispanohablante, habla con THE OBJECTIVE de su nuevo disco

Ana Tijoux: la rabia como género musical

Ana Tijoux durante un concierto en Ciudad de México. | Europa Press

La revista Rolling Stone la tiene como la mejor rapera del mundo en español y Billboard la  acaba de colocar en tercera posición del ránking de raperos hispanohablantes. Ana Tijoux cuenta  en su estantería con un Grammy latino y ocho fantasmas de la estatuilla del gramófono en forma de nominación.

A la cantante le sobran los galardones y las alabanzas, compromiso social, talento para las letras y una voz aterciopelada pespunteada de cristales. Pero lo que no le sobraban son discos. Sobre todo, para sus fans, que llevaban casi una década esperando que la encarnación rapera del feminismo chileno volviera a la trinchera musical con barras guerrilleras y su catadura leonina. Y, por fin, ese día llegó el mes pasado. Vida (Victoria Producciones) es la nueva andanada de la rapera desde su anterior álbum, Vengo (Nacional Records), estrenado en 2014.

Aun fatigada  por el ajetreo de la gira en la que anda inmersa, Ana tiene a bien atender una llamada telefónica para ser entrevistada por THE OBJECTVE.

PREGUNTA.- Este parón, dices, ha tenido una relación muy directa con la crianza. ¿Es posible conjugar la familia con tu profesión?

RESPUESTA.- Es complejo, pero conjugable. Tengo amigas que trabajan en las urgencias de un hospital, que es un trabajo súper intenso, y no desatienden a sus familias. Esto es como cualquier profesión que requiere de tiempo. Quizás, al ser horarios no convencionales, siempre es como un tetris, un poco loco, ¿no? Pero salvable.

P.- Me refería también a la notoriedad.

R.- Se lo podrías estar preguntando a una política, también. Lo que es imprescindible es entender que tienes tu vida pública y tu vida privada, y recelar mucho de que se mezclen.

P.- Publicaste el año pasado Sacar la voz, una mezcla de ensayo y biografía. ¿Encuentras diferencias entre la creación musical, y la poética o narrativa?

R.- Fue un proceso mucho más íntimo. Mucho más en silencio. Suena raro, pero así es.

«Me atrae lo grotesco de ejercer la violencia sobre otro ser humano a través del poder»

P.- Ahondaste en  temas más profundos y concretos. No te limitaba el volumen del verso.  

R.- Sí, efectivamente. Llegué a puntos que no había llegado antes. Amplifiqué mis horizontes personales y pude poner en orden cosas que con la música no había podido organizar. Fue muy terapéutico. Recomiendo a todo el mundo que haga el esfuerzo de escribir.

P.- Tu carrera ha surfeado lo combativo y la denuncia política contra el poder y, sin embargo, creo que eres muy fan de Succession, la serie.

R.- Ay, me encantan todos los relatos sobre la podredumbre del poder. También fui muy fan de House of Cards cuando salió. Me atrae lo grotesco de ejercer la violencia sobre otro ser humano a través del poder. Es como Shakespeare. Tengo un amigo que dice que siempre se suele estudiar mucho más al pobre, que al rico. Imagino que, por eso, cuando se corre la cortinilla de esa élite, sus dinámicas desalmadas y su actitud vital, me da curiosidad. 

P.- ¿Han logrado los años rebajar el fondo iracundo que suele acompañar a la juventud musical?

R.- He podido cambiar las metáforas, la forma, pero el fondo sigue ahí. La rabia es parte de este género musical. No lo veo como algo malo, sino como una necesidad vital.

P.- Ha pasado casi una década desde tu anterior álbum. ¿Te ha costado menos desnudarte y enfrentar el miedo alcanzada la madurez?

R.- Es que sigo sin saber qué significa eso de «madurez».

P. Quizás sea aceptar mejor los cambios y con mayor entereza, ¿no?

R.- Sin duda. También dejarse llevar, imagino. En cuanto a eso, sí, me resbalan más las cosas. Voy a mi aire. Me desintereso del qué dirán. Estoy más serena. Al menos, en cuanto a mi música, claro.

P.- ¿Crees que el arte todavía puede ayudar a cambiar las cosas?

R.- Sí, pero no le daría esa responsabilidad sólo al arte. Médicos, periodistas, profesores, cualquier actor social puede cambiar las cosas.

P.- Pienso, respecto a ese cambio, en «El poder del arte», de Robe Iniesta. Una canción de su último disco en la que el título habla por sí sólo. Lo pongo en relación con tu canción «Tania», y la muerte que te ha rodeado los últimos años. ¿Te ha sanado de alguna forma plasmar, homenajear quizás una pérdida semejante? Al fin y al cabo, el álbum se llama Vida.

R.- Es una herramienta que se alinea muy bien con otras para sobrellevar procesos personales, o incluso transformaciones sociales. Ahora, no es la única. No es una varita mágica. Pero para homenajear lo vivido, y encontrar una forma de entender tu lugar en la situación, sí, es muy eficaz..

P.- Ha habido, sin duda, una mejora significativa de la posición femenina en el hip-hop desde tu famoso 1977 hasta ahora. ¿Cuáles crees que son los muros todavía por derribar?

R.- Fácil. Cuando no me tengas que hacer esa pregunta, ya habremos derribado todos los muros. Cuando esa reflexión no se produzca y la norma sea naturalizar la presencia femenina, la igualdad nos habrá alcanzado.

«Hay que ser un niño-adulto, no un adolescente maduro»

P.- Dada tu participación en «A la cima», una canción que habla de Latinoamérica en su totalidad, no puedo dejar de preguntarte por la situación en toda la región.

R.- Bueno, hay una crisis interna. Hubo muchos levantamientos populares masivos y creo que era evidente que los poderes fácticos no iban a dejar que siguieran. Cuando hay un pueblo organizado siempre asusta mucho. Entonces, creo que se produjeron muchas manipulaciones para bajar un poco esta energía, este ímpetu general, y el tema es que no supimos contrarrestarlo en términos colectivos. Ahora, lo interesante también es que, frente a todas las crisis, siempre asoman oportunidades.

P.- De regreso al disco, y tu canción «Niñx». ¿Cuándo se deja de ser niño? ¿Hay que mantenerse niño, o más vale madurar para no caer ante los golpes que nos tiene preparada la vida?

R.- ¡Nunca hay que dejar de ser niño! Jamás. Los niños juegan, inventan, idean utopías. Lo que no hay es que dejarse llevar por la puerilidad. Hay que ser un niño-adulto, no un adolescente maduro. Quien con 50 sigue actuando como un púber, tiene un problema.

«Me aterra pensar que nos hemos vuelto tan inhumanos, que estamos vacunados contra la desolación»

P.- En el tema «Millonaria», hay una reivindicación de la familia y el poder de los nuestros. Pero, ¿no te parece que quienes más reivindican eso son quienes no tienen que preocuparse de llegar a fin de mes? ¿Que los que sufren precariedad material podrán enarbolar a sus allegados, pero que más les valdría escuchar canciones sobre la igualdad y la dignidad económica?

R.- Es una excelente pregunta. Mira, el tema de la lucha de clases ya lo toqué en mil canciones. Yo, con esta, de lo que hablo es de la familia que va más allá de la sangre. Por ejemplo, suelo decir que tengo diez mil primos. Y son primos porque nuestros padres estuvieron presos juntos. Son primos porque hay una historia que nos cruza, y una convicción que se establece como un patrón y me permite enfrentarme a la vida. Yo me siento millonaria porque, cuando noto que se me agota la esperanza, veo toda esa fuerza humana y se renueva en mí la sensación de que todo es posible. ¡Claro que me siento súper privilegiada! Pero, el año pasado, cuando escribí esa canción, más allá del dinero, miré a mi alrededor y no sentí vacío. Tuve súper claro que estaba colmada de todo. Y que no me hacía falta más. Cuando hablamos de música, se habla de «carrera». Pero, ¿hacia dónde corremos? Para qué? ¿Para quién? La canción es para recordar que hay que hacer un alto. Mirar lo que tienes.

P.- Vuelves al ruedo tras casi una década de parón. ¿Cómo está yendo y, algún miedo en el horizonte?

R.- Es pronto para dar feedback. De momento, genial. Y, ¿miedos? Tengo más miedo a lo que está ocurriendo en Palestina que de lo que me pase a mí. Tengo miedo del silencio que oigo respecto a un genocidio de tal magnitud. Me aterra pensar que nos hemos vuelto tan inhumanos, que estamos tan vacunados contra la desolación, que seamos incapaces de hacer nada.  Que no hayamos aprendido nada de la historia. Que la vayamos a repetir, una y otra vez…

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