El sector cerealista pide ayudas al Gobierno ante la creciente importación desde Ucrania

La Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos ha pedido al Gobierno y central y a los gobiernos regionales, así como a la Unión Europea, ayudas para equilibrar la situación del sector cerealista, que se está viendo afectado por la escasa cosecha y el aumento de las importaciones desde Ucrania, especialmente, que bajan los precios a un nivel que no permite siquiera cubrir los costes de producción. 

La organización agraria «exige ayudas directas y la activación del fondo de crisis europeo para los productores de cereales ante los bajos precios que perciben, el aumento sostenido de los costes de producción y el incremento de las importaciones, sobre todo procedentes de Ucrania», según explica en un comunicado. 

Los precios de los principales cereales han experimentado desde principios de año una bajada que ha sido especialmente acusada en el trigo panificable, la cebada y el maíz grano, según los datos de la organización. Mientras, los costes de producción han experimentado un incremento sostenido, con subidas como la de los fertilizantes, de un 35%, o la de los carburantes, de un 45%, según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. 

Un incremento que debería haber afectado a los precios del producto pero que no se ha visto finalmente reflejado a la hora de la venta, denuncian los agricultores, que piden ayudas y medidas para solventar esta situación. 

«No es razonable que con la necesidad de proteína vegetal que tiene este país los precios de los cereales sufran estas bajadas continuas presionados por acuerdos políticos que suponen una fuerte distorsión en los mercados cerealistas externos e internos», critica la organización. 

«Hemos vuelto a los precios en el cereal de antes de la pandemia, precios bajísimos», denuncia en una conversación con THE OBJECTIVE Anastasio Yébenes, responsable de medio rural de la comisión ejecutiva de Unión de Uniones. «Es un desequilibrio total entre los precios que hay y los costes de producción», añade y afirma que «la situación es extrema para los productores». 

Las importaciones de Ucrania, un riesgo el cereal español

El principal factor para la bajada del precio, apuntan desde la organización agraria, es la gran cantidad de cereal que se está importando, especialmente desde Ucrania, en un momento en el que la cosecha española es la más baja de los últimos años, incluso inexistente en algunas zonas del país. 

Por ejemplo, la producción estimada de trigo para 2023 es la más reducida de los últimos 25 años, mientras que las importaciones ucranianas de trigo y centeno equivalen al 80% de la producción. Otro ejemplo es el maíz, cuya producción prevista es de 2.574.156 toneladas, mientras que el volumen importado de enero a septiembre asciende a 2.573.687 toneladas, prácticamente equivalente al total de la cosecha. 

«Es desbordante y el hundimiento de los precios es total», dice a este periódico Valentín García, también miembro de la comisión ejecutiva de Unión de Uniones. Explica que a pesar de la baja cosecha, no todo lo que se importa sería necesario, pero los bajos precios animan a los comerciantes de cereal a comprar el procedente de Ucrania. «Ahora mismo se encuentran en una situación tan boyante que poco menos que nos torean a los agricultores, porque tienen en el puerto todo lo que quieren y más», denuncia García. 

Es por eso que consideran que, además de ayudas directas para paliar la situación de manera más inmediata, el Gobierno debería adoptar medidas como las que han tomado países como Polonia o Rumanía, que limitaron las importaciones desde Ucrania para proteger la producción nacional. «Los costes de producción son muy inferiores allí, no puede ser que hundan nuestros sistemas», insiste García, que opina que «el Gobierno español está haciendo poco por la agricultura». 

«Creo que habría que limitar las importaciones y por supuesto ayudas, pero creo que la gente ya se va cansando de las ayudas, lo que queremos es que valgan nuestros productos, que nuestras explotaciones sean rentables«, añade.

«Nos ponen en una encrucijada moral a los agricultores, porque yo quiero que abran la frontera y los ucranianos también tienen derecho a vender su producto, pero es que cada vez que la abren nos perjudican», dice por su parte Anastasio Yébenes. «Esa es la realidad, cada vez que han abierto la frontera llegan los especuladores y empiezan a tirar los precios».

Desánimo en el campo y falta de relevo generacional 

Esta situación, apuntan los agricultores, pone en riesgo la continuidad de muchas explotaciones agrarias y dificulta aún más el relevo generacional de estas actividades, un aspecto que preocupa desde hace años. «No hay relevo generacional, los hijos no quieren saber nada, están viendo cómo sus padres lo pasan mal», dice Yébenes. «Yo mismo, cómo le voy a decir a un hijo que se quede, con el futuro que hay», añade. 

«Hay mucho desánimo entre los agricultores, porque ¿para qué siembro? ¿Para mal venderlo?», dice García. «Es que prácticamente no hay quien quiera los cereales», lamenta. 

«Una cosa es que salieran productos para terceros países con problemas de hambre y otra cosa es que se esté utilizando aquí como medida de cambio, no sé si por armas o por lo que sea», dice García respecto a los acuerdos de comercio tras la guerra de Ucrania. «El hundimiento de los cereales aquí va a suponer el desánimo y la desaparición de muchos agricultores». 

Esto, augura, podría acabar en una situación de dependencia del exterior: «Nos puede pasar lo que nos pasó con las mascarillas, que el día que hubo una crisis no encontrábamos y nos las cobraban a tres euros cuando no valen tres céntimos, puede pasar lo mismo con los cereales».