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Raquel Gómez, víctima del 11M: "Me arrancaron la pierna, pero no la vida"

Raquel se encontraba aquella fatídica mañana del 11M en el tren 21431 dentro de la estación de Atocha, en el primer vagón que explotó a las 07.37.

Raquel Gómez, víctima del 11M: «Me arrancaron la pierna, pero no la vida»

Ahora es una superhéroe para su hijo de seis años y sus compañeros de colegio. «¿Tienes poderes como Iron Man?, me preguntan cuando acompaño a mi pequeño al colegio y me ven una pierna de hierro».

Pero no, Raquel no tiene poderes. Si los tuviera acabaría con todo el odio del mundo que lleva a algunas personas a radicalizarse y cometer atentados como los del 11 de marzo de 2004, cuando «varios hombres malos pusieron 10 bombas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid». Así le explica Raquel Gómez a su hijo el motivo por el cual no tiene pierna izquierda y cada mañana debe colocarse una prótesis para poder andar, el motivo por el cual desde hace 13 años tiene graves contracturas en la pierna derecha y sufre fuertes dolores de cabeza, espalda y oído.

Raquel, que por entonces tenía 30 años, hoy tiene 43, se encontraba aquella fatídica mañana del 11 de marzo de 2004 en el tren 21431 dentro de la estación de Atocha, en el primer vagón que explotó a las 07.37. Como cada mañana se dirigía al Hotel Centro Norte de Madrid, donde trabajaba como camarera de piso; como cada mañana, a las 07.45 quedaba con el resto de sus compañeras para desayunar; y como cada mañana esperaba en Atocha a su compañera B.D. para llegar juntas al trabajo. «Dejé pasar el primer tren con el que me encontré porque B.D. aún no había llegado», recuerda con lágrimas en los ojos apuntando que ese era su destino, pues esa misma mañana, cuando salía de casa, después de sacar a sus perros a pasear, se topó con una vecina que también trabajaba en el mismo hotel y la invitó a llevarla en el coche. «Pero le dije que no, que prefería irme en el cercanías y desayunar después con las chicas». Nunca llegó a ese desayuno.

 

192 personas perdieron la vida el 11M, 2057 resultaron heridas 

 

«Cuando llegó B.D. subimos al último vagón del tren. Nos sentamos, yo al lado de la ventana, mi compañera en el asiento que da al pasillo. Oí el pitido de las puertas del cercanías al cerrarse y lo siguiente fue un pitido muy grande. Sentí que mi cuerpo estaba completamente encajado y no podía moverme», rememora con la mirada fija en el suelo. «Pensé que era algo que me estaba pasando sólo a mí, pero de repente empecé a ver gente tirada por el suelo, llorando, corriendo, gritando y cuando me dispongo a levantarme me di cuenta que no tenía pierna».

Pero Raquel, que irradia optimismo, se siente afortunada. Ella sobrevivió. B.D., de unos 30 años, al igual que 192 personas más, fue asesinada de forma despiadada.

Hoy da las gracias a la autoridades y al personal sanitario por el «trabajo bien hecho» y, sobre todo, a un señor cuya identidad desconoce pero del que sabe que es rumano, que trabaja en España como mecánico y que en su país trabajó como médico de guerra. Fue quien, todavía en el andén, le hizo un torniquete en la pierna para que no se desangrara. «Él me salvó la vida«.

Y aunque hay heridas que no están cerradas, porque el tiempo no lo cura todo, Raquel asegura que lo más importante es «mentalizarse, saber cuál es tu nueva vida y vivirla lo más feliz que puedas». Por otro lado, pide a los políticos «dignidad y justicia«, y apunta: «El comportamiento de los políticos con respecto al atentado fue y es miserable, las víctimas exigimos que dejen de hacer campaña con el 11M«. Y es que pocas veces en la historia de España se ha visto un comportamiento tan cuestionado de la clase política. Unos, tratando de ocultar el apoyo mostrado a Estados Unidos en las intervenciones de Irak, y otros, utilizando el atentado como arma arrojadiza para tomar el poder, «arma que siguen utilizando 13 años después».

Ahora, Raquel vive en Fresnedillas de la Oliva, un pequeño pueblo de unos 1.500 habitantes -el 28,84% son extranjeros, la mayoría de origen marroquí- en la sierra de Madrid. Alejada de los tumultos y las aglomeraciones. «No he vuelto a coger un tren, tampoco puedo estar en lugares donde haya mucha gente, esos mal nacidos me echaron de Madrid, me arrancaron la pierna, pero no me quitaron la vida. 13 años después aquí sigo«.

 

 

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