Seis días después de su lanzamiento el nombre de Pokemón suena en cualquier rincón del mundo. Juntar a los míticos personajes del juego con la geolocalización ha dibujado una fina línea entre la vida virtual y la real. Pokémon Go usa nuestro GPS y nuestra cámara para convertir el mundo en un terreno infinito en el que poder capturar a estas criaturas. Tiendas convencionales y hasta Iglesias están aprovechando el tirón para captar clientes y adeptos. El juego convierte estos lugares en los llamados Pokémon Gyms -lugares donde los entrenadores entrenan a sus Pokémon o luchan contra otros equipos- y en los PokéStops, donde los usuarios pueden acudir físicamente para lograr accesorios gratuitos o comprar las Pokéballs-. La fórmula rompe con el sedentarismo propio de los videojuegos: si quieres avanzar en el juego tienes que moverte. El fenómeno también está generando una enorme actividad en las búsquedas de Google. En los últimos días ha generado más búsquedas que términos como porn (porno, en inglés).
La contraprestación a tanta ventaja es la privacidad. Varios blogs alertan de que los usuarios de Pokemón Go conceden un «acceso total» a la cuenta de Google, lo que implica emails, fotos, documentos en la nube y datos personales.