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Economía

Por qué NO donar ropa, comida y trastos a países en desarrollo

Contrario a lo que mucha gente piensa, donar ropa, comida y trastos generalmente no es la mejor manera de colaborar con países en vías de desarrollo.

Por qué NO donar ropa, comida y trastos a países en desarrollo

En el primer mundo se piensa: los niños de Zimbabwe apenas tienen juguetes, los jóvenes de Burundi no llevan zapatos y  en los países del Cuerno de África, sacudidos por incesantes hambrunas, toda donación en especie podría servir de ayuda. Mientras tanto, los trastos inservibles se acumulan en el desván, haces espacio en el armario porque las zapatillas de la última temporada, que ya no están de moda, ocupan el espacio reservado para nuevas adquisiciones y buena parte de los alimentos que compras acaban en la basura porque sencillamente, sobran.

Entonces, llega el engañoso momento de iluminación: “Si tengo cosas que otras personas necesitan, ¿por qué no donarlas? Así, además de deshacerme de ellas, llevaré a cabo una acción solidaria”. Se trata de un autoengaño común pero más peligroso de lo que imaginas. Lo cierto es que en la mayoría de los casos, enviando ropa usada, trastos y comida a países en vías de desarrollo no sólo no ayudas a nadie, sino que podrías acabar perjudicando.

Querer ayudar no es excusa para desconocer las consecuencias de lo que estás haciendo, así que antes de empezar, con toda la buena intención, a repartir tus desperdicios, ten en cuenta lo siguiente.

Las donaciones pueden ralentizar el crecimiento de la economía local

Un artículo publicado en la revista Time, ya lo advertía hace algunos años: “No es tan difícil conseguir camisetas en África, e inundar el mercado de productos gratuitos podría arruinar a las personas que ya las venden”. Donar ropa es un tema sensible en África porque las industrias textiles de muchos países se derrumbaron bajo el peso de las importaciones de ropa de segunda mano que se introdujeron en los años setenta y ochenta y conviene actuar para eliminar esa lacra. Como apuntaba James Shikwati, director Inter Region Economic Network de Nairobi, «primero destruyes la capacidad de producción textil de estos lugares y luego dices: ‘¿Puedo darte una camiseta y celebrarlo?’. Es como ofrecer veneno recubierto de azúcar”.

Vanesa Anaya, responsable de comunicación de la Fundación Agua de Coco, apunta que parte del problema radica en la imagen estereotipada que se tiene de África como continente empobrecido, lleno de niños hambrientos y falto de recursos: “Aunque en muchas ocasiones la dureza de la situación es real, esto contribuye a tener una visión paternalista. La gente, con toda su buena intención, quiere contribuir a mejorar la vida de las personas en países empobrecidos, pero lo primero que proponen es siempre enviar cosas, incluso trastitos que allí son inservibles”.

Por qué NO donar ropa, comida y trastos a países en desarrollo
Mercado en Mali | Imagen: Kraig Peel / Flickr creative commons

 

Desde su punto de vista “el problema es dar por hecho que unas camisetas viejas que tienes por casa van a servir allí, ese concepto de enviar cosas sobrantes. En el caso de la comida, por un lado, muchas las organizaciones no disponen de recursos para hacerlas llegar, y por otro, te aseguro que es posible comprar arroz, leche y harina allí mismo, contribuyendo así a fomentar el mercado local”.

La cultura de la recogida de alimentos y objetos proviene de la época en la que las ONGs basaban su trabajo en la caridad de la ayuda humanitaria, pero a estas alturas cada vez son más las organizaciones que sientan sus bases en la ayuda al desarrollo. Este cambio de actitud se resume en una frase algo manida pero irrebatible: “Dale un pez a un hombre y comerá un día; enséñalo a pescar y comerá siempre”.

 

África no es un vertedero

Rasna Warah, conocida periodista keniata y autora del libro Missionaries, Mercenaries and Misfits, declama alto y claro la triste realidad: «África es el mayor vertedero del planeta, todo lo que sobra se trae aquí y lo triste es que los gobiernos africanos no dicen que no, de hecho, dicen: ‘Por favor, envíenos más’. Abdican de la responsabilidad de sus propios ciudadanos (…) La solución a largo plazo no es este tipo de ayuda»

Tal y como apunta Vanesa Anaya, existe un grave problema en la gestión de la basura en muchos países africanos, y en muchos casos, bienes enviados desde aquí con buenas intenciones, acaban en vertederos contaminando el medioambiente y generando dinámicas sociales muy peligrosas como la explotación laboral infantil. Según su opinión, el caso de las nuevas tecnologías es especialmente grave: “porque hay una tendencia a enviar ordenadores viejos que casi no funcionan. Al cabo de un par de años estos ordenadores no sirven para nada y acaban allí”.

A veces es mejor no enviar nada que enviar un trasto inservible que acabe en un área de basuras donde reciclar o remodelar resulte inviable, y “lo mismo ocurre con otros objetos y materiales con una vida útil corta que acaban abandonados en el río, lago o ciudad en lugares que no tienen una adecuada gestión de los residuos”. Ya bastante grave es la situación de los vertedores de residuos tecnológicos en África como para que además, contribuyamos a su perpetuación sin ser conscientes de ello.

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Partes de equipos electrónicos en los vertedoros de residuos en Ghana | Imagen vía EFE/Jane Hahn

Se pueden enviar cosas más útiles

Aunque te guste pensar que tus juguetes de infancia cobrarán una nueva vida en manos de un huérfano africano, el dinero que es necesario invertir para enviar un cargamento de osos de peluche a países empobrecidos podría utilizarse en cubrir necesidades más apremiantes, como medicamentos o personal que lleve a cabo proyectos sociales o de economía sostenible desde el terreno.

Desde la Fundación Agua de Coco explican que en su caso sólo se limitan a llevar productos bajo ciertas condiciones: que los haya demandado su equipo desde los lugares en los que trabajan; que sean difíciles o imposibles de conseguir en el país; y que no puedan ser sustituidos por otro producto local.

Por supuesto esto no quiere decir que en todos los casos debamos limitarnos a donar medicamentos, pero sí conviene ser consciente de qué se necesita y qué no. Por ejemplo, si una ONG tiene un proyecto para incentivar la inclusividad mediante el deporte, la donación por parte de una empresa de un cargamento de botas de fútbol, será útil. Por el contrario, si tienes unas zapatillas viejas en casa y pretendes entregárselas a una asociación con pocos recursos que trabaja en el ámbito de la salud, allí también son basura.

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Una niña se sostiene de la cinta de la ropa que ha tendido en la barriada de Kangemi en las afueras de Nairobi | Imagen vía
REUTERS/Darrin Zammit Lupi

Perpetúas un modelo de consumo dañino

Si tienes montañas de ropa de la que quieres deshacerte pero sientes la necesidad de comprar prendas nuevas, posees trastos inservibles porque eres incapaz de darles una nueva vida por ti mismo y en tu nevera la comida caduca antes de que la toques, algo estás haciendo mal. Puede que la clave no sea donar tus desperdicios a un país empobrecido, sino consumir menos y hacerlo de forma más consciente.

Estamos lejos de alcanzar un sistema económico igualitario y resulta difícil escapar de las garras del consumismo, pero cada acción cuenta. Si en lugar de comprar diez camisetas de 4€ fabricadas con mano de obra barata adquiriéramos una con garantías de comercio justo proveniente de un país en vías de desarrollo, entonces sí, la solidaridad tendría otra cara.

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