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Opinión

La culpa infinita

«La humanidad deviene en una acusación contra un Occidente depredador que arrastra un pecado original para el que no existe bautismo»

La culpa infinita

El presidente ruso, Vladimir Putin. | Zuma Press

«Occidente comenzó su política colonial allá por la Edad Media, luego siguió el comercio de esclavos, el genocidio de las tribus indias en América, el saqueo de la India, de África, las guerras de Inglaterra y Francia contra China. […] Lo que hicieron fue enganchar a naciones enteras con las drogas, exterminar deliberadamente a grupos étnicos enteros. […] cazaron personas como animales». El alegato de Putin en el salón San Jorge del Kremlin fue algo más que la oficialización de la anexión de parte del territorio de Ucrania: supuso la articulación más desaforada de las teorías occidentalistas.

¿Qué significa occidentalismo? El discurso imperante hoy en día acerca de la esencia de Occidente. Esto es, la explicación de la identidad y la historia de Occidente a través del imperialismo y el colonialismo. Occidente se convierte en sinónimo de explotación (económica, política y medioambiental). Todo lo creado por Occidente son herramientas para dominar al resto del mundo de una forma más eficaz. ¿Las expediciones, la cartografía y los descubrimientos? Avanzadillas de la colonización. ¿La máquina de vapor, la industrialización, la electricidad o los ferrocarriles? Métodos para aumentar la eficacia de la colonización. ¿La reflexión e indagación filosófica e histórica sobre otros pueblos y la naturaleza? Justificación de la colonización.

«Occidente ocupa el puesto de la burguesía en la nueva lucha de clases, mientras que el resto del mundo adquiere automáticamente la condición de proletariado»

El resto de culturas y civilizaciones se convierten automáticamente en los buenos salvajes. Naciones arrancadas del paraíso terrenal por el Hernán Cortés, General Custer o Cecil Rhodes de turno. Desarraigadas y arrojadas a la aceleración de la Historia contra su voluntad. La humanidad deviene en una acusación contra un Occidente depredador que arrastra un pecado original para el que no existe bautismo. Una culpa imborrable que exige pedir perdón de forma constante y reparar hasta el punto de anularse a sí mismo.

En esta nueva dialéctica, Occidente ocupa el puesto de la burguesía en la nueva lucha de clases, mientras que el resto del mundo adquiere automáticamente la condición de proletariado. De forma obsesiva, este proceso ya estaba operando a nivel nacional. Muchos países occidentales ya se definen exclusivamente por su pasado más negro: Estados Unidos por la esclavitud, España por la inquisición y la conquista de América o Alemania por el holocausto. La mala conciencia connatural a la nueva concepción de identidad exige que nos desprendamos de nuestros símbolos, estatuas, fronteras… Todo es poco- y siempre será insuficiente- para expiar el mal perpetrado. 

El discurso de Putin es parte del gran ajuste de cuentas por la subordinación forzada del mundo a Occidente durante los últimos doscientos años. Lo irónico es que no ha tenido que trabajar el argumentario: se lo hemos ido dando durante sesenta años desde las universidades y medios de comunicación europeos y americanos. La deconstrucción de Occidente ha venido desde sus propias élites postmodernas. Académicos e intelectuales que usan la perspectiva de la ilustración radical para desmontar los grandes hitos culturales y científicos de Occidente, mostrando la voluntad de poder y dominio que enmascaran. Sorprendentemente, a la hora de analizar otras civilizaciones, esos mismos estudiosos y divulgadores adoptan la posición respetuosa del antropólogo, maravillándose ante sus logros. Sólo esto explica que ciertas personas se rasguen las vestiduras con una novatada de mal gusto en un colegio mayor mientras que guardan silencio o van con paños calientes ante la masacre de mujeres en Irán. 

Putin menciona hasta en trece ocasiones las palabras colonia o colonialismo. «Occidente está dispuesto a pasar por encima de todo para preservar el sistema neocolonial que le permite parasitar, de hecho, saquear el mundo a expensas del poder del dólar y los dictados tecnológicos, para cobrar verdadero tributo a la humanidad, para extraer la principal fuente de prosperidad no ganada, la renta de la potencia hegemónica». Occidente no es merecedor de su riqueza y progreso. Todo se ha logrado parasitariamente a través de la explotación salvaje de las personas y recursos de otros continentes. Nada de lo que tiene, por tanto, es verdaderamente suyo: todo es Spolia.

Javier Gil Guerrero es investigador de Instituto Cultura y Sociedad, Universidad de Navarra.

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