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Irrigador bucal: qué es, cómo utilizarlo y qué errores cometemos

No es el único aliado de nuestros dientes, pero es un gran refuerzo para que estén en plena forma, aunque hay que leer la letra pequeña

Irrigador bucal: qué es, cómo utilizarlo y qué errores cometemos

Una mujer joven utiliza un irrigador bucal | Freepik

Nuestra higiene dental había vivido hasta hace no demasiados años en un sota, caballo y rey de cepillo, hilo dental y enjuague bucal. Sin embargo, desde hace unos cuantos años, un nuevo aliado en forma de irrigador bucal ha llegado a nuestras vidas. Una revolución que, como tantas otras veces, abrazamos sin saber si será necesaria en nuestro caso.

La esencia de este dispositivo es bien sencilla: propulsar chorros de agua a presión que permiten limpiar espacios interdentales y la línea de las encías. Sin embargo, no a todos nos viene bien el mismo irrigador bucal y, como es evidente, no todos los modelos son igualmente aptos. Los hay más potentes y los hay menos, del mismo modo que hay algunos que son mucho más grandes y que, una vez en casa, comprobemos que se han comido la mayor parte de nuestro lavabo.

También existen formatos de viaje, pero son sensiblemente más pequeños y menos potentes que los fijos, razón por la que no los recomendamos para el uso doméstico. Aun así, el abanico de irrigadores bucales que encontramos en el mercado hace complicado decidir por la compra más correcta.

Nosotros, como recomendación, os dejamos varias premisas a la hora de comprar un irrigador bucal. La primera es que tenga varias velocidades y niveles de potencia, pues no todas las personas tienen la misma necesidad. También aconsejamos que sean de cabezales intercambiables, lo que permite que una misma familia use la misma base, pero cambie el cabezal de uno a otro.

Cómo elegir el mejor irrigador bucal posible

Una mujer sujeta hilo dental entre sus manos
El irrigador bucal debe ser un complemento dentro de la higiene oral. | Freepik

Entre otros consejos, también insistimos en que los cables sean relativamente largos, manejables y no demasiado rígidos. También que el cabezal no sea especialmente duro y que el propio mando del irrigador bucal no sea muy pesado, pues puede hacerlo difícil de manejar.

Por último, prestemos atención a que la forma de cortar el chorro sea sencilla —un botón en el propio mando sería lo más conveniente—. Además, hay modelos que ofrecen dos tipos de irrigación distinta. Una continua y otra, si presionamos un botón, mandando pequeños chorros muy concretos, que son más prácticos que los que tienen sólo un mismo chorro.

Cuándo y cómo utilizar el irrigador bucal

El sistema es muy sencillo y no deja de ser una bomba que traslada esa agua a presión a nuestras encías. Aunque todo tipo de públicos se pueden beneficiar del irrigador bucal, hay ciertos colectivos que pueden encontrar mejores resultados en él. Nos referimos, claro está, a todas esas personas que tienen los espacios interdentales más comprometidos.

Combatir la placa bacteriana o los restos de comida cuando tenemos una ortodoncia es complicado con los cepillos tradicionales. También las personas que tengan ciertos tipos de prótesis o ciertos problemas dentales como dientes apiñados o maloclusión se verán beneficiados de este tipo de aparatos.

Esto no quiere decir que las personas con bocas sanas no se beneficien, pero sí que hay ciertos nichos más susceptibles de recurrir a estas ventajas. Aun así, es clave que el irrigador se use de manera continua y constante. Por este motivo, se suele recomendar que el irrigador sea el remate de nuestra higiene dental, tras el hilo dental y el propio cepillado. No obstante, también se puede utilizar el irrigador de primeras, buscando eliminar los restos de comida que se queden entre los dientes.

El hecho de no tener patologías dentales no nos exime de utilizar el irrigador. Especialmente si solemos tomar bebidas que tiñan los dientes, pues la forma que tiene el irrigador bucal de combatir la placa bacteriana lo hace muy apto para evitar dientes manchados, como avalan diferentes estudios.

Los errores que cometemos con el irrigador bucal

Como en cualquier elemento de la higiene dental, el irrigador no está exento de malos usos. Como decimos, la continuidad es una de las claves siempre que hablamos en estos términos. Lo conveniente es ser constante y utilizarlo siempre de la misma manera, no sólo como último recurso para quitar comida de entre los dientes.

Tampoco conviene utilizarlo con agua fría, sino que se debe ser templada —no caliente—, pues el agua fría aumentará la sensibilidad dental de ciertos pacientes. Un contraste demasiado potente para personas que, si sufren de ortodoncias, prótesis o coronas dentales, pueden acusar.

Esa misma acusación se puede hacer si nos pasamos de potencia con el irrigador bucal. Por eso conviene que tenga varias velocidades, pues no todo el mundo tiene la misma tolerancia. Pasarnos de potencia puede dañar nuestra boca y encías, generando pequeñas heridas que son del todo indeseables. Misma razón que nos lleva a que no dirijamos nunca el chorro del irrigador directamente sobre los tejidos blandos. Por eso, lo que debemos hacer siempre es seguir la línea de la encía, nunca por debajo de ella.

Ni con enjuagues ni en el mismo depósito

Un cepillo de dientes sobre un lavabo
El cepillado sigue siendo la base de la higiene dental. | Freepik

Además, un error común está en pretender amortizar tiempo con otros productos. Mucha gente aprovecha para añadir enjuague bucal (del que ya te hablamos en THE OBJECTIVE) en el depósito de agua del irrigador bucal. Esto es un error grave, pues no están desarrollados para tener otros líquidos y, sobre todo, no tiene sentido que utilicemos así los enjuagues.

Un enjuague es más denso que el agua, razón por la que luego puede obstruir la limpieza del irrigador. Más allá de eso, la realidad es que los beneficios del enjuague se producen cuando lo hacemos circular por la boca, no simplemente ‘disparándolo’ contra nuestros dientes.

La clave final está en no mantener el agua en el depósito una vez hayamos terminado. Conservar la misma agua en el depósito puede permitir el desarrollo de gérmenes y bacterias. Por este motivo, cada vez que utilicemos el irrigador bucal debemos vaciarlo para evitar que esto suceda.

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