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Santiago Sequeiros: «La gente con tal de no sentir el verdadero vacío es capaz de cualquier cosa»

Hace ya casi 25 años que el ilustrador y autor de cómics Santiago Sequeiros tuvo la primera idea para ‘Romeo Muerto’, el tebeo maldito que, por fin, ha visto la luz gracias a Reservoir Books y que es ya todo un mito. Muchos pensaban no solo que el comic no saldría jamás de su estado embrionario, sino que tampoco su autor sería capaz de sobrevivir a su leyenda (e incluso de seguir sencillamente vivo). Pero sí; no solo está vivo, sino que, bordeando la cincuentena, se diría que está alcanzando su zenit creativo

Santiago Sequeiros: «La gente con tal de no sentir el verdadero vacío es capaz de cualquier cosa»

Eva Viera

Santiago Sequeiros nació por un azar en Buenos Aires en 1971 (destinaron a su padre a trabajar allí por unos años), pero se crio en Madrid, y luego en Vigo. Estudió Filología Inglesa en Sevilla para luego continuar sus estudios de diseño gráfico en la Escuela Elisava de Barcelona. Hoy en día vive en el pequeño pueblo de Carboneras (Almería), casi retirado del mundanal ruido y, fundamentalmente, se gana la vida con la ilustración.

Sequeiros llamó la atención del underground comiquero barcelonés en los 90’s con Ambigú (Camaleón, 1993), Nostromo Quebranto (Camaleón, 1995) y Tó Apeirón (La Cúpula, 1996). Al año siguiente, en 1997, comenzó la génesis de lo que habría de ser su gran obra: Romeo muerto, un guiño, como dejó dicho su gran amigo Hernán Migoya, al film Romeo is Bleeding, de Peter Medak. Pero la bebida, una relación amorosa fracasada y las ganas de matarse, se interpusieron por el camino. Así, no fue sino hasta 2011, cuando Sequeiros dejó finalmente de beber, que no volvió a retomar -de una vez, y en serio- este proyecto. 

Santiago Sequeiros: «La gente con tal de no sentir el verdadero vacío es capaz de cualquier cosa»
Imagen vía Reservoir Books.

Contra lo que la mayoría de la gente piensa, sin embargo, Romeo muerto no tiene que ver -o no solo- con un intento de expiación del alcoholismo por parte de Sequeiros, ni es tampoco (aunque ésta fuese su simiente) un intento de superación de aquella relación amorosa de los años noventa, sino que forma parte de un continuum (si todo va bien, el autor ha prometido que, con el correr de los años, habrán tres partes más de esta historia).

Él mismo lo concibe como un paso más en su producción; solo que, esta vez, matiza, le ha llevado bastantes más años terminarlo de lo que tenía pensado. «Es simplemente un peldaño más en mis tebeos y sigue el ritmo que sigue», confirma Sequeiros al teléfono, dando entender que lo primero es pagar el alquiler y luego viene la dedicación al cómic. Tal circunstancia, sin embargo, ha servido para ensanchar y dar pábulo a su fama de autor maldito. Cosa que, todo sea dicho, a Sequeiros no le molesta. Nos confiesa: «Me siento cómodo porque cuando todos los escritores que a mí me gustan: Antonin Artaud o Juan Carlos Onetti, por ejemplo, también han sido considerados malditos, porque estaban de alguna manera al margen… ese tipo de figura que está al margen de todo, que hace sus cosas y ya está, pues sí, me reconozco ahí», aunque matiza: «Puedo entender, además, que yo también soy un personaje para la gente, diferente del que soy yo en realidad». Y continúa: «Que te etiqueten de maldito ya te predispone a que no vas a vender mucho, pero es real, yo no vendo mucho. Mis tebeos no son fáciles, no le pongo las cosas fáciles al lector, pero, de otro lado, esta posición, también te protege porque no te pone en una especie de carrera y de pelea y a mí no me gusta ni correr ni pelear».

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Foto: Eva Viera. | Cedida por el autor.

La Mala Pena es un reflejo de mí

Ya desde el principio de su carrera, Sequeiros creó el espacio mítico de La Mala Pena, una mezcla de purgatorio y pudridero, en el cual está ambientada toda su producción: «Una especie de circo ambulante que me he montado en la cabeza desde que tenía 17 años -nos dice el autor-. La idea era meter a todos los personajes en una misma ciudad y que esa ciudad tuviese una serie de rasgos peculiares, sobre todo un cierto realismo mágico». De ahí que se le vincule con el Macondo de Gabriel García Márquez, pero también con el sórdido existencialismo de Juan Carlos Onetti y el espacio inventado en el que transcurren sus novelas: Santa María. Sin embargo, la realidad es que su origen está en el Palomar, el mítico pueblo latinoamericano de Beto Hernández. Respecto de su aspecto formal, los cómics de Sequeiros tienen una gran deuda con el estilo expresionista, duro e impactante, con grandes contrastes entre el blanco y el negro, de Alack Sinner y Carlos Sampayo.

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Imagen del libro. Cedida por el autor.

De otro lado, y es un rasgo que no se ha destacado lo suficiente, está en la obra de Sequeiros el swing perverso, lúdico y lúbrico de Boris Vian, ese ritmo trepidante de un jazz envenenado que se deja sentir en la prosodia de Romeo muerto. El propio autor lo confirma, destacando no solo El arrancacorazones como una de sus obras preferidas del músico y escritor francés, así como el libro de relatos de Lobo-hombre, ambos leídos durante su adolescencia, sino también haciendo referencia al sentido del ritmo de dichos libros. Nos dice sobre su forma de trabajar: «Hago un storyboard y veo que encaje todo, pero sobre todo es el tema del ritmo lo que me interesa. Mientras estoy dibujando estoy pensando en los textos, que al final acaban siempre teniendo otra forma, pero me centro en la musicalidad. Lo veo como una partitura en la que hay como dos tonos, como dos líneas: el texto y el dibujo. Mi objetivo es que vayan vibrando juntos para que fluyan».

La Mala Pena es, al fin, un espejo de la personalidad de Sequeiros. «Se parece mucho a cómo ha ido evolucionando mi cabeza y cómo ha ido evolucionando todo en mi vida -nos dice-. En el origen me interesaba el sentido de libertad, la amoralidad con la que los personajes se comportan de forma autónoma en ese territorio». En referencia a cómo se dispone así la historia en la página, se ha de decir que esto se concreta en dos partes bien diferenciadas: una superior, carnavalesca y libérrima (generalmente en forma de gran travelling visual) y otra, inferior, con voluntad carcelaria (debido a la disposición de las viñetas sueltas, encerradas en sí mismas, sin relación jerárquica con el resto). Lo cual, se ha de destacar, posee un importante correlato moral, pues es la culpa el motor de esta disposición: «La culpa anda buscando al pecado como sea, y encontrará al pecado, porque lo que necesita la culpa es una justificación», afirma Sequeiros sobre esta dualidad que fomenta la tensión que sostiene Romeo muerto y que le permite, al mismo tiempo, que los personajes se comporten de una forma absolutamente autárquica, sin que él, como autor, se vea obligado a dar demasiadas explicaciones al lector. El propio Sequeiros ve esta dualidad en términos de instintos básicos, así afirma que «por un lado hay una sobreexcitación del Eros que, sin embargo, está metido en una opresión del Tánatos».

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Foto: Eva Viera. | Cedida por el autor.

Viviendo entre fantasmas

Romeo es el conserje alcoholizado de un hotel en La Mala Pena y el personaje central que sirve de faro simbólico para esta genialidad en forma de cómic de Sequeiros. Lo cual no quiere decir que sostenga la trama, ya que ésta está trufada de montones de personajes secundarios que van y vienen; la mayoría de ellos provenientes de obras previas de Sequeiros. Personajes que aparecen sin solución de continuidad, al modo del sainete lúgubre, ya que como afirma el autor e ilustrador: «En el fondo siempre estoy hablando de lo mismo, de la confusión sentimental, pero no de la confusión sentimental sobre cómo organizamos nuestras relaciones, sino de la confusión sentimental conmigo mismo y eso no tiene que ver con nada exterior». Por ello, La Mala Pena le interesa a Sequeiros como ente abstracto sobre el que poner en juego sus demonios, aceptando que la densidad habrá de confundir, eventualmente, al lector. Así, se trata aquí menos de comprender racionalmente la intensidad de la emoción que de sentir la materialidad de sus efectos. Y a ello contribuye el propio libro en tanto que objeto, un cómic de formato grande, que anda más cerca del libro de artista que del comicbook, con un entintado feroz que enfebrece a quien lo confronta. 

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Imagen del libro. | Cedida por el autor.

Como decíamos antes, la idea del hotel le sirvió originalmente al autor para hablar de ese tipo de relaciones amorosas que le dejan a uno -tras acabarse- encerrado, viviendo en un fantasma que ya no existe. «Romeo muerto nace de aquí, hasta el momento en el que yo me doy cuenta de que esa metáfora que hago, de ese anclaje a una relación pasada, es una excusa para yo justificarme todo lo que yo estaba haciendo con el alcohol, pero, sobre todo, lo que estaba sufriendo por culpa de mis bloqueos emocionales». Y añade, reinterpretando con el tiempo su propia obra: «Romeo se ha quedado enclaustrado en esa relación y parece que ya está, pero luego te das cuenta de que el hotel es él mismo, o sea que es una metáfora de su propia descomposición personal». Se trata de un engaño, «porque Romeo no podría soportar la verdad, la idea de que realmente ese hombre es incapaz de amar, se sentirse amado». Y ahí está la gran tragedia de esta obra y lo que la eleva a una categoría superior. El enorme vacío de Romeo. Pues es que, concluye Sequeiros: «La gente con tal de no sentir el verdadero vacío es capaz de cualquier cosa». De darse al alcohol, por ejemplo. O de crear una obra maestra como Romeo Muerto. 

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