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Putin frente a la encrucijada de empantanarse en Ucrania o cavar su propia tumba en casa

«El mundo se ha enquistado en una especie de Guerra Fría versión siglo XXI, con un paranoico en el Kremlin, ávido de pasar a la historia como un zar imperialista»

Putin frente a la encrucijada de empantanarse en Ucrania o cavar su propia tumba en casa

El presidente de Rusia, Vladimir Putin | Iranian Presidency (Europa Press)

Siete meses se han cumplido desde la invasión rusa de Ucrania. Una operación militar especial, en palabras de Vladímir Putin, para «desnazificar» el país hermano. El presidente de Rusia pensó que en muy poco tiempo caería el presunto régimen corrupto de Volodímir Zelenski, que éste sería sustituido, tras ser detenido y tal vez ejecutado, por un fiel aliado de Moscú y que Estados Unidos y el resto de las democracias occidentales se tragarían el sapo tal como hicieron con la anexión de la península de Crimea en 2014 pese a unas tímidas sanciones. Y sin embargo, nada de eso ha sucedido si bien las agencias de inteligencia estadounidenses anticipaban que el conflicto podría durar meses y hasta años. 

El mundo se ha enquistado en una especie de nueva Guerra Fría versión siglo XXI, con un paranoico en el Kremlin, ávido de pasar a la historia como un zar imperialista a lo Pedro el Grande, y del otro lado un Estados Unidos polarizado tras la presidencia y derrota de Donald Trump por un débil y anciano líder, Joe Biden, y una Unión Europea sin rumbo claro tras la gran ampliación de principios de siglo y la salida del club del Reino Unido a pesar de la unidad mostrada durante la pandemia y ahora contra la ocupación de Ucrania. Y en medio del puzle, la China de Xi Jinping, convertida en potencia regional y ahora mundial, rearmándose cada vez más, enseñando los dientes, si es necesario, a Washington con la isla de Taiwán y dispuesta a liderar el planeta no más tarde de la mitad de la presente centuria.

Una nación, sin duda, potencia comercial pero carente de libertades democráticas. Xi, que en el congreso del partido comunista el mes próximo será reelegido por tercera vez adquiriendo más poder que el que tuvo Deng Xiaoping y emulando a Mao Zedong, se ha convertido en socio estratégico de Putin y comprensivo aliado en la ocupación de Ucrania, aunque el empantanamiento de la guerra y los últimos reveses militares rusos le han hecho expresar públicamente inquietud en la reciente cumbre de Samarkanda al igual que India.

Amenaza nuclear

La contraofensiva de las fuerzas ucranianas en Járkov, en el sureste del país, y la derrota de los ocupantes rusos ha encendido la mecha y cuestionado la capacidad de la fuerza invasora. El grave tropiezo es una gran humillación para Putin, que algunos analistas consideran mayor que las derrotas sufridas en Chechenia y Georgia. Nadie en sus cabales pensó ni piensa que militarmente Ucrania pudiera derrotar a Rusia. Primero, porque la diferencia de capacidades es de uno a 20 y segundo, porque Moscú dispone del arma atómica.

Putin deja caer de vez en cuando la amenaza de recurrir a bombas nucleares tácticas, que no significarían sobre el papel una deflagración mundial completa. Lo acaba de repetir esta semana en su discurso donde anunció una movilización limitada de reservistas de unos 300.000 hombres. Para Zelenski se trata de la última bravuconada del dirigente del Kremlin. Biden, un poco más prudente, ha avisado en la ONU que una guerra nuclear jamás puede ser ganada. Entre otras cosas, porque desembocaría en una Tercera Guerra Mundial y a la postre en la destrucción planetaria. Sin embargo, hay analistas militares que evalúan con más cuidado esas baladronadas y advierten que en una situación crítica un político desesperado actúe precisamente a la desesperada. Quizás sin tener que pulsar el botón nuclear.

¿Se encuentra en una situación desesperada el presidente de Rusia? Es difícil responder, pero lo que sí pocos discuten es que el tiempo no juega a su favor. Conforme pasen las semanas y los meses y continúe sin resolver esa estúpida y alocada ocupación de la nación vecina aumentarán sus bajas en el frente: los datos oficiales hablan de más de 15.000 soldados, pero otras fuentes consideran la cifra mucho mayor y algunos la cifran en más de 50.000 muertos. En Afganistán, la extinta Unión Soviética perdió 15.000 militares durante los casi diez años de guerra entre 1979 y 1988. Además, los daños a su armamento son cuantiosos y la preparación de las tropas ha resultado ser muy deficiente.

Éxodo hacia otros países

Tal vez puede considerarse igualmente un gesto a la desesperada la orden de celebrar en un plazo de tres o cuatro días de referendos en favor de la anexión a Rusia en las autoproclamadas repúblicas prorrusas de Donetsk y Lugansk, en el sureño Donbás, y en los territorios parcialmente ocupados de Jerson y Zaporiyia. Consultas que empezaron el viernes sin ninguna supervisión internacional y en medio de la coerción y el temor de la población local. Occidente ya ha anunciado que no reconocerá los resultados y considerará ilegítima la incorporación de esas áreas a Rusia. Putin con este gesto podría justificar una acción militar desproporcionada de respuesta a cualquier ataque del Ejército ucraniano a esos lugares pues la consideraría una agresión directa contra Moscú.

El anuncio de la llamada a reservistas (hombres de entre 30 y 40 años con el servicio militar obligatorio cumplido) ha provocado un éxodo de población hacia Finlandia y otros países europeos. El gesto refleja el reconocimiento por parte del Kremlin de que la ocupación ha fracasado por el momento. Sus consecuencias difícilmente tendrán un efecto inmediato pues los nuevos llamados a filas necesitarán de adiestramiento durante un tiempo. Y no precisamente para realizar unas simples maniobras militares, sino para ir a batallar a Ucrania, un país considerado hermano, en una guerra que hasta ahora la mayoría de la ciudadanía rusa se acostumbró a seguirla por los noticiarios de la televisión y de la prensa controlados por el régimen. Hasta la contraofensiva ucraniana, algunos expertos occidentales estimaban que en torno al 50%-60% de la población rusa no se oponía a la «operación especial». Sin embargo, la escritora exiliada Liudmila Ulítskaya, ha declarado esta semana en España que es muy difícil saber realmente lo que piensa la población, porque «el miedo está muy arraigado en los ciudadanos post soviéticos».

Es momento para que Estados Unidos, Reino Unido (principales valedores militares del Gobierno de Kiev) así como los países de la UE (con reservas como el caso de Hungría) y la OTAN redoblen el suministro de armas a Zelenski. Así lo cree el Alto Representante de Política Exterior europeo, Josep Borrell, que opina que la contraofensiva ucraniana demuestra que la ayuda militar occidental está dando fruto y que ahora más que nunca hay que continuar con el envío de más material bélico. Todo ello pese a que Europa se encamina a un invierno bastante duro tras la decisión de Putin de cortar el abastecimiento de gas lo que supone medidas de ahorro energético y dependencia de otras fuentes.

La salida de Putin

Hay tímidas señales de ruido en la sociedad rusa. La última derrota militar ha despertado protestas en Moscú y San Petersburgo. Algunos concejales de esta ciudad han firmado una carta de protesta contra la guerra. El anuncio de llamar a reservistas ha incrementado protestas en la calle. Más de un millar de personas han sido ya detenidas. Las sanciones económicas impuestas por Occidente y que en los próximos días la UE va a incrementar comienzan a notarse. Sin embargo, no se observan fracturas dentro del sistema. La élite política, los militares y la inteligencia no cuestionan el liderazgo de Putin, aunque el revés sufrido por las tropas ha causado bastante malestar. Ese malestar alcanza no sólo a los más nacionalistas y viejos comunistas, sino también a los más liberales conscientes que el daño que la guerra está causando al país es irreparable.

¿Qué salida le queda a Putin? Es la pregunta del millón a la que ningún analista se atreve a responder claramente. Negociar la paz una vez alcanzados los objetivos de incorporar la zona del Donbás a Rusia parece a fecha de hoy más complicado que hace unos días tras la exitosa operación militar ucraniana en el sureste y sobre todo con el nuevo atropello del líder moscovita de convocar referendos sin supervisión internacional. Por otro lado, la retirada de tropas significaría una gran humillación insoportable para un individuo con tendencias paranoicas. Tendría obviamente consecuencias para su liderazgo.

El historiador británico Mark Galeotti, experto en Rusia y autor del libro de reciente publicación Tenemos que hablar de Putin: por qué Occidente se equivoca con el presidente ruso (Capitán Swing Libros) sostiene que los historiadores no verán a Putin como el creador de la nueva Rusia, sino como la última expresión de los peores elementos de lo viejo soviético. Un político, según Galeotti, que pretende ser tratado como el líder de una gran potencia con el respeto que merece. Ese respeto, por desgracia, que pierde a cada minuto con su comportamiento matón en Ucrania. Para el profesor honorario del londinense University College, el mundo vive ya un escenario de guerra fría de imprevisibles consecuencias, que continuará tanto tiempo como Putin siga en el Kremlin. Pero en cualquier caso, nada asegura que la desaparición del ex agente del KGB augure tiempos mejores para el planeta.

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