Tres jóvenes (e interesantes) proyectos vinícolas en la sierra de Salamanca

La Sierra de Salamanca es uno de los territorios vitivinícolas que resurgía con cierta fuerza a comienzos de este siglo por el empuje de una serie de viticultores y, sobre todo, elaboradores empeñados en recuperar un viñedo, entre perdido y abandonado, y mostrar al mundo el potencial vinícola de esta zona. Un territorio singular dada su identidad, con cantidad de viña vieja (más de la mitad supera con creces los ochenta años) y variedades propias. 

Denominación de Origen desde hace más de una década (2010), se trata de un espacio caracterizado por un paisaje abrupto y montañoso, de una rica biodiversidad, dentro del Parque Natural de las Batuecas, Reserva de la Biosfera. DOP Sierra de Salamanca es una de las denominaciones de vinos más pequeñas del país –ronda las 120 hectáreas y en la actualidad la conforman 13 bodegas–, con una orografía que provoca que gran parte del viñedo se encuentre en bancales (y en una extensa horquilla en cuanto a la altura, pues parten de los 400 metros y llegan a rozar los mil). En los suelos abundan el granito y la  pizarra y sobre el terreno conviven viña y la rica vegetación que define este paisaje serrano. La uva rufete tinta es su abanderada aunque la acompañan como destacadas la aragonés (clon de tempranillo), la calabrés (clon de garnacha) y la rufete blanco. 

Hechas las presentaciones, en este escenario han sido varias las bodegas que se fueron asentando en la zona en aquellos inicios y situándola, poco a poco, en el mapa vinícola español. Y a esta sierra que, sobre todo en la última década, ha ido ganando interés no paran de sumarse nuevos proyectos de diversos perfiles. Unos desde una tradición renovada y otros con una filosofía más rompedora en la que se abren paso nuevas prácticas de elaboración, pero ambos con la rufete en el centro y el reflejo del territorio como guía. Los tres que te traemos hoy en THE OBJECTIVE se cuentan entre los más jóvenes.

Proyectos vinícolas en Salamanca

El Abuelo Flores

El Abuelo Flores es un pequeño proyecto familiar que tiene al frente a los jóvenes e ilusionados nietos de ese abuelo Flores, con el entusiasta Juan María Pérez al frente como encargado, entre otras funciones, de la parte enológica. Representan a la quinta generación y hasta hace unos tres años vendían la uva a la cooperativa del pueblo, en San Esteban de la Sierra, donde se encuentra la bodega. Trabajan con viñas centenarias (o casi) y ya cuentan con seis vinos en el mercado, entre ellos un blanco y un rosado. Sin perder sus raíces han ido actualizando, y con ellos mejorando, los trabajos en el viñedo y en el proceso de elaboración, para lo que van incorporando nuevos depósitos. Además, disponen de un recoleto y acogedor espacio para degustación y catas. La verdad es que esta casa merece una visita calmada… 

De entre sus tintos cabe destacar Notas 2021 (10 €), elaborado con uvas de rufete y con tres meses de crianza en barrica francesa. El resultado, un vino cargado de aromas de frutillos del bosque, flores, monte bajo y toque mineral. En boca es fresco, vivo, jovial y largo en el paso.

Viñas Serranas

El proyecto (Viñas Serranas) arrancaba en 2017 de la mano de cuatro jóvenes profesionales del vino con larga experiencia en la zona. A partir de viñas viejas, la mayor parte en propiedad, plantadas en suelos pobres y trabajadas en ecológico, están elaborando una amplia gama de vinos si bien es verdad que la mayoría de ellos de cortísima producción. Sólo el tinto Ciclón ronda las 15.000 botellas, un rufete que acompañan de aragonés, calabrés y rufete blanco.

El resto de sus vinos es una colección de pequeñas producciones –algunos no llegan ni a mil botellas– identificados con el nombre del viñedo del que proceden, o lo que es lo mismo, vinos parcelarios, de cepas repartidas por diferentes pueblos de la sierra. La mayoría monovarietales de rufete, pero también tienen uno tinto de calabrés (garnacha) que llaman La Pivonera, y un blanco de rufete que es El Helechal. En cuanto a la crianza, todos pasan por barrica, entre 10 y 14 meses dependiendo del vino y la añada. 

Entre sus rufetes sobresale Renvivas 2019 (41,50 €), de una parcela de 90 años en vaso, plantada en pendiente y situada en el pueblo de Miranda del Castañar. Tiene diez meses de crianza en barricas de 300 litros y resulta muy expresivo en nariz, con notas florales, aromas herbáceos y recuerdo pedregoso. Tanino pulido, elegante, equilibrado, fino en el paso, con gran frescura y buena persistencia. En la gama top de la casa.

Bodega Perahigos

Este tercer proyecto data de 2015 y abría sus puertas en lo que en origen fue Bodegas Valdeáguila, que cesó la actividad en 2012 en el pueblo serrano de Garcibuey. Otra de las casas que contaba con más viña vieja en propiedad y que ahora elaboran como Perahigos. Las variedades rufete, calabrés y aragonés son los pilares sus vinos pero también cuentan con algo de uva blanca. Sus viñedos se reparten entre Sotoserrano y Miranda del Castañar.

Perahigos nace por iniciativa de los hermanos Iglesias, desde pequeños relacionados con la cultura del vino. El Astronauta 2022 (10-11 €) es un muy interesante rosado que hacen con uvas ecológicas de rufete tinto y sin contacto alguno con la madera. Un vino intenso en aromas, con presencia de notas de montebajo, fruta roja, caramelo de fresa, fruta en licor. En la boca tiene una viva acidez (cítrica) junto a un paso aromático y fluido. Ligera sensación amarga al final que no molesta y le aporta persistencia. Como curiosidad señalar que el nombre es un homenaje al emblemático astronauta presente en la fachada de la Catedral Nueva de Salamanca