THE OBJECTIVE
El zapador

Radiografía de un corrupto

Sánchez necesita el poder porque sabe que puede acabar en un banquillo, y su baza es forzar un cambio de régimen

Radiografía de un corrupto

Ilustración de Alejandra Svriz.

En el teatro de la política española hace unos años emergió una figura a la que sus rivales apodaron Pedro I el Breve. Su carrera política empezó con 90 miserables escaños que, tras repetición electoral, fueron 85. A cara de perro intentó retener el poder situando una urna detrás de una cortina en aquel Comité Federal de del PSOE de 2016. No funcionó y tuvo que presentar su dimisión. Se las prometían todos muy felices pensando que el aspirante ya estaba amortizado. No fue así. Aquel Pedro efectuó una gira a bordo de un Peugeot 407 visitando a militantes de base en diferentes puntos de España. La banda del Peugeot estaba compuesta por él mismo y sus más incondicionales: José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García al volante. Sobre todos ellos se cierne la sombra de la corrupción.

Contra todo pronóstico Pedro volvió a agarrar las riendas del partido en 2017. De nuevo, contra todo pronóstico, consiguió ser presidente del Gobierno mediante una moción de censura en 2018 y, una vez más, contra todo pronóstico revalidó el cargo, no una, sino dos veces: 2020 y 2023. Su ascenso al poder ha estado marcado por una ambición sin límites, amén de una serie de atributos que, aunque cuestionables, han demostrado ser muy efectivos, tanto que Pedro I el Breve acabó convirtiéndose en Pedro I el Largo, y quién sabe si en Pedro I el Eterno.

Nuestro Pedro, envuelto en el lustre que confiere el cargo, refulge un amor propio que raya en lo patológico. Es un maestro en el arte de la mentira; sus palabras, aunque cargadas de promesas y esperanzas, se desvanecen como el humo. La corrupción se ha vuelto a enredar en su gobierno como la hiedra en un viejo edificio, el viejo edificio del partido socialista, capaz de aguantar siempre en pie, inmune a cualquier escándalo de corrupción con una pericia digna de estudio, manipulando lo que sea menester y exhibiendo siempre una hoja intachable de servicios a España. El caso Gürtel causó un considerable daño al Partido Popular, tanto como para que Mariano Rajoy perdiera el gobierno en 2018; en contraste, el agujero de más de 1200 millones del caso de los ERE no ha afectado al PSOE. Este último continúa afirmando ser una entidad sin mácula que repudia la corrupción. Tanto, que la indulta y la amnistía.

El liderazgo de Pedro es ejercido con mano de hierro, hostil hacia todo lo que escapa a su control omnímodo. Ha fagocitado las instituciones, las ha pervertido y ha levantado un muro virtual contra todo el que ose llevarle la contraria. No solo contra la oposición; aquellos en su partido que cuestionan sus decisiones son rápidamente, ora silenciados, ora intimidados, es decir, condenados al ostracismo o desautorizados con ferocidad. Las denuncias de sus trampas son recibidas con campañas de desacreditación orquestadas con precisión quirúrgica, demostrando el líder de los socialistas una falta absoluta de empatía. Los continuos embustes, la ausencia de remordimientos, la firme convicción de ser superior a sus congéneres y una desmedida ambición personal, convierten a Sánchez en una persona disfuncional y, con todo, es la persona con más poder en España.

«Sánchez carece de moral, es un cínico, un narcisista, un autócrata… No tiene verdaderas convicciones y nada le va a frenar»

Nadie nunca ha atesorado tanto poder con una aritmética de escaños tan débil. Su comportamiento maquiavélico, que privilegia la ganancia propia por encima de todo, y su disposición a infligir daño sin un ápice de culpa, lo pintan como un personaje extremadamente peligroso. El aplauso y el beneficio personal son sus máximas aspiraciones, y como los auténticos tiranos se comporta de manera cruel con quienes se atreven a desafiar su autoridad. 

Pedro Sánchez ha conseguido que nos enfrentemos a la culminación de la quiebra de nuestro sistema democrático y a la fractura del armazón constitucional forjado en 1978. La amnistía es una aberración jurídica en toda regla, pero no le ha frenado. La ley ha sido diseñada para garantizar la impunidad de aquellos acusados de malversación y desórdenes públicos en Cataluña y se ha extendido para incluir delitos de terrorismo y alta traición. Los socialistas, que se han convertido en el gobierno más corrupto de la democracia española, y probablemente el más corrupto que tengamos ahora en Europa, solo buscan retener el poder y van con todo. Lo que hace muy poco se consideraba inconstitucional o inviable, ahora se presenta como un logro en nuestra democracia. Y no importa. Félix Bolaños quiere hacer creer a sus believers que Puigdemont ha vuelto al redil constitucional. Y que ya están los españoles y los catalanes preparados para un encuentro fraternal: la gran reconciliación; una patraña repetida una y otra vez por los altavoces del régimen. Por el contrario, los que todavía prefieren ejercer como cuarto poder, no ocultan que estamos ante corruptos amnistiando a corruptos. 

Pedro Sánchez, nuestro gran timonel, ha  transgredido otra de sus líneas rojas. Y lo volverá a hacer, pues nunca ha habido líneas rojas. No existen límites éticos. Sánchez carece de moral, es un cínico, un narcisista, un autócrata… No tiene verdaderas convicciones y nada le va a frenar. Ya vislumbramos el referéndum de autodeterminación en el horizonte, sin atisbo de pacificación alguna. Los de Junts no lo han ocultado: el referéndum es su próximo objetivo y todo apunta a que Sánchez concederá. 

¿Y por qué Pedro Sánchez ha entrado en esta espiral de demencia y de irracionalidad? Es sencillo. Pedro Sánchez es un corrupto. Quiere el poder y necesita el poder, ya que sabe que puede acabar sentado en un banquillo; y su mayor baza para impedirlo es forzar un cambio de régimen. Veremos si le sale.

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