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Garci, un Oscar de 40 años

Una exposición y el libro ‘Garci, Asignatura Aprobada’ homenajean al director del primer filme español premiado por Hollywood

Garci, un Oscar de 40 años

Jose Luis Garci. | Europa Press

En 1983, hace ya 40 años, un contenido José Luis Garci recibía el Óscar a la mejor película de habla no inglesa por Volver a empezar, la historia de un exiliado que, tras la reinstauración de la democracia en España, regresaba a su ciudad natal. Aunque Luis Buñuel había ganado el galardón unos años antes por El discreto encanto de la burguesía, producida en Francia para esquivar la censura franquista, la del madrileño se convirtió en la primera película en la historia del cine español rodada en nuestro idioma en obtener el máximo galardón del séptimo arte.

Para entonces Garci, que a la sazón tenía 39 años, apenas llevaba una década detrás de la cámara. Aunque aficionado al cine desde niño -desde que su madre se dejó olvidado un bolso en una sala y se quedó prendido de una escena de Lo que el viento se llevó-, había tenido tiempo suficiente para dirigir su famosa Trilogía de la Transición, formada por Asignatura pendiente (1977), Solos en la madrugada (1978) y Las verdes praderas (1979), y la cinta hoy de culto El Crack (1981), que más tarde culminaría con El Crack II (1983) y El Crack Cero (2019). Sin embargo, nada impidió que Volver a empezar, que había llegado un año antes a las salas españolas, lo hiciera tímidamente y con cierto escepticismo por parte de la crítica. Fue más bien su repentino triunfo en las Américas lo que la transformó en un éxito comercial, gracias a lo que Garci pudo formar una nueva productora, Nickel Odeon Dos, tras el quiebre de la primera.

Imagen de ‘Asignatura pendiente’

Cuatro décadas después, una exposición en el centro Conde Duque de Madrid, comisariada por Andrés Amorós y diseñada por LEONA; y el libro Garci, Asignatura Aprobada (Reino de Cordelia), coordinado por Luis Alberto de Cuenca, homenajean al director madrileño en un recorrido por su carrera profesional, como director de 19 películas, y sus múltiples facetas e intereses artísticos como la literatura, la radio y el fútbol. Una panorámica que se podrá completar con el ciclo de cine gratuito, coordinado por Nickel Odeon Dos, en el que se proyectará hasta septiembre parte de su filmografía.

Un sueño hecho realidad

Auxiliar administrativo en el Banco Ibérico hasta cumplir los 26 años, desde muy temprana edad el director empezó su carrera cinematográfica escribiendo artículos y reseñas sobre cine y literatura, trayectoria que siguió más tarde como guionista hasta que despuntó como director con su primer largometraje, Asignatura pendiente. «Toda mi vida desde que era pequeño, soñé con este momento –afirmó un Garci comedido aunque emocionado durante la gala de los Óscar de 1983-. Y los sueños a veces se hacen realidad».

Eran exactamente «las dieciocho horas y diecinueve minutos» de un 11 de abril de 1983, cuando «Jack Valenti, presidente de la Motion Picture Association of America y la doblemente oscarizada actriz vienesa Luise Rainer abrían el sobre con el nombre de la película ganadora, y la actriz, a viva voz, proclamaba aquella frase, ya arrinconada por los modernos, pero que aún retumba en mis oídos», recuerda el cineasta Enrique Herreros que, acompañado de Pilar Miró, Antonio Ferrandis, Encarna Paso y parte del elenco español, fue testigo directo del acontecimiento. Las palabras se le quedaron grabadas: «And the winner isVolver a empezar».

Llegada al aeropuerto de Madrid-Barajas de la comitiva formada por Jose Luis Garci, Antonio Ferrandis, Encarna Paso y José Bódalo.

Protagonizada por Antonio Ferrandis, Encarna Paso, Agustín González y José Bódalo, la historia giraba en torno al personaje de Antonio Albajara, un gijonés con nacionalidad norteamericana que, tras recibir el Premio Nobel de Literatura, decidía hacer una parada en su Gijón natal. Inspirado en un amigo de su padre, poeta, que murió a finales de los años 40 en un campo de concentración, Garci se imaginaba aquí qué hubiera pasado si este final hubiera sido otro y hubiera regresado a su país tras décadas en el exilio.

Volver a empezar concentraba todos los clásicos de Garci: «La mujer de tu vida (que todos tenemos tres), el amor pasional (que solo dura siete años y que es perfectamente posible en la vejez), el divorcio, el amor por los hijos, el cargo de conciencia, la literatura, los Estados Unidos…. Hasta Mailer sale, aunque sea como oncólogo en vez de escritor. Y el Sporting de Gijón», analiza Enríquez sobre esta película a la que, en su final, le dedicaba el director una sentida dedicatoria: «Quiero rendir homenaje a los hombres y mujeres que empezaron a vivir su juventud en los años treinta –escribió–; y en especial, a los que aún están aquí, dándonos ejemplo de esperanza, amor, entusiasmo, coraje y fe en la vida. A esa generación interrumpida, gracias».

Aquella historia, donde se afrontaba el cara a cara entre vencedores y vencidos y la reconstrucción de un país roto, se impuso a las candidaturas de Francia, Suecia, Nicaragua e incluso la Unión Soviética en un año en el que Gandhi, que compartía candidatura con E.T., había obtenido el Óscar a la mejor película y Meryl Streep a mejor actriz. «Y allí salió Garci –narra Luis Enríquez–, rodeado de leyendas, con su chaqueta de esmoquin blanca y su pelo negro, como un Rick español, tímido y sereno. Con las manos en la espalda se arrancó en inglés y, sin un papel que leer y mirando al frente, dio las gracias a todo el mundo y nos trajo la estatuilla para que pudiéramos tocarla». Como más tarde lo harían Belle Epoque de Fernando Trueba, Todo sobre mi madre de Pedro Almodóvar y Mar Adentro de Alejandro Amenábar, al alzarse también con el galardón.

Alma de narrador

Después llegarían otros títulos como Canción de cuna -primera película española en ser invitada fuera de competición al Festival de Sundance-, You’re the One (Una historia de entonces, 2000) –por la que obtuvo cinco Goyas y un Oso de Plata en Berlín-, Historia de un beso (2002), su brillante Tiovivo c. 1950 (2004), Ninette (2005), Luz de domingo (2007), Sangre de mayo (2008) y su particular homenaje al cine negro, Holmes & Watson, Madrid Days (2012). Maestro de la nostalgia, «Garci nos deja varias películas que son obras maestras y ocupan un lugar destacadísimo en la historia del cine. Y nos deja también una formidable obra literaria. Tanto su cine como su literatura están impregnados de nostalgia. Podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, que todo lo que toca Garci lo convierte en nostalgia. Y es que, como señala Pedro G. Cuartango, Garci es un irremediable nostálgico. «Nostálgico de lugares, de personas, de amores, de momentos que se han perdido como lágrimas en la lluvia», reflexiona el filólogo Emilio del Río.

Nominado al Óscar posteriormente por Sesión continua (1984), Asignatura aprobada (1987) y El abuelo (1998), Premio Nacional de Cinematografía, Medalla de Oro de las Bellas Artes y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, editó la revista Nickel Odeon desde 1995 hasta 2004 y su figura se popularizó aún más gracias a programas televisivos como Qué grande es el cine y Cine en blanco y negro o series como Historias del otro lado.

En lo personal, a Garci lo describen a menudo como una persona que no usa teléfono móvil ni ha conducido nunca un coche, escribe sus guiones y libros a mano con su estilográfica Montblanc y nunca ha utilizado un ordenador, aunque sí un par de viejas máquinas de escribir modelo Underwood y Olympia Monica. «Escribe a mano y guarda la visión del mundo de un caminante –afirma el periodista Pedro García Cuartango-. En lugar de dedicarse al cine, podría haberse ganado la vida como cronista del barrio de El Retiro, porque nadie sabe como él las viejas historias del universo comprendido entre Ibiza y Sainz de Baranda. Y es que Garci tiene alma de narrador, nació para contar y para escribir, y, diría más, para soñar».

El cine como literatura

Gran comunicador, como reflejan sus más de 20 años en la radio en programas como Asignaturas pendientes o Cowboys de medianoche, donde conversa de cine con Luis Herrero y Eduardo Torres-Dulce, sus amigos más cercanos también lo definen como un gran conversador y contador de historias. «Doy fe de ello porque, en los viejos tiempos en los que mi salud me lo permitía, he dado largos paseos con él por el Retiro madrileño –cuenta Luis Alberto de Cuenca–. Como para el viejo Cremes de la comedia de Terencio, ‘nada de lo humano le es ajeno’, y a partir de esa curiosidad universal resulta delicioso disfrutar de su charla, que va del cine a la literatura, de la política a la música, de los tebeos a los deportes, dejándonos siempre en el alma la sensación de haber cambiado impresiones con un tipo que siente y ama el mundo de los hombres y participa de la humanitas ciceroniana en su más alto extremo, pero no de esa humanitas solemne y aburrida que caracteriza lo meramente académico, sino de una humanitas que, sin renunciar a la cultura ni a la erudición, es también juguetona, divertida, inteligente, sentimental».

Portada del libro

Como escritor tampoco se aleja excesivamente de este perfil. Cuenta Guillermo Balmori, uno de los editores de sus libros, que en las Ferias del Libro pocos escritores creaban tanta expectación y reunían a tanta gente como él. «Se ha dicho que Garci es el mayor exponente de un género literario nuevo: el cine. No es que Garci escriba sobre cine; es que Garci escribe cine. ¿Y qué es escribir cine? Para entenderlo hay que leer a Garci. Nadie puede comparársele en este sentido porque él mismo es el género. Y no tiene necesariamente que ver con que lo que escriba sea relativo al cine. Ahí está por ejemplo su libro Campo del gas (2016), que también es cine. Lo es porque Garci ve la vida como cine, y vive la vida como cine, y por lo tanto escribe como cine. Si pintara, esculpiese o construyese edificios, también serían cine. Como un moderno rey Midas, Garci convierte en cine todo lo que toca», afirma.

Aficionado al boxeo y al balompié, del Atlético de Madrid y del Sporting, cuenta el exdirector del diario As, Alfredo Relaño, que del cine y del futbol le ha dicho más de una vez la misma cosa: «Que te regalan una vida de repuesto». Modesto, el propio Garci se aleja de los homenajes. «Me siento preocupado y sorprendido, y un poco impostor por/de tanto reconocimiento –escribe en la primera página de este libro–. «No creo que las películas que he filmado, ni los libros que he tecleado, merezcan este tributo». La misma humildad que, años atrás, expresó sobre la candidatura de Volver a empezar al premio de la Academia: «La cosa estaba entre La colmena, que yo creo que era la mejor, y Demonios en el jardín. Los partidarios de una se inclinaban por Volver a empezar para no votar a la otra. De rebote, salimos nosotros». Y el Óscar fue para Garci.

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