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Nuestros militares en submarinos, cero intimidad y el sigilo como bandera: "Somos como murciélagos, no vemos pero oímos muy bien"

A submarinos se llega por vocación: menos de 100 metros cuadrados habitables para 68 personas, camarotes de siete literas con una diminuta taquilla y una ducha y dos retretes para toda la tripulación

Nuestros militares en submarinos, cero intimidad y el sigilo como bandera: «Somos como murciélagos, no vemos pero oímos muy bien»

Un día con los 'Boinas Verdes' de la Armada, los militares con las misiones más duras: "Entra quien puede, no quien quiere"

«Somos como murciélagos, no vemos pero oímos muy bien». Así describe a los submarinos de la Armada Española[contexto id=»438916″] el teniente de navío Carlos Noval.  Las misiones de los sumergibles españoles pasan desde asegurar las costas hasta obtención de inteligencia, pero siempre de forma encubierta, con el sigilo como bandera. El periscopio se saca pocas veces, y cuando se hace, la maniobra dura unos pocos segundos. Nuestros submarinos son los fantasmas del mar. Nadie sabe que están ahí pero velan por nuestra seguridad a 300 metros de profundidad y equipados con potentes tubos lanzatorpedos.

Nuestros soldados en submarinos: cero intimidad y una ducha para 60 personas a más de 200 metros de profundidad 1
Un helicóptero de la Armada sobrevuela el submarino Mistral en aguas de Cartagena. | Foto: Rodrigo Isasi

Actualmente, en el Mediterráneo, donde se desarrollan la mayoría de nuestras misiones submarinas, hay otros siete países que tienen sumergibles: Francia, que tiene 10; Italia, que posee ocho; Argelia, con seis; Grecia, con 11; Israel, que tiene cinco; Egipto, con ocho y Turquía, que posee 12, lo que la convierte en la segunda flota de submarinos más grande de la OTAN, después de Estados Unidos. Nuestro vecino Marruecos no tiene submarinos, de momento, pero busca a quién comprarlos.

Hablamos con el teniente de navío Carlos Noval, con el sargento Daniel López y con el cabo Jorge Wilfredo en una pequeña habitación del submarino Mistral, que acaba de regresar de una misión en el Mediterráneo. Aquí los espacios son reducidos. Menos de 100 metros cuadrados habitables para 68 personas: camarotes de siete literas con una diminuta taquilla y una ducha y dos retretes para toda la tripulación. No hay intimidad.

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De izquierda a derecha: el teniente de navío Carlos Noval, el sargento Daniel López y el cabo Jorge Wilfredo posan delante del submarino Mistral | Foto: Rodrigo Isasi

Submarinos es un destino voluntario para el que «no todo el mundo vale”, me dicen en reiteradas ocasiones. Lo entiendo. Vivir hasta 45 días -el tiempo máximo que un submarino español puede pasar navegando- sin apenas conexión con el exterior -no hay wifi-, con un calor infernal y una ducha de tres minutos cada tres días, no es fácil. «Una vocación de servicio», como ellos mismo dicen. De servicio a España y a todos sus ciudadanos.

El día a día en el submarino Mistral

Una vez dentro del submarino no hay casi diferencias de clases. Los empleos siguen siendo los mismos: oficiales, suboficiales y marineros, pero todos ellos viven en las mismas condiciones.

Tan solo el comandante tiene una minúscula habitación para él solo. Los demás afortunados tienen a seis compañeros de habitación. Digo afortunados, porque en el caso de que el submarino vaya al completo de su capacidad no hay camarotes para todos y los colchones se instalan en hileras en la sala de torpedos.

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Camarote y ducha del submarino Mistral. | Foto: Rodrigo Isasi

Es difícil explicar como huele un submarino -espacio cerrado, humanidad, gasóleo- pero una cosa está clara: el olor que apenas percibes dentro te lo llevas a casa impregnado en la ropa. Ya me lo habían avisado.

La jornada a bordo del Mistral se desempeña, básicamente, en los 40 metros cuadrados que componen el pasillo de medio metro de ancho del submarino. El buque cuenta, además, con dos espacios más amplios: los puestos de control del submarino -donde una estampita de la Virgen del Carmen vela por nuestros militares– y la zona de los salones comedor para oficiales, suboficiales, cabos y marineros.

La jornada laboral durante los despliegues se divide por guardias de mar (normalmente tres guardias de unas ocho horas al día cada una). No obstante, la realidad es que los militares a bordo de los sumergibles españoles están en estado de alerta las 24 horas del día durante el tiempo que dure el despliegue, por lo que hace falta un buen estado de forma física y una actitud muy positiva.

Mistral, Galerna y Tramontana: los submarinos españoles con nombre de viento

España tiene tres submarinos: Mistral, Galerna y Tramontana. Antes teníamos cuatro, pero el Siroco fue dado de baja en 2012. Todos ellos, con nombres de distintos tipos de de vientos, han sido botados en los años 80, cuentan a sus espaldas con más de 30 años de servicio, que no son pocos, y están inspirados en el diseño francés: Clase Agosta.

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El submarino Mistral en Cartagena. | Foto: Rodrigo Isasi

Con capacidad para 68 personas, estos submarinos pueden alcanzar una profundidad máxima de 300 metros. Por debajo de 450 metros, el casco resistente (el tubo interior de acero que protege a la tripulación y a todos los equipos) no soporta la presión exterior y colapsa. Implosiona y se deforma.

Hay dos pequeñas esclusas de evacuación por las que los militares podría salir del submarino en caso de necesidad. Sirven también para infiltrar (desplegar) o exfiltrar (recoger) de forma encubierta a equipos de la Fuerza de Guerra Naval Especial (FGNE), el cuerpo de Operaciones Especiales de la Armada.

Cuentan que los operadores de la FGNE también han salido del submarino, en alguna ocasión, por los tubos lanzatorpedos. En el Mistral dicen haber oído hablar de ello, pero nunca lo han visto.

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Operadores de la Fuerza de Guerra Naval Especial (FGNE) en la cubierta del submarino Mistral. | Foto: Rodrigo Isasi

Los submarinos españoles todavía sirven,  pero ya piensan en jubilarse con la llegada de los S-80, los cuatro submarinos diseñados y fabricados en España por Navantia que van a mejorar enormemente nuestras capacidades militares submarinas pero que a España le están saliendo caros. Un programa de casi 4.000 millones de euros -cada submarino tendrá un coste unitario de 976 millones-.

¿Cómo combatir la monotonía a bordo de un submarino?

«Organizamos carreras de coches», me cuentan. «Cada uno diseña su propio coche y luego los probamos». También organizan un bingo los domingos o se reúnen en la sala de la cantina -por grupos, todos juntos no caben-. Otros militares optan por hacer ejercicio -sí, a pesar del espacio se puede- con pequeñas mancuernas o haciendo dominadas. Leer o ver películas en el ordenador son otros de los pasatiempos diarios.

Sin duda, el momento del día más esperado es el de la comida. En una cocina minúscula dos cocineros preparan la comida para toda la tripulación. Todo un reto del que salen bien parados, y es que según me cuentan, en submarinos se come muy bien y sano -los fritos aquí están prohibidos por la falta de ventilación-.

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Cocina del submarino Mistral. | Foto: Rodrigo Isasi

Los restos de la comida y de basura orgánica se arrojan al mar por una esclusa preparada para ello. Todas las bolsas se agujerean primero, para evitar que se queden flotando y revelen la presencia del submarino. Los buques de guerra están exentos de cumplir el convenio MARPOL, que previene la contaminación marina.

Una gran familia bajo el agua

Si hay algo de lo que pueden presumir los submarinistas de la Armada es de su camaradería. No les queda otra, son muchas horas juntos en un espacio reducido.

A bordo los momentos difíciles se llevan como se puede, con el poyo de los compañeros.  Con la familia apenas hay contacto mientras se navega. «El momento más difícil para mí ha sido enterarme de la muerte de un familiar cuando estaba a bordo del Tramontana», nos cuenta el cabo Jorge Wilfredo. Para el teniente de navío Carlos Noval fue precisamente lo contrario. El no supo del nacimiento de su hija hasta unos días después.

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Escotilla de entrada y salida del submarino Mistral. | Foto: Rodrigo Isasi

Pero a pesar de las dificultades, de los retos y de las duras condiciones de vida, todos ellos reconocen que siempre han querido ser militares. «Yo siempre quise ser militar, marino, pero nunca quise ser submarinista», dice el teniente de navio Carlos Noval mientras sus compañeros ríen, «pero cuando no enseñaron las capacidades de los submarinos y lo que hacen supe que esto era lo mío».

Ascendemos por las escalerillas y abandonamos el Mistral. La suave brisa de Cartagena nos recuerda esa sensación de libertad que apenas se vive dentro de este cetáceo de 1.700 toneladas de acero. Servir en un submarino de la Armada y no ver la luz del sol durante 40 días no es fácil. A submarinos se llega por vocación, desde luego. Una vocación de servicio a España tremenda para regresar a casa «con la satisfacción del deber cumplido», como dicen en al Armada. Ahora se entiende mejor el lema de la Escuela de Submarinos: «Preparados para todo».


*Consulta todos nuestros reportajes sobre Defensa[contexto id=»438916″]: Las Fuerzas Armadas de España desde dentro. Ejércitos del mundo, industria y ámbito militar como nunca antes te lo habían contado.*

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