Fátima tiene 12 años. Vivía en Siria. Un día, yendo al colegio, fue testigo de cómo una bomba caía sobre sus amigos, que caminaban delante. La guerra le obligó a ella y a su familia a trasladarse al Líbano. Durante un año, debido al miedo y a la ansiedad, se encerró en su casa. No quería ir al colegio o hablar con otra gente porque pensaba que, si salía a la calle, le pasaría lo mismo. Tampoco quería conocer a otros niños para evitar que vieran su deformación en los pies. Necesitó un año de apoyo social para salir y relacionarse de nuevo.