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¿Hemos aprendido algo en esta pandemia?

Luego de más de un año viviendo con el virus, ¿podemos decir que hemos aprendido algo? Escritores, periodistas y ensayistas han reflexionado sobre el tema desde el primer confinamiento.

¿Hemos aprendido algo en esta pandemia?

Parastoo Maleki | Unplash

196 días y sus 195 noches sin hacer nada. 196 días del estado de alarma que terminó la madrugada del domingo 9 de mayo de 2021. Las celebraciones atiborradas de personas en las calles de las capitales españolas generaban dudas sobre si habíamos pasado o no por 78 mil muertes debido al virus más virulento[contexto id=»460724″] de nuestra historia.

Durante el confinamiento uno de los grandes lemas en España era que de esta situación saldríamos mejores como sociedad. ¿Es eso cierto? El 27 de abril de 2020, el escritor Jorge Carrión se preguntaba en su falso diario pandémico Lo viral (Galaxia Gutenberg, 2020): «¿Qué somos? ¿Quién soy? ¿Tienen sentido el yo, nosotros, el mundo?» El escritor señala estas preguntas para entender que, lo quisiéramos o no durante el confinamiento, la mayoría de nosotros hicimos un viaje donde nos retrotraíamos, reflexionamos y nos preguntábamos sobre nuestra identidad, porque, justamente en pandemia y confinados, las etiquetas binarias de buenos o malos, migrantes o arraigados, «paseantes o sedentarios», desaparecían y nos convertíamos todos en una sola gran masa en crisis.

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Ambiente en la Puerta del Sol de Madrid tras el fin del estado de alarma. EFE/Luca Piergiovanni.

Por su parte, la escritora Aixa de La Cruz, en la compilación de ensayos El Ensayo empieza aquí, una iniciativa editorial que nace a partir de la cancelación Gutun Zuria, Festival Internacional de las Letras de Bilbao, que estaba previsto para el mes de marzo de 2020 pero que se pospuso por la pandemia, apunta que «los buenos personajes son los personajes que cambian. Los buenos personajes son contradictorios, porque la contradicción los humaniza».

«La esfera pública se sigue castigando la ductilidad y celebrando el inmovilismo»

Es por ello que De La Cruz señala cómo en «la esfera pública se sigue castigando la ductilidad y celebrando el inmovilismo» ya que durante los meses de desconfinamiento el gobierno español rectificó su posición sobre las salidas de los niños a la calle «después de recibir un aluvión de críticas por parte de la ciudadanía», y esa rectificación, más allá de lo que se señalaba como un mal giro del timón por parte el gobierno con respecto a la pandemia, también podía ser leído como parte «un proceso de adaptación continua a condiciones que no hacen más que variar, y que vivir para confirmar un esquema previo es una forma pobre de vida».

En el mismo ensayo publicado por el Gutun Zuria, la periodista Marta Peirano confirma que para tener éxito en la gestión de una epidemia hace falta «tener un especialista adecuado, unas instituciones científicas y sanitarias abiertas y una administración receptiva con dotes de comunicación». Además, añade algo que quizás no hace cuestionarnos si hemos aprendido algo o no: «para que ese éxito no se vuelva en tu contra, hace falta: una ciudadanía capaz de entender el proceso. Hace falta educación».

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La consejería de Salud y Familias ha comenzado esta tarde en Almería la vacunación de los trabajadores de Salvamento Marítimo que aún no habían recibido la vacuna a pesar de su elevada exposición al contagio por la COVID-19 derivada de la atención a inmigrantes . EFE / Carlos Barba

Quizás más que educación era entender lo que le pasaba a los otros. Quizás era educación emocional, además de académica. No es de extrañar que la periodista Rebeca Yanke en La ciencia de la amabilidad (Esfera de los libros, 2021), exponga cómo la vida no solo nos cambió para quitarnos libertades en la movilidad o exponer nuestros miedos más íntimos, también cambió nuestra forma de relacionarnos con nosotros, con los demás y con la tecnología. «Al principio parecía que la denostada tecnología nos ayudaba: permitía videollamadas, teletrabajar… hasta que la propia situación de aislamiento, esa mirada de todos juntos hacia adentro, comenzó a cambiar» creando el momento perfecto para «reconectar con nuestros sentidos y apreciar sensaciones más sutiles».

Para Yanke este año de pandemia nos ha vuelto más reflexivos, quizás más conscientes antes que la vida prepandemia, o eso quiere creer, ya que uno de los estudios de la revista Frontiers in Psiquiatry mostraba que la principal consecuencia del confinamiento había sido la depresión, porque como dice una de las psicólogas entrevistadas por Yanke, «la pandemia no se vive, se atraviesa».

«La pandemia no se vive, se atraviesa»

A su vez, el crítico y escritor Iván de la Nuez cree que lo que se nos ha insertado y que acabó de redondearse aceleradamente en el año 2020 ha sido la tecnología y nuestra relación con ella ya que «el ciclo productivo que comenzó en 1989, cuando la nueva era global se instauró con aquel cambio de un PC (Partido Comunista) por otro PC (Personal Computer)”. Para De la Nuez en su aporte a la compilación El Ensayo empieza aquí, el problema sistémico tiene que ver con cómo se ha afrontado ese capitalismo disfrazado de progreso que ha venido a engañarnos con la pandemia. «Si en 1989 el paso a la producción digital significó una mutación en el sentido del trabajo, en este 2020 la pandemia ha servido para avanzar una transformación en el espacio de ese trabajo.» El narrador interpela lo que nos sucede apuntando a la tecnología como un placebo: «en 1989 millones de personas quedaron a la intemperie, una vez demolido el Estado vigilante y a la vez protector del comunismo. La intemperie, acaso, dejó a los ciudadanos del poscomunismo con más libertad, pero también con más frío. ¿Qué mejor paliativo, ahora, que hacer descansar la explotación en tu propia casa, con techo, sofá, internet y lejos de cualquier cosa parecida a una comunidad?».

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Osvaldo Pereira, de 87 años, el primer Dj de Brasil toca una consola de música en su vivienda el 8 de mayo de 2021, en Sao Paulo (Brasil). EFE/ Sebastiao Moreira/Archivo Foto: EFE

A pesar de estos malos reflejos paliativos, la periodista Rebeca Yanke cree que podemos empezar a cultivar la amabilidad y la humildad, para sobrellevar esta carga pandémica. La periodista cita un estudio del psicólogo Daryl van Tongeren donde se demuestra que la humildad ya ha abandonado su cercanía con lo religioso y se ha acercado a lo psicológico, por lo tanto, la práctica de la humildad puede ayudar a «crear relaciones más sanas, barrios más pacíficos y sociedades más serenas». Según el estudio, la humildad es «la capacidad de poder reconocer las limitaciones y habilidades de uno en lugar de centrarse en sí mismo», no es de extrañar, según Yanke, que la humildad se estudió y se promovió tanto en 2020 para regular la incertidumbre pandémica.

La humildad es «la capacidad de poder reconocer las limitaciones y habilidades de uno en lugar de centrarse en sí mismo»

Esa incertidumbre actualmente parece ser la «nueva normalidad», ese término ambiguo que desvela que sí existía una norma sin matices ni cuestionamientos y que, según el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, vivimos desde la desescalada en 2020. Quizás este término tan ambiguo es lo que lleva al escritor Jorge Carrión a cerrar su libro explicando la palabra, a recordar su horror en la ciencia ficción, a recordarnos que las muertes siguen y que el mundo está cambiando. Sin embargo, páginas anteriores a explicar el famoso término, que parece olvidarse cada día mientras nos vacunamos, el escritor sentencia: «Sea lo que fuere lo que vendrá después de la pandemia, no debemos olvidar una de las lecciones de estos meses enfermos: la actitud cosmopolita y la estoica son complementarias, y deseables en la práctica ciudadana, como lo son también la paciencia y la atención».

Luego de sus 196 días y sus 195 noches, ¿qué has aprendido?

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