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Los Jesucristos del cine: del más verosímil al más sexy

Una selección de las representaciones más relevantes del Mesías cristiano a lo largo de la historia de Séptimo Arte

Los Jesucristos del cine: del más verosímil al más sexy

'La Pasión de Cristo' (2004), de Mel Gibson | Icon Productions

Con motivo del inicio de la Semana Santa apetece verse una de romanos con milagros, flagelaciones y crucifixión incluidos. En una buena representación filmada de las hazañas y sacrificios de Jesucristo lo más importante es que el actor que lo encarna proyecte presencia y convicción, porque se trata de un papel para nada sencillo, irradiante de un rango de emociones que van del candor y la ternura al sufrimiento extremos. Así que hemos llevado a cabo una criba con las mejores o más singulares interpretaciones del Nazareno en el cine mundial, en orden cronológico:

1. El más silencioso: Howard Gaye (Intolerancia)

El clásico del cine mudo Intolerancia (1916) de David W. Griffith nos legó uno de los Jesucristos seminales de la imaginería universal. Basado en el estereotipo occidental de Jesús (rostro alargado y bien parecido, cabellos largos y claros, hábitos inmaculados), el actor británico Howard Gaye, tras interpretar al general confederado Robert E. Lee en la epopeya esclavista El nacimiento de una nación (1916) del propio Griffith, no tuvo reparos en personificar el espíritu opuesto al calzarse las sandalias del Rey de los Judíos. De hecho, le pilló gusto al Redentor, puesto que dos años después repetiría el papel, en esta ocasión para Restitution (1918), ambiciosa recreación de la Biblia dirigida por él mismo y que sufrió numerosos cortes por los cuantiosos desnudos que la trufaban. Hoy día su segunda venida como Cristo pertenece al reino de los filmes irremediablemente perdidos.

2. El más original: Antonio Vilar (El Judas)

El actor portugués borda su rol protagonista en una joya semiolvidada del cine español, El Judas (1952), del todoterreno Ignacio F. Iquino. Se trata de un filme de asombrosa frescura que de ser estadounidense figuraría entre los clásicos ineludibles de la Semana Santa. La premisa es perfecta: un empresario canalla, Mariano Torné, aplasta económicamente a rivales, vecinos e incluso familiares, llevándolos a la ruina sin piedad. Su propio egoísmo le hace codiciar el papel de Jesucristo en La Pasión que se representa cada año en Esparraguera, tras desempeñar en temporadas previas el papel de Judas (le sale de natural…). El Judas ganó merecidamente el Premio a la Mejor Película del Sindicato Nacional del Espectáculo en 1952, al Mejor Argumento Original (de Rafael J. Salvia) del Círculo de Escritores Cinematográficos en 1953 y fue con justicia seleccionada para el León de Oro del Festival de Venecia. El Cristo que encarna Vilar, por más que sea doblemente ficcional, resulta creíble y conmovedor. Y la  inteligente trama funciona de maravilla tanto desde un enfoque cristiano como también pagano.

3. El más irreverente: el Cristo de Nazarín

Ni siquiera es un papel para un actor, pero su aparición causa tal impresión que merece ser incluido. Luis Buñuel introdujo la figura de Jesucristo en varios de sus largometrajes: por ejemplo, en La Vía Láctea de 1969, donde el Elegido protagoniza una escena bufa en la que es disuadido de afeitarse por su mismísima madre, quien le asegura que está mejor con barba. Sin embargo, todos nos acordamos más de Nazarín (1959): la pintura del Cristo que se materializa frente a la prostituta y homicida Andara y en la que aquel parece burlarse de ella con una sonrisa desopilante, despierta un tremendo desasosiego y queda prendida para siempre en el subconsciente del espectador.

4. El más sexy: Jeffrey Hunter (Rey de reyes)

El bello estadounidense nos regaló un Cristo que no desentonaría en el cartel de la Semana Santa de Sevilla, en su caso dentro del filme Rey de Reyes (1961) de Nicholas Ray. Con sus ojos azulísimos y pecho y axilas depilados, el actor de Luisiana conquistó los corazones de medio mundo y, seguramente, también el de su director, profesional avezado en aventuras bisexuales. La secuencia en que los soldados romanos desnudan al condenado antes de crucificarlo debió de ser en su momento una fábrica de autodescubrimiento para miles de gays en ciernes. Encima, nuestra Carmen Sevilla se puso en la piel de la controvertida María Magdalena, nunca más hermosa que con los rasgos sevillanos: ¿qué otra pareja cinematográfica podría ser más sexy en esa época? Ninguna.

5. El más lechuguino: Enrique Irazoqui (El Evangelio según San Mateo)

Como secretario general del Sindicato Universitario de Barcelona, un Irazoqui de 19 años fue presentado por un amigo a Pier Paolo Pasolini en su propia vivienda: «¡He encontrado a Jesús! ¡Jesús está en mi casa!», gritó Pasolini. El resto es historia bíblica: El evangelio según San Mateo (1964) nos presenta un Cristo de estética particular, como todos los actores favorecidos por el particular cineasta, que como siempre se recrea en primeros planos interminables de sus protegidos. El mayor acierto de este Cristo catalán de rasgos vascos, cejijunto y bizco es aportar una acertada energía y pureza juveniles a un papel casi siempre asignado a señores ya macerados y, por lo general, de 33 años para arriba. Irazoqui insufló aires de virginidad a quien el marxista Pasolini considera «el mayor revolucionario de todos los tiempos».

6. El más hippy: Ted Neeley (Jesucristo Superstar)

Hoy, para conservarse tan subversiva como lo fue en su momento, los papeles antagonistas de Jesucristo Superstar (1973) deberían intercambiarse: Judas debería ser el mocetón blanco de Texas y Cristo el afroamericano. Pero en su día nadie pareció reparar en el incómodo detalle de un Judas negro, solamente se preocupó por ello la prensa oficial del Vaticano. Por lo demás, la extravagante ópera rock de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber llegó a la gran pantalla de la mano de Norman Jewison con toda su carga transgresora intacta. El Cristo hippy, rockero y sensible a los encantos femeninos de María Magdalena no agradó a ningún grupo religioso: ni a los católicos, ni a los protestantes ni a los judíos. Sin embargo, no deja de ser valiente esta «modernización» de la llamada historia más grande de todos los tiempos.

7. El más elegante: Robert Powell (Jesús de Nazareth)

Con el paso de las décadas, la miniserie televisiva Jesús de Nazareth (1977) se ha terminado convirtiendo en la versión «canónica» a emitir durante la Semana Santa en decenas de países debido a las preferencias del público creyente. Su director Franco Zeffirelli recuperó a la actriz británico-argentina Olivia Hussey de su éxito común Romeo y Julieta (1968) para encarnar a la Virgen María y escogió para Cristo a un actor inglés, Robert Powell, quien ya venía de calzar los zapatos del compositor Gustav Mahler en Una sombra en el pasado (1974) de Ken Russell. Los ojos de penetrante mirada de Powell, potenciados por el truco de no pestañear ante la cámara, más su sabia combinación de compasión y autoridad, lo transformaron en el Jesucristo que todos querían ver y abrazar en su corazón.

8. El más divertido: Kenneth Colley (La vida de Brian)

La vida de Brian (1979) sigue siendo considerada la mejor de las experiencias cinematográficas del mítico grupo humorístico Monty Python. Dirigida por Terry Jones y guionizada por Graham Chapman, John Cleese y Terry Gilliam, esta sátira sobre un contemporáneo de Jesucristo devenido un segundo mesías más heterodoxo contará sin embargo con un cameo del propio Jesús. Ken Colley fue el encargado de prestarle su fisonomía: lo más gracioso de su actuación es que la lleva a cabo con tanta seriedad y respeto al original que, por contraste, las confusiones y patéticas trifulcas de su audiencia resultan todavía más hilarantes.

9. El más controvertido: Willen Dafoe (La última tentación de Cristo)

Adaptación de la novela homónima de Nikos Kazantzakis y penúltima colaboración como guionista de Paul Schrader para un filme de Martin Scorsese, La última tentación de Cristo (1988) constituye una de las mejores películas de este último. El retrato de un Jesús demasiado humano bajo los rasgos reptilianos de Willem Dafoe, un profeta que se debate entre las tentaciones mundanas y su misión divina, no sentó divinamente a los sectores más conservadores del catolicismo, que pusieron el grito en el cielo ante la sugerencia de que el hijo de Dios pudiera haber puesto una semillita en el vientre de María Magdalena. Un filme extraordinario con el que Dafoe siguió acumulando méritos para convertirse en uno de los actores imprescindibles del último medio siglo.

10. El más católico: Jim Caviezel (La pasión de Cristo)

Es difícil ganarle a católico a Jim Caviezel, puede que ni el mismo Jesucristo pudiera competir con su fanatismo. Por eso y por su imponente planta, no hubo queja alguna cuando un Mel Gibson en funciones de director lo seleccionó para que fuera el apuesto Mesías de La pasión de Cristo, magnífico filme que acaba de cumplir veinte años con el anuncio de que pronto se estrenará una secuela sobre la resurrección de su protagonista. El largometraje que nos ocupa es un festival del masoquismo que nos hace admirar el tesón de alguien capaz de sobrellevar tamañas torturas en nombre de la salvación de la Humanidad. Y a la vez nos transmite cierta culpabilidad por ejercer de entregados mirones durante un metraje cargado de violencia efectista y gore concentrados en una sola víctima, transformando esta propuesta en un La matanza de Jerusalén que no tendría mucho que envidiar a la de Texas.

11. El mejor: Cliff Curtis (Resucitado)

La última cinta del semirretirado Kevin Reynolds, responsable de peliculones como Waterworld, Tristán e Isolda o Fandango, ofrece una buena trama detectivesca en torno al cuerpo desaparecido del Cristo crucificado (aquí rebautizado Yeshuah). Resucitado (Risen, 2016) incluye flashbacks del profeta cristiano encarnado por un —sólo a primera vista— exótico Cliff Curtis. Con todo y su pertenencia a la etnia polinésica maorí, un Curtis caracterizado nos sorprende como el  Jesucristo más verosímil de toda nuestra lista. Además, su aproximación al personaje está imbuida de algunas de las mejores cualidades que se asocian al concepto de Jesús: afabilidad, respeto, humildad y compasión. No es un hombre canónicamente guapo, pero sí despide magnetismo, como un auténtico Mesías que ama a su prójimo. Y pese a no ocupar el foco central de Resucitado, Curtis eleva la calidad del filme y nos hace desear que este se hubiera vertebrado en torno a su presencia.

12. El peor: Joaquin Phoenix (María Magdalena)

María Magdalena (2018) de Garth Davis es una película un poco absurda en la que se pretende rebatir que su heroína fuera una prostituta y en su lugar se la representa como el primer discípulo en importancia de Jesucristo. Construir un discurso feminista hoy ya rutinario en torno a su militancia y subordinación cristianas y no arraigado en la rebeldía y modernidad que supone su —aquí desmentido— oficio, para insertarla como mero peón en un corrillo de devotos y beatitudes, resulta de lo más desconcertante: básicamente, el filme narra cómo ella da la espalda al patriarcado, representado por su familia y sus «deberes tradicionales», para seguir un sendero señalado por… otro hombre, en este caso Jesús. Encima es un Jesús sumamente cabreado: sabedor de que no posee ni la voz ni la presencia ni la capacidad para transmitir amor y paz, Joaquin Phoenix se lo juega todo a la rabia y el reproche, componiendo un Cristo perroflauta que parece salido (o recién expulsado) de las filas de Podemos.

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