THE OBJECTIVE
Daniel Capó

La amarga victoria

«El empate de bloques se rompe desde sus alas más radicales –Bildu y Junts– con el apoyo de Sumar y de ERC, y el precio a pagar será considerable»

Opinión
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La amarga victoria

Alberto Núñez Feijóo, este martes en Santiago de Compostela. | EFE

La historia nunca sigue un trazo definido. El pasado 28-M, con las elecciones autonómicas recién salidas del horno y un triunfo aplastante de la derecha, el camino hacia la victoria en las generales parecía allanado para el PP. Dos meses han sido suficientes para desmontar el relato popular y recordarnos dos principios infalibles en la política española: el primero, que la mayoría sociológica es de izquierdas y nacionalista; el segundo, casi igual de importante y consecuencia directa del anterior, que el PSOE sólo pierde el poder cuando una honda crisis económica desmoviliza a un sector de su electorado. No antes, ni tampoco después. Por supuesto, como sucedió en los últimos años de Rodríguez Zapatero, cabe preguntarse por el futuro de la economía una vez Bruselas deje de suministrar los esteroides de las ayudas públicas. Un 23-J sin el riego constante de dinero europeo –fondos, por cierto, que en parte habrá que devolver– hubiera sido distinto, incluso descontando el estímulo que supone para el votante de izquierda la irrupción de un partido como Vox.

Puesto que en la vida siempre hacen falta enemigos compartidos, Vox unifica las emociones políticas del votante del PSOE con las del de ERC, Bildu, Sumar o del PNV. A esto hay que añadir una campaña desquiciada del PP, que no se sabía a qué jugaba ni qué voto quería atraerse. Del millón de votos socialistas que aseguraban los institutos demoscópicos que pasarían al PP, muy pocos han cruzado finalmente el Rubicón. El país es de izquierdas y, a día de hoy (basta con ver las terrazas llenas), no hay una crisis económica severa. Ya llegará cuando toque ajustar los presupuestos y reducir el déficit. No hay mucho más. Eso y la derrota de Feijóo. Porque, en efecto, la amarga victoria del PP también es el fracaso directo del candidato gallego, que quiso hacer una campaña contraria a sus intereses.

«Una vez naturalizado el apoyo de Bildu al PSOE, nada impide que se normalice el de Junts, a cambio de algún tipo de consulta»

Del 23-J surge un país profundamente dividido, aunque con un mensaje nítido: el sanchismo ha resistido y la derecha no suma. Cuca Gamarra dice ahora que la única alternativa a una investidura de Feijóo es la repetición de las elecciones, pero eso no es cierto. Y me temo que muy pronto lo vamos a comprobar. Una vez naturalizado el apoyo de Bildu al PSOE, nada impide que se normalice el de Junts, a cambio del indulto y –seguramente– algún tipo de consulta amparada por una ley de claridad o similar. No debería extrañarnos: Sumar lo lleva en su programa, el PSC lo llevó en su día y Pedro Sánchez debe su victoria a la movilización de la izquierda, pero sobre todo a sus resultados en Cataluña.

Al final, la firma de un gran pacto contra la derecha amenazaría con finiquitar el modelo de democracia que surgió en 1978. Forma parte de la lógica de los acontecimientos. El empate de bloques se rompe desde sus alas más radicales –Bildu y Junts– con el apoyo de Sumar y de ERC, y el precio a pagar será considerable. En términos de prosperidad, desde luego; pero también en términos de reconciliación entre las distintas Españas. El gran acto de generosidad que supondría un pacto entre el PP y el PSOE para facilitar de nuevo el encuentro entre los españoles parece inviable a día de hoy. Y, sin embargo, todas las demás alternativas se hallan destinadas a la confrontación; por lo que el único camino viable debería ser la altura de miras. Sánchez y Feijóo tendrán que decidir si la estrategia de la polarización perpetua es lo que necesita el país. La respuesta parece clara. Sus intereses, en cambio, quizá sean otros. La dinámica del poder, por desgracia, no es la del servicio, sino la del dominio.

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