THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Los Estados que consiguen sus objetivos matando

Rusia, Estados Unidos, Israel, Arabia Saudí (¿España?)… otorgan a sus espías licencia para matar

Los Estados que consiguen sus objetivos matando

Ilustración de Alejandra Svriz.

Los Estados se defienden matando o consiguen sus objetivos matando. O las dos cosas. Esta es la realidad que prueban las actuaciones de los servicios secretos durante los últimos 50 años. Eso sí, cada país lo hace de una forma distinta y ninguno lo reconoce, faltaría más.

Israel es el prototipo de país desarrollado que acepta el uso de la fuerza para acabar con sus enemigos. Y también es el país que tiene organizado de una forma más legal el uso de asesinos. Aplican una lógica que protege a los agentes de sus servicios secretos para dignificar su trabajo y que sepan en todo momento que actúan al servicio de una causa, la judía.

El Mossad persigue a los enemigos de Israel que han atentado contra ellos disparando una pistola, accionando una bomba u organizando atentados. Los buscan, los localizan y, en ese momento, los máximos responsables del servicio piden autorización a los órganos de dirección de la seguridad que tienen que dar el visto bueno. Aunque, finalmente, todo depende de la firma del primer ministro, sí de una firma escrita en una orden de actuación que nadie nunca conocerá, pero que quedará archivada.

De tal forma que los que la ejecuten nunca puedan ser perseguidos en Israel. Aún más, para garantizar el éxito de estas operaciones, el Mossad creó hace muchos años una unidad especial, el Kidon, que los prepara para matar. La historia de estos asesinatos se oficializó hace ahora 51 años, cuando el grupo terrorista palestino Septiembre Negro asesinó a once atletas israelíes durante las olimpiadas de Munich. La venganza en forma de asesinato de los responsables duró varios años.

Rusia: la unidad asesina 29155

Rusia no llega al nivel de oficialidad discreta. Existe la certeza de que el presidente Putin marca o autoriza los objetivos, pero no existen hojas en las que estampe su firma. Tras cada atentado, hacen una negación pública de participación pero luego no ponen mucho empeño en desacreditar las acusaciones: prefieren que sus enemigos sepan que es mejor portarse bien, pues en caso contrario su final llegará antes o después. Históricamente, Rusia ha dispuesto de militares espías especializados en el arte de matar, ahora reunidos en una unidad secreta del GRU, el espionaje militar, llamada 29155.

Cuando había que acabar con un enemigo del Estado, una sección especializada en investigar formas de matar proporcionaba el método: una pistola de aire comprimido camuflada en un paraguas, mezclar veneno insípido como el Polonio 210 en un té o, algo más simple, lanzar un misil contra el avión en el que viajaban los objetivos. Son tres forma de matar diferentes que han utilizado los asesinos al servicio del Estado ruso. La última se sospecha que es la forma en que murieron Yevgeny Prigozhin y sus hombres de Wagner, los mercenarios que apoyó Putin y hace unos meses se atrevieron a enfrentarse con él.

Arabia Saudí: asesinato cruel

Arabia Saudí también está en la lista de países que autorizan a sus servicios de seguridad perseguir y, si hace falta, matar a sus opositores. Mohamed bin Salman, el príncipe heredero y hombre fuerte del país, no firma órdenes como en Israel, prefiere el sistema más seguro de Rusia.

El caso más emblemático es el del periodista Jamal Khashoggi, que pasó del respaldo a la monarquía saudí a formular críticas. Le avisaron y amenazaron, pero no cambió su comportamiento. Un día fue a la embajada en Turquía para recoger una documentación que necesitaba para casarse, y un numerosos grupo de matones del servicio de seguridad, enviados especialmente, no solo lo mataron, sino que lo trocearon y lo quemaron en una barbacoa para que su cuerpo nunca fuera descubierto. El presidente estadounidense Biden prometió en campaña electoral que no establecería relaciones con Bin Salman por ese asesinato, pero la real politik les llevó a volver a ser buenos amigos.

Estados Unidos: la firma de Bush

Estados Unidos ha sido más laxo en el tema de los asesinatos cometido por un enemigo del país sin que un juez intervenga a valorar el delito. La CIA no tiene muchos escrúpulos en este tema, pero respetando siempre el principio de que sus mandos del servicio y políticos puedan aportar una negativa plausible, es decir, un desconocimiento de la operación. Por cierto, lo mismo que hacen el resto de países. En 2002, tras los atentados del 11-S del año anterior, el presidente Bush proporcionó a la CIA un marco legal que permitía a los agentes matar a terroristas de Al Qaeda sin tener que buscar autorización previa. Este permiso lo entregó por escrito, con su firma.

Cuatro ejemplo de cuatro países bien distintos, aunque hay otros muchos que actúan de forma parecida. En España no existe esa autorización política para matar. Hay casos sospechosos de accidentes intencionados, pero sin pruebas determinantes. Cuando en 1996 se destapó que el jefe de la unidad operativa, Juan Alberto Perote, se había llevado documentos internos y podía implicar judicialmente al servicio secreto y al Gobierno en operaciones ilegales del GAL, le intentaron comprar por lo que hoy sería un millón y medio de euros, y al no aceptar recibió una llamada anónima avisándole en clave de que le iban a matar. Era un killer.

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