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Las ventas de coches se recuperan aunque se atisban indicios de una burbuja automovilística

El problema venidero no va a ser ahora que existan coches disponibles, sino que haya dinero para pagarlos

Las ventas de coches se recuperan aunque se atisban indicios de una burbuja automovilística

Seat Arona. | Zuma Press

Es una buena señal y siempre motivo de alegría. El ‘trienio covid’ parece que pasó, y el mercado automovilístico da muestras de recuperarse. El inicio del año no ha sido explosivo, aunque las cifras muestran una enorme mejoría con respecto a las de los duros años previos. Anfac, la patronal de la industria en España, ha hecho públicas las cifras de ventas correspondientes al mes de marzo, y en las que se refleja una visible recuperación.

Las 99.524 unidades colocadas en el tercer mes del año hacen sonreír a los responsables, pero siguen lejos de récords marcados con anterioridad. A pesar de todo, es mucho mejor que los 60.000 vendidos en marzo de 2022. La llegada de modelos nuevos, con lanzamientos suspendidos a la espera de tiempos mejores, cadenas de suministros recuperadas, fábricas trabajando a ritmos normales, y la renovación de coches que alargaban en exceso su vida útil, han dado un respiro a los fabricantes. Sin embargo, se atisban nubarrones en el horizonte. 

El sol entre tormentas

Las cifras son reales y positivas, pero dejan preguntas en el aire. Dos tercios de las ventas son protagonizadas por empresas y compañías de alquiler. Los rent a cars se metieron en un lío de proporciones bíblicas cuando dieron salida a sus coches en una lógica previsión de inactividad durante la pandemia. Lo que en un principio pareció una jugada inteligente —soltar peso muerto y agilizar sus flotas— acabó convirtiéndose en un verdadero problema al ir a comprar coches y no haber existencias.

Muchas empresas pequeñas, de esas que hay en zonas turísticas, tuvieron que echar mano de coches usados. Sí, compañías de alquiler comprando vehículos de segunda mano para poder atender a una clientela que estaba dispuesta a pagar precios del doble y triple del habitual.

Algo parecido ocurrió en el gremio de los taxistas. De un tiempo a esta parte es frecuente ver un modelo muy concreto, el Toyota RAV4; un SUV como taxi, toda una rareza antes de la pandemia. La explicación es más sencilla de lo que parece: muchos taxistas veían cómo sus coches terminaban su vida útil, y los concesionarios les ofrecían vehículos deseables con plazos de entrega inasumibles. Los Prius que pululan por nuestras ciudades con una luz verde encima tardarían en llegar, y en la marca les ofrecían los RAV4 usados por sus clientes de financiación devueltos después de tres o cuatro años de uso.

Tanto Toyota como Ford han gestionado sus ventas con una fórmula de pago que apuntaba a la entrada pequeña, mensualidades asumibles, y devolución del vehículo pasado un tiempo pactado para colocar otro a ese mismo cliente. De esta manera las marcas vendían dos coches, el nuevo y el usado que colocaban otra vez. Con esta política de empresa, muchos taxistas se han hecho con este modelo, con kilometrajes bajos, buen estado, y ajustado a las necesidades urbanas gracias a su motor híbrido. 

Coches baratos, dinero caro

El problema venidero no va a ser ahora que existan coches disponibles, sino que haya dinero para pagarlo. En Estados Unidos el futuro ocurre antes, suele ser más intenso y corto, y al final se acaba contagiando al resto de los mercados interrelacionados como es el nuestro. Allí están apreciando una tendencia que se acabará contagiando aquí de una forma similar.

Con la amenaza de recesión está ahí enfrente, el empleo se está resintiendo, el precio de las hipotecas subiendo y, al final, a los particulares les queda menos dinero cada mes. Los coches son el segundo gasto más importante de una familia tras el de una casa, pero la fluctuación en el mercado financiero viaja en paralelo. El precio del dinero ha pasado del 0% en 2016 al 5% en Estados Unidos, a lo que hay que añadir los porcentajes añadidos por las entidades financieras.

En España, hace justo un año, el precio medio de los créditos para adquirir un coche no llegaba al 5%. Lo habitual hoy es rondar el ocho, y lo que es peor, fluctuando de manera mensual, y a veces incluso cambiando en más de una ocasión. Se han dado casos de clientes cuyo coste de adquisición ha variado debido a esto de una semana para otra. Esta es la razón por la que de un tiempo a esta parte muchas marcas no muestran el precio de los vehículos en sus webs, sino que muestran un enlace o un correo electrónico para recibir una oferta.

La burbuja 

Con un escenario de producción normalizado, pero con dificultades de acceso a la financiación, a muchas marcas se les van a acumular sus productos en campas a la espera de compradores, y en buena lógica, los precios deberían bajar. En tiempos de escasez, como en la época dura de la pandemia, las marcas borraron del mapa promociones, ofertas y descuentos para aumentar los precios hasta en un 30%. Gracias a ello, los márgenes comerciales crecieron como nunca, y las marcas ganaron como pocas veces vendiendo menos.

Ahora pueden permitirse fuertes descuentos, como los de Tesla o Ford en su Mustang Mach-E, y al que acabaron siguiendo otros. Tras aquella fulgurante y beneficiosa subida, los fabricantes temen una brusca caída y, como ejemplo, en EEUU ya se están apreciando disminuciones del precio de hasta el 15 % en muchos modelos.

Todo indica que a nivel comercial todo volverá a su cauce, pero con requisitos mayores para los financiados, de una forma paralela a lo ocurrido en el mercado de la vivienda. Hay público interesado, la burbuja inmobiliaria parece haber quedado lejos y las promociones han vuelto, pero con el euríbor en niveles inéditos, acceder a un hogar es más complicado que nunca. El escenario visible es el de destrucción de la demanda ante las dificultades, con problemas de acceso a medio plazo. La situación delata la fragilidad de la clase media, y los peligros de un sistema económico basado en la deuda, que se atasca cuando se hace difícil el acceso al crédito. El temor último es que esto acabe creando un efecto dominó, con menos ventas, que conducirán a despidos, y vuelta a dañar el consumo.

Nos guste o no, la automoción supone en Europa casi un 7% de su economía, y si a ellos les va mal, nos va mal a todos. Hoy día, lo más parecido al despacho de un directivo de la automoción es un toro mecánico. Más les vale agarrarse bien a lo que puedan. 

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