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Refugee Food Festival: cuando el chef es un refugiado

Pierre perdió a toda su familia y ahora está solo en Madrid, arrastra una mirada triste y su pelo es rubio en un tono intenso. “La vida es complicada”, dice, echando la mirada abajo. “Estoy aquí como refugiado político”. Tiene 27 años y salió de Camerún siendo muy joven; apenas 22 años y no tuvo más remedio que dejar atrás su vida en África. Después de un largo camino llegó en 2015 a España; vivió por 10 meses en un centro de Ceuta hasta que le concedieron el asilo. Pierre se fue de Camerún acosado por ser homosexual.

Refugee Food Festival: cuando el chef es un refugiado

Pierre perdió a toda su familia y ahora está solo en Madrid, arrastra una mirada triste y su pelo es rubio en un tono intenso. “La vida es complicada”, dice, bajando la mirada. “Estoy aquí como refugiado político”. Tiene 27 años y salió de Camerún siendo muy joven; apenas 22 años y no tuvo más remedio que dejar atrás su vida en África. Después de un largo camino llegó en 2015 a España, vivió 10 meses en un centro de Ceuta hasta que le concedieron el asilo. Pierre se fue de Camerún acosado por ser homosexual.

“En mi país hay mucha tradición, no se acepta”, dice Pierre, en un castellano todavía pobre. “En África no tienes libertad si eres homosexual, transexual o lesbiana. Allí existe la mutilación genital. En África es complicado. En África matan por eso”. Pierre cuenta que su padre lo rechazó, que tiene un hermano en Francia con quien no se habla, que su madre fue la única que lo protegió. “Pero mi madre está muerta”, dice. “Yo estaba aquí cuando murió”.

 

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Pierre, refugiado camerunés, en el restaurante L’Artisan. | Foto: J.R./The Objective

 

Y aunque no pudo terminar la escuela, siempre se interesó por la cocina; ahora estudia en una escuela gastronómica en Alonso Cano y vive como puede en Madrid, en un piso compartido que le dispuso un amigo dominicano. Cuenta que le interesa la comida francesa, la americana, que va conociendo la española. “Hago cocido”, dice. Ahora participa en una iniciativa, Refugee Food Festival, que nació de la sinergia de la ONG Food Sweet Food y de Acnur, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados. Pierre estará este fin de semana cocinando en el restaurante L’Artisan, en la calle Ventura de la Vega.

España solo ha acogido a 744 de los 17.000 refugiados a los que se comprometió en Bruselas

 

En esta campaña, puesta en marcha el año pasado en París y extendida en esta ocasión a ciudades como Madrid, Florencia o Ámsterdam, varios cocineros –todos ellos refugiados- comparten su cultura a través de la cocina en una serie de restaurantes que se prestan como voluntarios. El resultado en Madrid es nueve restaurantes que dan empleo a ocho refugiados de cuatro nacionalidades durante una semana –en días alternos-, ofreciéndoles la oportunidad de compartir sus inquietudes culinarias con sus comensales.

Refugee Food Festival, que termina su segunda edición este domingo, es una ocasión para dar visibilidad a los desplazados. Hay historias trágicas detrás de cada uno de ellos; esta iniciativa nos empuja a esforzarnos por comprenderlos, por escucharlos. España es el país que más donativos privados aporta a Acnur. Sin embargo, es el mismo país que incumple los acuerdos de acogida de refugiados pactados en Bruselas: se comprometió a acoger a 17.000 personas y solo han llegado 744.

 

Refugee Food Festival: olvidando entre fogones la tragedia de ser refugiado
Mariana, ofreciendo uno de sus postres. | Foto: J.R./The Objective

 

Mariana también tuvo que abandonar Ucrania con su marido y con su hijo. Tiene 24 años y estudió Económicas en la universidad de su ciudad, Ternópil, a 200 kilómetros de Polonia. Llegó hace un año y medio y su gran barrera, confiesa, es el idioma. “Quiero vivir en España, quiero trabajar en la repostería”, dice Mariana, que prepara postres en el restaurante Keyaan’s (Blasco de Garay, 10). “Me gusta muchísimo la gente de aquí”. Mariana huye de un país en guerra, con todas sus consecuencias, y sigue en contacto con su madre, a la que escribe por WhatsApp. “España nos ha ayudado muchísimo”, dice, agradecida. “En un futuro me gustaría abrir una pequeña pastelería”. Mariana no piensa en regresar a Ucrania.

Tampoco lo hace Pierre, que remueve una tila que no ha probado. “No puedo volver a Camerún, no tengo familia allí”, dice, muy serio. “Yo sueño con estar en España, con tener mi propio negocio: un restaurante con comida de cuatro continentes –África, América, Asia, Europa-. Y ya está”.

 

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