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Cultura

Mi pueblo es mi plató: el cine español se «ruraliza» 

Numerosas producciones independientes colocan los pueblos como protagonistas en línea con el debate sobre lo rural y su reflejo en la literatura con éxitos como ‘Feria’

Mi pueblo es mi plató: el cine español se «ruraliza» 

'Libertad' | Avalon

No hace mucho, el pueblo era, a efectos de cine español, el convidado casposo de piedra o el pretexto de películas veraniegas a tanto la carcajada.

Al pueblo sólo se iba por necesidades estrictas del guión, cuando muere la abuela o es preciso ocultarse un tiempo de los malos. Los chicos de la Escac, de la Ecam, de las escuelas de cine, salían ya con la mira puesta en las grandes capitales. No ya Madrid y Barcelona, sino Berlín y Londres, París o Nueva York. Cine cosmopolita, de metro suburbano y amores líquidos. 

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Imagen de ‘Alcarràs’ de Carla Simón.

Sin embargo, en los últimos años, el cine español se ha «ruralizado» paulatinamente. Al igual que la literatura (los éxitos de Panza de burro o Feria, entre otros, lo acreditan), las cámaras han vuelto el objetivo al campo, a la España vacía o castiza. El «indie» tira del carro en este regreso a los orígenes y, en ese sentido, Verano 1993 (2017), de Carla Simón, fue una de las cintas que marcó el camino. Este 2021 no hace sino consolidar la tendencia: en los próximos meses verán la luz producciones «rurales» como Alcarràs, de la propia Carla Simón, Secaderos de Rocío Mesa, o Libertad, de Clara Roquet, que ya se proyectó en la Semana de la Crítica de Cannes y que inaugurará en noviembre la Seminci vallisoletana. A ellas se suma, en otro plano de relevancia, la nueva cinta de Pedro Almodóvar, Madres paralelas, que establece un arco precisamente de Madrid al pueblo en línea con la vía abierta por el manchego tras su regreso al campo con Volver (2006) después de revolucionar la comedia madrileña.

El verano y la memoria, como sucedía en Verano 1993, es buena materia de conducción del nuevo indie rural. Sucede con Libertad, una historia de adolescencia localizada en la Costa Brava y en Secaderos, debut de Rocío Mesa, donde campo y ciudad se enfrentan en la mirada de Vera, una niña capitalina fascinada por lo rural, que hace migas con Nieves, una adolescente que anhela la urbe.

La disyuntiva que plantea Mesa es la historia de su vida: «Crecí en Las Gabias, una pequeña localidad rural de la Vega de Granada. El paisaje de mi infancia, a los pies de las montañas de Sierra Nevada, estaba repleto de secaderos de tabaco: enormes construcciones vacías que reinaban el paisaje. Ante mis ojos de niña, que poco sabía de historia o agricultura, estas casas gigantes eran misteriosas guaridas de monstruos que cuidaban de la tierra. Y así es como surge la semilla de Secaderos. Yo he sido Vera y he sido Nieves. He jugado libre en los bellos campos de mi pueblo, imaginando mil aventuras durante mi infancia. Y sin embargo, al llegar a la adolescencia, sentí la frustración de estar atrapada en un lugar demasiado pequeño que ya había perdido su magia».

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Rocío Mesa en el set de ‘Secaderos’. Foto: Alana Mejía González.

Tanto Secaderos como Alcarràs fían la interpretación a actores amateur en busca de una verdad documental localista. En el caso de Carla Simón, una familia dedicada a la cosecha del melocotón en una localidad leridana se enfrenta a la disyuntiva de continuar la estirpe agraria o ceder al impulso de la ‘modernidad’, ejemplificada en los paneles solares. «Esta es una historia sobre la pertenencia a una tierra, a un lugar, pero también un drama sobre las perpetuas tensiones generacionales, la superación de antiguas tradiciones y la importancia de la unidad familiar en tiempos de crisis», señala la directora.

La idea de ‘pertenencia’ viene siendo explorada por Pedro Almodóvar desde Volver, cuyo título ya es indicativo del viaje del manchego desde el cosmopolitismo de la comedia y el melodrama urbanos que le abrió las puertas de Hollywood hacia sus raíces. En los últimos años, el realizador no ha hecho sino acentuar su mirada sobre el pueblo, ya sea en Galicia (Julieta) o en esas cuevas de Paterna que figuran su infancia mesetaria en Dolor y gloria. Con Madres paralelas, Almodóvar vuelve a poner plano contra plano la ciudad y el pueblo, la presunta modernidad en la que cada cual puede refundar su biografía con el espacio de la memoria y los orígenes.

El viraje del cine español hacia el pueblo se incardina en un debate socio-cultural con la España vacía, los modos y valores tradicionales y la crisis de identidad de las capitales como centro. Una ‘conversación’ que va de La España vacía (Sergio del Molino, 2016) a Feria (Ana Iris Simón, 2020) en el ámbito de las letras, sin olvidar otros éxitos muy deudores de este interés renovado por la tierra y lo local frente al cajón de sastre o agujero negro de la gran ciudad: Panza de burro (Andrea Abreu, 2020), Tierra de mujeres (María Sánchez, 2019), Los asquerosos (Santiago Lorenzo, 2018) o Un hípster en la España vacía (Daniel Gascón, 2020). En lo cinematográfico, el éxito de crítica de Verano 1993 abrió el camino a historias alejadas de las grandes avenidas y las disyuntivas del urbanita atribulado.

 

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Imagen de ‘Madres paralelas’ vía El Deseo.

La crisis económica y sanitaria derivada del Covid no hacen sino reforzar la tendencia hacia un cine de producción modesta con criterios ‘kilómetro 0’. Si bien en 2019, el coste medio de producción del cine español se situó en 3,4 millones de euros, lo que suponía una recuperación hasta niveles de 2009, el parón del coronavirus ‘juega a favor’ del cine independiente, más humilde en lo económico, al tiempo en que la imposibilidad de rodar fuera de España o en entornos masificados hacen que los entornos rurales adquieran gran relevancia. De esta manera, tanto la economía como el debate socio-cultural, retroalimentados, explican en parte este auge del indie rural que en el último trimestres de 2021 se consolidará en las pantallas. De la Costa Brava a la vega granadina, pasando por la inevitable Mancha almodovariana, el cine español reflexiona sobre un país, sus gentes y sus orígenes en tiempos de vacas flacas.

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