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Guyana, un nuevo campo petrolero que despierta pasiones en América, China y Europa

Hoy ese país reúne varios récords como atractivo para inversiones extranjeras

Guyana, un nuevo campo petrolero que despierta pasiones en América, China y Europa

Petrolera. | EP

Con una extensión de 215.000 kilómetros cuadrados (dos tercios reclamados por Venezuela), Guyana descansa en los hombros de América, donde hasta hace poco tiempo era conocido solo como un pequeño país selvático, poco poblado y destino del más osado turismo de aventuras.

Pero por una azarienta jugarreta de la geología, hoy ese país reúne varios récords como atractivo para inversiones extranjeras en petróleo y gas, esos dos motores de la economía mundial que todavía seguirán importando por mucho tiempo, aunque los combustibles fósiles tengan sus días contados.

Mientras Europa busca reducir su dependencia del petróleo y el gas de la Rusia de Putin, la producción de Guyana llegó a 500.000 barriles por día (bpd) en 2023, apunta a superar 600.000 en 2024 y a llegar a 1,2 millones en 2027, según datos oficiales.
Lo que ocurre en Guyana es considerado el más rápido desarrollo de una explotación petrolera en aguas profundas en la historia mundial, según el gurú de la energía Dan Yergin, citado por Richard Swann, de Standard and Poor’s, en un reciente podcast.
Guyana, nuevo jugador en el mercado mundial, está dando zancadas sin precedentes, observa Swann sobre esa expansión ejecutada por ExxonMobil en el bloque Stabroek, junto con sus socios Hess (nueva filial de Chevron) y la petrolera estatal china CNOOC.

Esa producción quizá llegue a sustituir al crudo ruso de referencia de los Urales, en un mercado realmente grande, apuntó Swann.

«Guyana, con sus favorables características petrolíferas y su creciente capacidad de producción, está bien posicionada para ayudar a llenar el vacío dejado por el petróleo ruso de los Urales, especialmente en los mercados que tradicionalmente han confiado en él. Tras la imposición de sanciones y precios máximos por parte de las naciones occidentales, la reorientación de las exportaciones de petróleo ruso hacia el sur y el este de Asia ha creado un vacío en sus antiguos mercados europeos», observa Swann, citado por oilnew.gy.

Esa presencia de Guyana en el mercado es creciente y activa. Sus exportaciones de crudo para Europa llegaron a 215.000 barriles por día en el primer semestre de 2023, sobre un total de 338.254 bpd, según un reporte de Reuters.

«Para Guyana, esta oportunidad no es sólo una ganancia económica, sino un refuerzo de las relaciones con Europa», señala Swann.

Ya en 2022, España, por ejemplo, importó petróleo de Guyana por valor de $467 millones, según data del Observatorio de Complejidad Económica.

En enero pasado las exportaciones de crudo de Guyana hacia Estados Unidos llegaron a 175.000 bpd, comparado con 156.000 bpd que exportó Venezuela hacia allá, según datos de la Agencia de Información de Energía de la primera potencia mundial.

Guyana y la fiebre del petróleo

El mundo sigue sediento de energía y los mercados en vilo por conflictos que tienen el potencial de escalar, como la agresión de Rusia contra Ucrania, o la extendida guerra de Israel contra Hamas.

En mundo que atraviesa otra temporada de huracanes bélicos, Guyana es ya hoy una importante provincia petrolera, con un crecimiento económico récord mundial.

Pronto será también el país petrolero con mayor producción de barriles per cápita, pues tiene escasos 780.000 habitantes, de modo que la casi totalidad de esa energía va a la exportación. Esto ayuda a enfriar un mercado siempre sujeto a los impactos de la política y la guerra, y donde los productores de la Opep han venido perdiendo terreno e influencia en el tablero energético mundial.

«Según la Agencia Internacional de la Energía, la cuota de mercado de petróleo de la OPEP disminuyó al 51% en diciembre de 2023 —el nivel más bajo desde 2016», cita un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo, BID.

«La combinación de una menor demanda debido a un menor crecimiento previsto en 2024 y una mayor oferta de petróleo crudo, gracias a una producción récord de Estados Unidos, Guyana y Brasil, probablemente mantendrá estables los precios del petróleo a pesar de una menor producción de los países de la OPEP», señala el informe del BID.

«Guyana es uno de los cuatro productores incrementales del mundo y se suma a la estabilidad de la seguridad y el suministro, en un momento en que el mundo está en crisis», explicaba en febrero Carlos Pascual, vicepresidente global de Energía de Standard and Poor’s, durante una conferencia en Georgetown que convocó a expertos de la industria mundial.

Los habitantes de la históricamente empobrecida de Guyana presencian este «boom» sustentado en la factura petrolera.
Guyana tendrá por persona en 2024 un PIB
(suma de riqueza en forma de bienes y servicios) superior a los $20.000, equivalente al de Uruguay y casi la mitad del de España.

El factor Venezuela

Pero en torno a Guyana también subyace un conflicto (aunque todavía de baja intensidad). Resulta que la mayor parte de ese petróleo está siendo extraído en aguas marinas y submarinas todavía por delimitar con Venezuela.

Por estos días de un año electoral el país gobernado por los chavistas ha renovado su reclamo histórico sobre el territorio Esequibo, una porción que equivale a dos tercios de la superficie reconocida internacionalmente a Guyana y que le fue despojada a Venezuela en 1899 en el Laudo Arbitral de París, por un tribunal de las grandes potencias que falló a favor de la entonces poderosa Inglaterra.

Los sucesivos gobiernos de Venezuela nunca reconocieron ese «írrito fallo» de 1899 donde el país no tuvo representación directa, y que fue amañado, según probarían años después documentos históricos desclasificados.
Venezuela hasta hoy sostiene que ese territorio lo heredó del Imperio Español, pues era parte de la Capitanía General creada en 1777.

Guyana, independiente desde 1966, en cambio sostiene que la frontera occidental fue establecida «en un completo, final y perfecto arreglo» en 1899.

La controversia está en manos de la Corte Internacional de Justicia, una instancia de la ONU cuya jurisdicción no reconoce el gobierno de Nicolás Maduro. El caso sólo puede ser resuelto de forma bilateral y en el marco del (durante 60 años infructuoso) Acuerdo de Ginebra, insiste el heredero de Hugo Chávez.

Esta semana Maduro promulgó una ley aprobada el 21 de marzo por la Asamblea Nacional (congreso) dominada por el propio chavismo, que reivindica la plena soberanía de Venezuela sobre los 160.000 kilómetros cuadrados del Esequibo y sus aguas territoriales.

Esta ley establece sobre el papel la anexión del territorio Esequibo como uno de los estados de Venezuela y obliga a todos los venezolanos a apoyar la posición oficial del gobierno sobre el tema.

«Este intento de Venezuela de anexar más de dos tercios del territorio soberano de Guyana y convertirlo en parte de Venezuela constituye una flagrante violación de los principios más fundamentales del derecho internacional», respondió el gobierno de Mohamed Irfaan Alí a través de su ministerio de Relaciones Exteriores.

El 14 de diciembre pasado, en el caribeño San Vicente y las Granadinas Guyana y Venezuela se comprometieron a través de sus presidentes, en declaración conjunta, a resolver este diferendo por la vía pacífica y descartaron cualquier uso de la fuerza.
Pero el chavismo considera al gobierno de Guyana «títere» de Estados Unidos, de la CIA y de la ExxonMobil.

Este gigante petrolero mundial, protagonista del boom petrolero de Guyana, opera el bloque de Stabroek en sociedad con China, que a su vez junto con Rusia e Irán es uno de los principales aliados internacionales de Maduro.

Chevron también aprovecha el boom petrolero de Guyana, pues acaba de comprar Hess, que tiene el 30% del bloque de Stabroek. La china CNOOC tiene el 25% y quiere adquirir también los derechos de Hess antes de que pasen a Chevron.

Y para complicar aún más las cosas, Chevron es el principal socio internacional de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) en la menguada industria petrolera venezolana, donde firmas europeas como Repsol y ENI tratan de abrirse paso y apuestan al futuro despertar del gigante venezolano dormido.

Pero Maduro quiere poner a estas empresas a escoger con quién se quedan: si con la emergente Guyana, o con la Venezuela que tiene más de 100 años de historia petrolera y las mayores reservas probadas de crudo del mundo, tantas que alcanzarán para 1.000 años al débil ritmo de producción actual.

La punitiva ley puesta en vigencia esta semana «Para la defensa de la Guayana Esequiba» reza que el presidente podrá prohibir la firma de contratos con empresas «que se encuentren operando o colaboren con la operación en el territorio terrestre de la Guayana Esequiba o en las aguas pendientes por delimitar», con base en concesiones, autorizaciones o permisos otorgados unilateralmente por Guyana.

Mientras tanto Guyana

Hasta ahora, el conflicto histórico se ha mantenido en los terrenos de la retórica, pero es un hecho que el boom petrolero de Guyana sigue su curso mientras la ex colonia británica busca atraer inversiones de grandes empresas internacionales y el apoyo político y diplomático de grandes potencias de Europa y América, a la vez que se esfuerza por proyectarse como un nuevo proveedor de energía confiable.

Es una forma de trasladar y delegar a otras instancias la defensa de su posición histórica y estratégica ante Venezuela.
Desde sus inicios la industria petrolera ha sabido trabajar y prosperar en zonas en conflicto, desde el Oriente Medio, hasta África, las selvas colombianas o la Venezuela del chavismo.

El caso es que la economía de Guyana sigue con la tasa de crecimiento más alta del mundo, y se expandirá otro 26% en 2024, según el FMI.

En 2020, cuando comenzó a verse el efecto de la factura petrolera la economía creció un espectacular 43,5 %, para subir otro 20,1 % en 2021 y descollar otro 62,3% en 2023.

Esta es una expansión de la economía basada en el valor externo del crudo producido en plataformas ancladas en alta mar.
Pero el impacto de estos negocios en otros sectores de la economía, desde la electricidad, servicios, hotelería, saneamiento, construcción civil, educación, salud, transporte, manufactura y gobierno todavía estarán por verse. Es allí donde se ven oportunidades de inversión aguas abajo para empresas europeas, americanas y asiáticas.

En enero pasado el ministro de Finanzas de Guyana, Ashni K. Singh, presentaba ante el Congreso de su país el presupuesto de 2024. Señalaba que en 2027 la producción de crudo trepará hasta 1,3 millones de bpd, lo que convertirá a ese país en el mayor proveedor neto individual del mercado mundial fuera de la OPEP.

«En la construcción de un sector del petróleo y el gas de categoría mundial, nuestros objetivos declarados son: reforzar el marco jurídico y reglamentario del sector; establecer y reforzar las estructuras institucionales, seguir promoviendo la exploración y producción aceleradas de los recursos en interés nacional; y maximizar los efectos indirectos positivos del sector en la economía no petrolera», dijo el ministro Singh.

Así como de las arenas del desierto surgieron maravillas arquitectónicas como Dubai, algunos esperan que de la selva amazónica y las riberas del Atlántico surja una nueva nación petrolera moderna.

Pero todavía estará por verse si hay o no una escalada del conflicto con Venezuela, si las potencias internacionales y las instancias como la Corte Internacional de Justicia optarán por apoyar a Guyana vista la irreductible posición del chavismo.

También está por verse si en los próximos meses Maduro consolida su alianza con el bloque mundial de gobiernos autoritarios, visto que no se muestra dispuesto a negociar con los aliados occidentales una transición hacia un gobierno democrático, ni siquiera a aceptar unas elecciones limpias, transparentes y en las que compitan todos los opositores que quieran hacerlo.
Para aferrarse al poder, el chavismo apela a los sentimientos históricos nacionales, con más leyes que criminalizan a la disidencia y que sirven de excusa para perseguir a cualquiera.

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