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Lo Indefendible

En favor de la derecha Jäggermeister

«La derecha se pone flamenca y playera en sus peperas campañas porque la izquierda ha abandonado la fiesta y allí todo son latigazos, cilicios y condenas»

En favor de la derecha Jäggermeister

El presidente del NNGG Madrid, Ignacio Dancausa. | EuropaPress

La derecha es una fiesta, literalmente, una como de Hemingway en The sun also rises. Hasta ha salido un pibe de Nuevas Generaciones en un atril a decir que en las mejores discotecas de Madrid te hacen descuento y te dan chupitos gratis si te afilias. Porque antes los pibes de la derecha estaban metidos debajo de la cama y solo asomaban la pata en la confesión de filias merkelianas y de compartir análisis económicos sobre los beneficios del orden liberal. Y ahora, ya no. Ahora se han echado a la calle y sacan el carné de NNGG en la cola de la discoteca donde los chavales conservadores arriman más que en el programa de las tentaciones. 

Así que se viene la derecha Jäggermeister como de ronda de chupitos de licor de hierbas en el Indiana de Málaga en la despedida de mi amigo el Chorla o en León con Juan Soto Ivars en el congreso de columnismo aquel que organizó Garabito y que intentaron cancelarnos las feministas porque decían que en el cartel había pocas señoras. Éramos lo prohibido y lo prohibido es atractivo y gozoso, pues la diversión es el sistema inmunológico del que las sociedades para contrarrestar el moralismo censor. 

La derecha se pone flamenca y playera en sus peperas campañas porque la izquierda ha abandonado la fiesta y allí todo son latigazos, cilicios, condenas, moralina y desconfianza de lo que sea: de si el tío o la tía con la que uno ha cruzado una mirada en la verbena en realidad está ejerciendo algún tipo de violencia por visual que fuera, si en realidad es demasiado rico, demasiado hetero, demasiado facha, demasiado poco clitoriano o si su visión sobre el decrecentismo, sobre lo de Ucrania y sobre el uso de animales en las fiestas  es la correcta. ¿Acaso minimizará su huella de carbono, es de los que usan plástico para comprar las verduras en el súper o cree a pies juntillas en el amor romántico susceptible de anular a la otra parte de la pareja? Y si está verdaderamente concienciado con el cuidado de la Tierra, ¿qué puñetas hace ahí bailando y riendo con los amigotes mientras el Planeta se destruye? En la izquierda no saben ni cómo llamarse -ella, él, elle-, y así no hay manera de pegarse una fiesta, menos aún de encamarse.

Y eso que la izquierda era tan divertida que se hacía irresistible. Entonces incluso tragábamos con las letras del rock vasco con tal de vivir aquella fiesta zurda de katxi, de kalimotxo, verbena y txaranga de la que aún quedan gloriosos vestigios. Era aquel un mundo en el que se defendía el ‘vive y deja vivir’ y no esta cosa de arcoíris de sacristía en la que andamos donde para la segunda copa ya te has comido dos o tres broncas. 

«La juventud era una cosa de izquierdas y se suponía que el conservadurismo solo calaba en viejos sin espíritu que por poco no se hacían pipí encima»

La juventud era una cosa de izquierdas y se suponía que el conservadurismo solo calaba en viejos sin espíritu que por poco no se hacían pipí encima y guardaban la ropa interior entre bolas de antipolillas. La gente votaba al PP porque era vieja y, de alguna manera, chocheaba incapaz de entender el mundo, la libertad y otros conceptos básicos. Hasta pretendían descender la edad de voto para favorecer a los partidos de la izquierda que tarde o temprano ocuparían todas las franjas de edad a medida que los de derechas fueran desapareciendo por el paso del tiempo y la esclerosis arterial. 

Ahora, todo eso ha cambiado y es bueno que pase. A la nueva derecha eroticofestiva hay que celebrarla mucho porque es un hecho comprobado que, cuanto más se divierta la gente, menos da la turra a los demás. 

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