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¿Peligra el chollo de la UEFA? Cuando el videojuego de tu vecino veas pelar...

Las diferentes líneas de negocio del fútbol empiezan a darle la espalda a las instituciones que lo rigen justo cuando el Real Madrid del rebelde Florentino Pérez disputa la final de la Champions

¿Peligra el chollo de la UEFA? Cuando el videojuego de tu vecino veas pelar…

Guglielmo Basile (Unsplash)

El colosal negocio del fútbol profesional (¿por qué lo llaman deporte cuando quieren decir sexo?) lanza su producto estrella el sábado que viene en París. La final de la Champions League la disputan el Liverpool y el Real Madrid, bandera este último de la rebelión contra el organizador del evento, la UEFA, con el proyecto de Superliga de Florentino Pérez como equivalente posmoderno de la guillotina vibrando en el aire. Para mayor emoción, tanto la UEFA como LaLiga, patronal nacional de la que participa el Real Madrid (con mayor o menor entusiasmo, esa ya es otra cuestión), acaban de presentar sus respectivos resultados económicos de 2021. Mientras, se ha producido una trifulca comercial que podríamos estirar hasta convertirla en telón de fondo metafórico: la FIFA, organización hermana de la UEFA (aunque a menudo sus relaciones recuerdan más a Caín que a Abel) acaba de perder la millonada que le cobraba a EA Sports por dejarle usar su nombre en el videojuego más exitoso de la historia, entre otras cosas porque la empresa (con ánimo de lucro declarado, no como otros) se ha dado cuenta de que le vale con las licencias de las ligas nacionales y sus clubes, los verdaderos currantes de todo este tinglado. Y todo esto, con el metaverso (termine eso siendo lo que termine siendo), en puertas. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…

Hace un par de semanas, la UEFA publicó su informe financiero de la temporada 2020-2021, que exhibía una facturación récord de 5.724 millones de euros y un beneficio neto de 22,1 millones de euros. Vale que hubo una Eurocopa por medio, pero en la temporada de la anterior, la 2015-2016, recaudaron un 25% menos. Y sin pandemia… El truco está en el invento de la Nations League y el aumento de partidos clasificatorios de selecciones, con el consiguiente caudal extra de partidos televisados. Mientras los clubes se las ingenian para sacar dinero de debajo de las piedras, la UEFA tira básicamente de los derechos audiovisuales: en esta temporada de récord, por ejemplo, supusieron 4.472 millones, o sea, el 78,1% de los ingresos totales. Si después los clubes se encuentran a sus jugadores exprimidos y/o lesionados a mitad de temporada, eso ya no es cosa suya. 

¿O sí? ¿Están las viejas organizaciones del fútbol internacional matando la gallina de los huevos de oro? ¿O tan sólo apuran todo lo que pueden ante un inminente despertar de los clubes profesionales, hartos de que viejas instituciones supuestamente sin ánimo de lucro y con la imagen lastrada por prácticas cuanto menos discutibles se aprovechen de su inversión y de su gestión? Justo el día antes de la publicación de los resultados de la UEFA, LaLiga presentaba su Informe Económico-Financiero de la misma temporada. 892 millones de euros de pérdidas. Y aún queda para que los clubes españoles empiecen a remontar: para esta temporada se prevén otro destrozo de 297 millones. La paciencia se acaba y la UEFA ofrece a cambio ampliar el producto. A partir de 2024, accederán a la Champions 36 equipos, cuatro más que actualmente. Y, por supuesto, más partidos. Al principio, la UEFA se pasó de frenada anunciando 10 solo en la primera fase, cuatro más, pero las ligas nacionales les recordaron que también existen y que el calendario no se puede apretar más. La cosa quedó en ocho. 

Esa es, básicamente, la propuesta de la UEFA: más partidos. Ya se inventó el año pasado la Conference League, una especie de Europa League de segunda división, para ampliar el cotarro por debajo. No parece muy sofisticado, cuando el personal anda pergeñando todo tipo de nuevas fórmulas a partir de conceptos como el metaverso o una explotación más versátil de los estadios. Esta semana, por ejemplo, el Real Madrid anunció un contrato de 360 millones de euros con la empresa Legends para la gestión del nuevo Bernabéu… pero desde ya se puede realizar una visita virtual al estadio gracias a la aplicación desarrollada junto a Astosch Technology, una empresa española muy espabilada en estos nuevos abrevaderos de Internet. 

El metaverso no deja de ser el proyecto de un gran videojuego. Y en el fútbol, eso tenía, hasta ahora, un nombre: el FIFA. Durante años, dos empresas de países tan poco futboleros como Japón y EEUU lucharon a muerte por la primacía en el inmenso nicho de mercado que formamos los jugadores no aptos (por lo que sea) para la realidad real del deporte rey y sus malditas exigencias fisiológicas. Los nipones de Konami competían con el Pro Evolution Soccer, preferido de los más sibaritas por su jugabilidad, pero carecían de las licencias oficiales de los equipos, con lo que el usuario tenía bajo su control a futbolistas del fuste de Batustita, de sorprendente parecido al mítico delantero argentina de la Fiorentina, o Naldorinho, un crack brasileño de frondosa melena y amplia sonrisa. Los americanos de EA Sports apostaron más por el fenómeno fan y se gastaron el dinero en las licencias, empezando por la de la FIFA, que le permitía usar los nombres de los futbolistas de todas sus selecciones; su juego era claramente peor, pero podías poner a jugar a Batistuta y Ronaldinho, por decir algún nombre, con todas las letras. 

El duelo terminó ganándolo EA Sports: fueron mejorando la jugabilidad (según las malas lenguas, con un ojo en la del rival) y, una vez empatados en ese aspecto, golearon con las licencias e impusieron su marca. Konami tuvo que aceptar una derrota sin paliativos, hasta el punto de rebautizar su juego como eFootball el año pasado, dándole además un formato diferente, gratuito y con microtransacciones y contenidos descargables de pago opcionales. El FIFA se adueñó del mercado con resultados económicos astronómicos. La edición de 2012, por ejemplo, ostenta el récord de juego de deportes más rápidamente vendido de la historia: 3,2 millones de copias y más de 186 millones de dólares en ventas… en su primera semana. Pero se le iba un buen dinero en pagarle a unos señores de una no muy transparente organización con sede en Suiza solo por decir que sí, que vale, que podían usar su nombre. Ganada claramente la batalla por la supremacía, se planteaban reducir grasa cuando a la FIFA se le ocurrió pedir el doble por su licencia: mil millones de dólares por cuatro años. En el mundillo de los videojuegos se dice que Andrew Wilson, consejero delegado de EA Sports, les respondió que se habían columpiado por algo que, al fin y al cabo, no pasaba de las cuatro letras que aparecen en el frontal de la caja del juego. Y remató con una bilbainada que, sin embargo, responde a una realidad objetiva: a estas alturas, la marca FIFA tiene más significado como videojuego que como organismo rector del fútbol. 

Conclusión: después del FIFA 23, el juego comenzará a venderse como EA Sports FC 23. Puro músculo empresarial, con su propia imagen de marca por delante. La FIFA se quedará sin sus mil millones, pero lo peor quizá no sea eso. Cuando se desveló la ruptura, Cam Weber, vicepresidente de EA, publicó una significativa carta en la web de la compañía: «Con nuestras más de 300 licencias en este deporte, estamos listos para llevar las experiencias futbolísticas a nuevas cotas, en nombre de todos los fans del fútbol alrededor del mundo». Con internet dispuesto a pegar otro salto cualitativo, y atentos a los movimientos de gente como el viejo rival Konami, hay que innovar. Pero la ventaja competitiva de inicio permanecerá, incluidas las licencias… «Nuestro excepcional portfolio de más de 19.000 jugadores, más de 700 equipos, más de 100 estadios y 30 ligas, en el que hemos estado invirtiendo de manera continuada durante décadas, seguirá ahí, únicamente en EA Sports FC. Esto incluye acuerdos exclusivos con la Premier League, LaLiga, Bundesliga, Serie A, MLS, y mucho más que está por venir».

En otras palabras, después de ir recolectando licencias poco a poco, tienen el material que de verdad sustenta el producto, con lo que ya no necesitan a según quién. Organismos como la FIFA y la UEFA cada vez convencen a menos gente. La inversión va dirigida a otros pagos. «Estamos dedicados a reinvertir en el deporte de manera significativa, y estamos ilusionados por trabajar con un amplio y creciente número de socios para integrar nuevas y auténticas experiencias que traigan diversión, inclusión e inmersión a una comunidad global de fans», remata Weber. ¿Son la FIFA y la UEFA realmente significativas?

Este sábado, el Real Madrid y el Liverpool contarán con 20.000 entradas cada uno en la final de París. La UEFA, unas 25.000. El que parte y reparte… El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) debe decidir en breve sobre el posible abuso de posición dominante de la UEFA que denuncia Florentino Pérez como argumento en favor de la Superliga. Veremos.

Mientras tanto, podemos matar el gusanillo adelantando la final con un buen Real Madrid Liverpool virtual en el (todavía) FIFA. En Youtube los mejores deportistas de sillón orejero cuelgan auténticas maravillas. Yo me he visto un buen rato de esta versión de la final. Vale, no es lo mismo, pero aquí, informática mediante, el consumidor puede elegir que Mbappé juegue con el Real Madrid, por ejemplo.

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