THE OBJECTIVE
Mi yo salvaje

Te quiero tanto como te inventé

«Me deleitaba manteniéndome cerca, poniéndole aún más nervioso y le miraba retante y cachonda»

Te quiero tanto como te inventé

Una pareja abrazándose apasionados | Unsplash

Me inventé la textura de sus manos; también el sabor de sus labios. Llegué a usarlos como una nana para las noches que se me escapaba el sueño, en las que me arropaba en la cama, tumbada boca abajo, con una pierna doblada y la otra extendida. Parecía una rana de piernas largas que quiere descansar. Así, tensaba mi cadera elevándola apenas unos milímetros, los suficientes como para que mi mano cupiera. De esta manera y entonces comenzaba a relatar nuestra historia. 

Enfocaba bien la imaginación y le veía dirigirse a mí decidido; en medio de la calle unas veces, otras en la escalera de su edificio, donde nunca había llegado a entrar. En la vida que compartíamos sus excusas para frenar mis intentos eran frecuentes, pero allí, en mi cama, yo podía traspasar las paredes que quisiera. Le veía sonreírme de lejos y a medida que se acercaba una extrema timidez se apoderaba de sus gestos. En ese momento, yo tomaba el control y me acercaba a sus labios. Era entonces cuando me inventaba su textura y sabor. ¡Cuántas veces lo hice! Y siempre sabía igual. Me deleitaba manteniéndome cerca, poniéndole aún más nervioso y le miraba retante y cachonda. Después, le tomaba con firmeza por la nuca, como esos otros Saúles habían hecho conmigo en otra ocasión. Le tiraba suavemente del pelo y le susurraba al oído: 

«Saúl, ¿sabes que te voy a follar? Primero, te voy a acariciar esta protuberancia que ya te empuja el pantalón. Desabrocharé tu cinturón y los botones. Te voy a bajar los pantalones desde atrás, dejándote el culo fuera. Luego, introduciré mi mano y te menearé los huevos».

«Mi pelvis quedará a la altura de tus nalgas y me acercaré sigilosa hasta rozarte con mi vulva mojada»

Quiero que sepas justo en ese momento que lo que viene ahora es zambullir mi cara en ellos, que descansen su peso sobre mí. Quiero sentir la suave textura de tu escroto sobre mi frente, mis ojos, las mejillas y los labios. Luego, Saúl, te lameré el culo con ganas y me pondré de pie detrás de ti. Mi pelvis quedará a la altura de tus nalgas y me acercaré sigilosa hasta rozarte con mi vulva mojada. Hilos de flujo chorrearán pierna abajo y te mojaré el culo con todos ellos. Me apretaré sobre de ti de nuevo y me frotaré como una mona salvaje. Tú gemirás desconcertado porque no entiendes por qué lo haces. Hasta ahora, no te penetro con nada, solo ando sujetándote las caderas y rasco mis labios y clítoris contra ti. Tienes cara de espanto y piensas perplejo por qué esto te gusta y te hace gruñir. 

Mirarás tu polla flácida, preguntándote de dónde surge tal deleite. Gotas de un líquido transparente y jugoso brotarán de ti y yo las recogeré como una abeja impregnada de polen para llevármelas a la boca y continuar con intensidad. «¿Ves, Saúl, cómo ceder un poco el control te eleva a cumbres de placer?» 

En el rellano entre el quinto y el sexto piso, apoyado en la barandilla y mirando hacia el hueco vacío donde la escalera se eleva como una espiral, su cabeza pendulea. Me froto entera con él, de él, sobre él; siempre desde atrás. Le niego un encuentro visual. Le obligo a observar el vacío, oscuro. Le ordeno que confíe. Le ordeno que sienta. Me invento su voz entrecortada que murmura entre dientes «más , más, más» . Cuánto me gusta el gemido de este Saúl de cuento. Cómo me pone el gemido primitivo de este Saúl de paja. 

Le tiro del pelo hacia atrás para acercarme a su nuca y lanzarse un «puta» al oído que le provoca un aullido. Acelero el ritmo de mi pelvis y lo escucho golpearse contra la barandilla, rápido y fuerte, como un rebote. De pronto, tengo un falo entre las piernas. Es como si mi clítoris hubiera crecido varios centímetros. Reduzco el ritmo y me deslizo entre sus muslos como una serpiente, ascendiendo un poco más y colándome dentro de él . Mi clítoris enfalecido se desliza sin esfuerzo en su esfínter; se me escurre en sus adentros como un pez. Saúl, inmóvil, ahogado, me deja hacer. 

Sigo frotándome contra su culo rozando pero con esta nueva sensación; es tremendamente más intensa. Un calor envuelve mi clítoris elongado . Es como una boca gigante que lo chupa despacito. Siento los latidos de Saúl en su ano, palpitando alrededor de mi anguila. 

«Mis muslos se tensan, mi clítoris regresa del espacio exterior al planeta Tierra»

Su culo me recibe alegremente y un cosquilleo aparece en el horizonte, como un vaquero al trote en un atardecer del oeste. Cabalga hacia mí y hacia él, cada vez con un paso más rápido. Aún no sabemos si es bueno, malo o feo, solo que se acerca y no dará marcha atrás. Mis muslos se tensan, mi clítoris regresa del espacio exterior al planeta Tierra, a esta gotita sensible que toqueteo y se me resbala entre jugos. 

«Te estoy llenando el culo con mi leche, Saúl» , es lo último que consigo decir. Mi espalda se arquea y me tenso disparando flechas que me dejan sin aliento. Mi esfínter se contrae, la vagina se distiende, mi útero late y el clítoris me abrasa; se me expande a lo largo de una línea imaginaria que se proyecta desde la base hasta el universo. Un acceso directo, un atajo, un camino hacia el infinito que me quema y eleva; que me abraza al cielo y a la tierra. Me agita, me serena, me rindo. Estoy cansada y la mano se me entumeció. Un último apretón de despedida me hace temblar nuevamente. Cierro las piernas, me recojo. Me encojo. Libero una bocanada de aire que ya no necesito. Tiemblo otra vez. Ahora tengo frío. La piel erizada me molesta al rozar las sábanas. Qué bien huelen, por cierto, las acabo de cambiar. Hoy la luna llena brilla en el cielo. Olvidé bajar las persianas. 

«Buenas noches, Saúl, te he querido tanto como te inventé» .

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