'Secretos de confesión': cuando ETA vuelve a por 'El Lobo'

Permitidme que os adelante una historia que a partir del 24 de noviembre vais a poder leer en el libro Secretos de confesión que he escrito, para Roca Editorial, junto a un compañero de viaje muy especial llamado Mikel Lejarza, el mejor agente en la historia del servicio de inteligencia. Hace dos años publicamos Yo confieso, las memorias en primera persona de El Lobo, en las que describía al detalle las aventuras que corrió durante la infiltración más exitosa de un agente en la banda terrorista ETA –más de 200 detenidos- y las operaciones que llevó a cabo a continuación contra el mundo financiero catalán, el terrorismo yihadista, el narcotráfico, el tráfico de armas o el blanqueo de capital. 

Ahora soy yo el que coge el timón de la investigación para sacar a la luz la parte más secreta y más humana de su vida. Su familia y compañeros de trabajo han aceptado por primera vez hablar de los años duros que pasaron con Mikel, que en algunos casos fueron más de 40. Le hemos añadido –en lo que ha sido posible- el relato del submundo económico en el que Mikel está trabajando en los últimos 20 años y una conversación conmigo en la que aceptó abrir su corazón a las cuestiones más peliagudas. 

Pero aún hay más. Había piezas sueltas que al investigarlas me han permitido cerrar el puzzle de la parte desconocida de su vida. Una de ellas, con la que arranca el libro, es el último intento de algunos exmiembros de ETA para dinamitar una leyenda con la que no pudieron acabar con esa bala, que aparece en la portada del libro, que llevaban los miembros de todos los comandos para dispararla si podían dar con él. 50 años después, no lo han conseguido.

Me enteré de esta historia tiempo antes de la publicación de Yo confieso, pero en aquel momento Mikel no quiso saber nada de ella porque pasa de los ataques furibundos del entorno de ETA. Xabier Makazaga, autodefinido como «investigador del terrorismo de Estado», autor de varios libros y con unos cuantos años de cárcel a sus espaldas por ser miembro de ETA, defiende en dos artículos que es falsa la historia que cuenta Mikel de que el 30 de julio de 1975 pudo escapar de una redada policial en el centro de Madrid. La Policía mató a uno de los etarras que viajaban con él, a dos los detuvieron y, según sus sospechas, Mikel no consiguió escapar. Algunos policías de la Brigada Político Social debieron dedicar las horas y los días posteriores a «torturar, quebrar y obligar a colaborar» a Lejarza, el etarra que en la organización llamaban Gorka.

Defiende Makazaga, «si mi hipótesis es correcta», que tras finalizar el operativo, «a Lejarza lo mataran e hicieran desaparecer, porque es lo que hacían casi siempre los milicos argentinos con los montoneros que conseguían quebrar. Los obligaban a colaborar y después los hacían desaparecer».

El investigador lanza una hipótesis y espera que sean los demás los que aporten pruebas que desmientan sus afirmaciones, como si el acusado en un juicio debiera defender su inocencia quitando esa responsabilidad al fiscal. Y lo ve muy simple: que Mikel Lejarza se haga una prueba de ADN y se compare con el de sus hermanas, ya que sus padres han fallecido.

Partiendo de lo que escribió Makazaga, busqué los datos que no se cree de la redada en el final del franquismo y he podido reconstruir lo que pasó, incluso hablando con el periodista, Jesús María Zuloaga, responsable de una noticia que casi le cuesta la vida a El Lobo. Y he sumado incluso el testimonio escrito de uno de los etarras, Juan Cruz Unzurrunzaga, que sufrió la infiltración de El Lobo y pagó sus consecuencias con la cárcel.

La respuesta del agente del servicio de inteligencia, cuando se cumplen 50 años del inicio de su primera infiltración, motivo que me ha llevado a publicar este libro, es la siguiente: 

— «Makazaga no sabe vender una mentira, está buscando cómo hacerlo y no lo consigue. Al final, la verdad siempre prevalece. Ha habido más Makazagas. ETA no ha podido asumir nunca la derrota ante un tipo nacido en un caserío normal, no he sido un ingeniero ni ningún personaje superestudiado ni leído, porque soy un poco vago para leer. Antes de la infiltración, los míos lo único que me dieron fueron dos libros, uno de Marx y otro de Lenin, que ni los abrí siquiera. Estaba yo como para esas lecturas, con la Ilíada en mi época escolar ya tuve bastante.» 

— «No han podido asumir que un chaval joven, inferior para muchos de ellos, para personajes como Ezkerra, que se consideraban muy preparados e importantes, apareciera por allí y se los llevara al huerto. Eso para una organización es un palo y tienen que intentar desprestigiarme como sea. También soy consciente de que tampoco los míos lo admiten, siendo un trabajo que a ellos les reporta una gran imagen, porque pueden presumir de que han hecho el mejor trabajo de la historia en la lucha contra ETA. Habrá otros, pero aquel salió fenomenal, un trabajo superimportante en aquella época.»