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Oficios de la muerte: Morir en tiempos del big data

Oficios de la muerte: Morir en tiempos del big data

Cibercementerios, perfiles memoriales en redes, avatares con los que resucitar a un ser querido y una vida entera para pensar en nuestra reputación digital post mortem. ¿Está cambiando Internet el modo en que nos relacionamos con el mayor y más certero misterio de todos?

 

Voy a plantearte una situación en la que es probable que nunca hayas pensado, entre otras cosas porque solemos evitar aquello que nos asusta. Imagina que tras sufrir un terrible accidente los médicos declaran que tu cerebro ha muerto y le ofrecen a tu familia recopilar toda la información que hay sobre ti en Internet –tus cuentas de correo, lo que has posteado en redes, tus mensajes de whatsapp, tus fotos de Instagram…- y crear un nuevo cerebro con inteligencia artificial que sustituya al dañado. ¿Aceptaría tu familia solo para mantenerte con vida? Es más, ¿estarías vivo o solamente existirías? De hecho, déjame que te diga que existirás siempre. Serás información almacenada en la red indefinidamente, pero en este supuesto ya no tienes ningún control sobre ella. Y ahora, un segundo escenario: imagina de nuevo que justo antes de morir hay un botón que puedes pulsar para borrar todos tus datos de la red, ¿lo pulsarías?

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¿Alcanzaremos la inmortalidad virtual?

 

Internet no solo ha cambiado el modo en que vivimos y nos relacionamos con los otros, sino también ha alterado nuestra forma de enfrentarnos a la muerte, la propia y la ajena. Plataformas como Facebook permiten convertir los perfiles en memoriales –de hecho, se estima que en 2098 habrá más perfiles de usuarios fallecidos que vivos en la red de Zuckerberg– y cada vez estamos menos cohibidos para hablar del dolor de la pérdida o expresar nuestra inquietud por los temas mortuorios, al menos en las redes, tanto que ya existen cuentas y hashtags en Instagram como deathstagram o griefstagram, donde los usuarios recuerdan a sus familiares fallecidos o a sus mascotas, se hacen selfies durante el proceso de duelo o una larga enfermedad.

Y mientras hay quien se plantea si esta nueva relación con la muerte es real o simplemente ‘virtual’, aunque lo virtual sea una parte exponencialmente importante de nuestras vidas, hay otra segunda cuestión que cada vez nos preocupa más. O tal vez, nos haya preocupado siempre pero ahora, Internet mediante, de otra manera: Si los correos que enviamos, las fotos que compartimos, los comentarios –desafortunados o no- que hacemos en Twitter, todas las páginas que visitamos y, en suma, todos los datos que hemos proporcionado en la red dejan un rastro de información –una huella- que configura una parte de nuestra identidad digital, ¿qué ocurrirá con esa porción tan privada o pública de nosotros cuando muramos?

 

La tecnología blockchain protege la identidad digital, pero también podría poner en peligro en el derecho al olvido de las personas fallecidas.

 

Desde su creación en 2012, la empresa Mi Legado Digital ha realizado más de 950.000 testamentos digitales donde las personas anticipan sus últimas voluntades virtuales: quiénes serán los albaceas de sus cuentas y contraseñas, qué uso se les dará, quién heredará sus bitcoins… También pueden dejar un vídeo de despedida, canciones e incluso un último post que se publicará a su muerte, o más de 50 mensajes que acompañarán a sus familiares en diferentes momentos de su vida futura. Y sin embargo, uno de los aspectos cuyo interés está creciendo a medida que también lo hace el número de usuarios que fallece es su reputación online póstuma. “A la gente le preocupa muchísimo la imagen que se tiene sobre ella, pero también cómo serán recordados. Si existen en la red multas pendientes, antecedentes penales o publicaciones en su muro que atenten contra el derecho al honor o la intimidad”, cuenta Judith Giner, CEO de Mi Legado Digital, quien afirma en un futuro próximo la demanda será aún mayor porque los nativos digitales todavía son muy jóvenes. La empresa ofrece otros servicios como el ‘derecho al olvido’, o el borrado total o parcial del rastro digital, algo que será cada vez más difícil de hacer con el avance de la tecnología blockchain.

 

¿Estaremos eternamente fichados?

El llamado Internet del futuro funciona como una enorme base de datos compartida entre grupos de usuarios que aspira a democratizar la información en Internet y también a proteger nuestra identidad digital. Si bien empezó a utilizarse para hacer transacciones económicas sin intermediarios, hoy día países como la India han anunciado que utilizarán esta nueva tecnología para emitir certificados de nacimiento. Y también ha empezado a emplearse para hacer testamentos digitales. “Ahora mismo en España tenemos un gran problema con los testamentos vitales –voluntades anticipadas-, que en muchos casos ni siquiera se consultan una vez ha fallecido una persona. Por eso creamos un testamento inteligente que utiliza tecnología blockchain y hará las veces de notario online que guardará automáticamente cualquier modificación que hagas en tus contraseñas, lo que era inviable con el notario de toda la vida. Pero plantea un dilema, porque cualquier cosa que hagas va a quedar registrada en tu historial sin posibilidad de ser borrada, así que no sabemos qué ocurrirá con el derecho al olvido”, añade Giner.

 

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A finales de siglo XXI habrá más perfiles de usuarios fallecidos que vivos en Facebook. ¿Qué hará con ellos la red social?

¿Avatares o espectros del mañana?

Hoy Michael Jackson tuitea desde el Más Allá. Y a él jamás se le pidió el consentimiento. Aunque muchos sigan afirmando que se trata de una moda, delitos como la suplantación de identidad digital de personas fallecidas podría evitarse en un futuro con blockchain. Lo que tal vez no puedas controlar es que tus nietos acaben convirtiéndote en un avatar, lo cual puede ser tan emotivo como siniestro. Start-ups como la norteamericana Eterni.me, que ya tiene unos 30.000 usuarios, ofrecen desde hace unos años la posibilidad de crear chatbots de personas fallecidas que emulan su personalidad, latiguillos, gestos, charlan y dan consejos usando para ello la información recabada en las redes –correos, comentarios, conversaciones…-. Sí, como el famoso capítulo de Black Mirror. Algo que con lo que más de un geek fantasea, la posibilidad de alcanzar así la tan ansiada inmortalidad en el ciberespacio. O eso sería si nuestra consciencia siguiera estando con vida.

 

 

Para el doctor Carl Öhman, investigador de la Universidad de Oxford, esta nueva relación virtual con la muerte y la cantidad de empresas que se han subido al carro de un negocio ya de por sí lucrativo plantea riesgos, sobre todo éticos: “No me asusta que vayan a crear un mundo zombi lleno de avatares digitales de amigos y parientes muertos. Sin embargo, almacenar datos en los servidores es costoso y compañías como Facebook encontrarán la forma de hacer frente a estos costes. Y ahí es donde empieza a convertirse en moralmente dudoso –hacer la muerte consumible, embellecerla y venderla”, explica Öhman en una entrevista a The Content Journal.

Todavía habrá de pasar tiempo para ver cómo nuestra reputación digital post mortem o la idea de convertir a nuestros abuelos en hologramas afectará a nuestras vidas. De momento, la muerte sigue siendo un tabú, el mayor de todos. Y también un misterio.

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