THE OBJECTIVE
Vidas cruzadas

Natalia Escalada: «El síndrome de La Moncloa existe»

La periodista y ex asistente del presidente Adolfo Suárez habla con David Mejía sobre su trayectoria profesional y personal

Natalia Escalada es periodista. Estudió el Máster en Periodismo de la Universidad de Columbia gracias a una beca Fulbright. Fue cofundadora y subdirectora de la revisefeta Tiempo. También miembro del equipo fundador de El Mundo y directora adjunta y directora de la División de Revistas. Creó y dirigió El Magazine. Después fue Directora de Relaciones Internacionales de Telecinco. Antes de dedicarse al periodismo fue asistente del presidente Adolfo Suárez y responsable de prensa del presidente Leopoldo Calvo-Sotelo.

PREGUNTA.- Comienzo con una curiosidad: ¿por qué hablas sueco?

RESPUESTA.-  Sí, es extraño, y lo era muchísimo más cuando lo aprendí. Desde muy joven me han encantado los idiomas y me ha encantado tratar con gente extranjera porque yo nací y me crie en una dictadura. España estaba completamente cerrada, no se abría al extranjero y era muy difícil tener contacto con extranjeros en aquella época. Mi familia me mandó interna a Francia, después de interna a Inglaterra, porque no me portaba bien, total que con esa historia conocí a un sueco estupendo y me enamoré de él. En aquel momento era había un libro que se llamaba Infierno y Paraíso, Suecia, escrito por un periodista italiano que se había casado y había ido a vivir a Suecia. Todo el mundo adorábamos la libertad, el desarrollo económico, el desarrollo social… Después me casé con él y me quedé viviendo en Suecia durante años.

P.- ¿Cuando muere Franco estás todavía en Suecia?

R.- Acababa de volver. Yo no hubiera vuelto porque estaba feliz pero en aquella época casi todos los suecos habían estudiado una carrera y querían marcharse al extranjero y salir especialmente a Inglaterra, a Estados Unidos o al Mediterráneo, aunque mi marido, su única ilusión era venir.

P.- Tras morir Franco, ¿cómo pasas a trabajar en Moncloa?

R.- Cuando volví, el trabajo que tuve fue en una revista. Era una publicación de coches. Yo no entendía nada de coches, ni tampoco me gustaba mucho y encima de Fórmula 1. Pero no duré mucho porque había una persona relacionada con la revista que era del entorno de Adolfo Suárez. Y me dijo «Adolfo Suárez está buscando una persona que sepa idiomas», porque en aquel momento casi nadie sabía idiomas, «y me he enterado que tú sabes francés, inglés, italiano, alemán y sueco, entonces ¿por qué no te presentas?» y me presenté.

P.- ¿En qué consistía tu trabajo?

R.- Al ser su asistente, llevaba su agenda, todas sus visitas, todas sus llamadas, atendía a todos los ministros que venían. Era el día a día sin parar, de la mañana a las 10 de la noche, porque este presidente trabajaba mucho. A mí también me sorprendió lo que hacía y lo primero que me encargó -porque nosotros entramos en Castellana 3- fue visitar La Moncloa. Era el sitio donde iban los mandatarios que no eran los top: cortinas rojas, dorados por todos los sitios, artesonados, una cosa horrorosa. Pero bueno, a todo se le da un lavado. Entonces yo miré, vi que cabíamos, no había nada más que cuatro despachos en la parte de abajo, que era el despacho del jefe de Gabinete, Carmen Díaz de Rivera, el del jefe de la Secretaría, que era su cuñado, Aurelio Delgado y yo, que compartíamos, el del Consejo de Ministros, el despacho del presidente, la sala de columnas y una zona donde estaban las secretarias. Eso era todo.

Foto: Carmen Suárez

P.- ¿Qué es lo que destacarías de lo que aprendiste al estar tan cerca de una persona no solamente con mucho poder, sino con poder en un momento de mucha tensión política?

R.- Aprendí lo que es estar al lado del poder, que es muy gratificante, pero la gente que está en el poder… Lo que aprendí es como cambia la gente con el poder. Hay este famoso síndrome de la Moncloa que dicen que afecta a los presidentes. El síndrome de la Moncloa existe. ¿Por qué? Porque vives ahí, no solamente trabajas, vives, estás completamente aislado del mundo. La gente que te rodea es gente que no te va a llevar la contraria. Es muy raro. Entonces empiezas a creerte que todo lo que haces es fantástico, no tienes críticos alrededor, estás desconectado de la calle y pasas como a otro plano y desconectas con la realidad. Bien es verdad que Adolfo tenía una trayectoria muy larga de todo lo que tenía que hacer y a mí me sorprende. He revisado las fechas y me he dado cuenta que en un año desde que él entró, que entró en julio del 76, en el 77 ya había habido elecciones democráticas en junio. En un año has pasado de una dictadura a una democracia, sin derramamiento de sangre. Una de las cosas que viví más importantes fue la legalización del Partido Comunista, porque aquello era un tabú en nuestro país. Hay que retroceder y eso es que no se podía hablar del comunismo. Creo que una de las cosas que dijo es que no iba a legalizar para suavizar al ejército, pero era imposible en aquella época. Si tú quieres traer una democracia, no puedes prescindir de un partido. Teníamos al lado Italia, que tenía un partido comunista potentísimo. En Francia, el Partido Comunista era potentísimo. De hecho, Picasso participó en los congresos.

P.- ¿A Carrillo se le recibió alguna vez en La Moncloa de manera clandestina?

R.- No, pero sé dónde lo recibían y ahora lo puedo decir porque es público. La persona que allí intervino era un ser magnífico, que era el presidente de la agencia Europa Press, José Mario Armero. Fue clave en la legalización del Partido Comunista y donde se veían era en la casa de José Mario Armero, en Aravaca. Creo que iba por allí, era un chalet con total discreción cerca de Moncloa, todo muy discreto y todo perfecto.

P.- ¿En qué momento viste a Suárez especialmente afectado o preocupado?

R.- Cada vez que había un atentado de ETA. Eso le afectaba muchísimo. De alguna forma se sentía responsable de no poder erradicar el terrorismo. Y cada vez iba a más. Eso fue muy terrible. Le vi afectado también casi al final. Al principio iba con tanta energía y con tanta fe en lo que estaba haciendo, que aunque había ideas en contra, pues verdaderamente no le afectaron. Pero al final hubo un gran cúmulo de cosas, porque no sé si tú recordarás, pero en ese momento hubo un momento en que la economía española estaba en un momento peligroso. Un agosto, la inflación que ahora vemos que está alta, llegó al 28%, era una crisis económica importante. Llegó un momento en que los empresarios empezaron a cuestionarle, por supuesto el Ejército, la prensa que le había apoyado… todo se volvió en contra. Cambio 16, que era la revista política en ese momento, hizo una serie de portadas en las que aparecía Adolfo Suárez con una nariz de Pinocho, de madera, y cuando abrías el periódico seguía la nariz como diciendo nos ha mentido, nos ha engañado.

P.- ¿Cuál fue tu primer contacto con el periodismo?

R.- Había estado en el gabinete de prensa de Calvo-Sotelo, porque cuando dimitió Adolfo Suárez me marché porque no era una funcionaria. Había tenido mucho contacto con los ministros, y con la gente que trabajaba con los ministros, y me llamaron. Me llamó uno de los tres fontaneros que tuvo Calvo-Sotelo, Eugenio Galdón, y me dijo que le gustaría que volviera a Moncloa, pero me dijo: «Esta vez prefiero que estés en el gabinete de prensa».

P.- Háblame de la fundación de la revista Tiempo.

R.- En 1982, el presidente del Grupo Zeta le dijo a Julián Lago: «Quiero sacar una revista política que haga competencia a Cambio 16 y a Época, que eran las dos en el momento. Haz lo que quieras, coge a la gente que quieras, pero esto tiene que tener un enorme éxito». Y Julián le contestó: «Voy a coger a una persona que está en Moncloa. No sé si te importa», a lo que el presidente le contestó: «Si funciona, a mí me da igual a quien quieras traer». Entonces dejé Moncloa para empezar un proyecto precioso como era una revista política en España. Nos dieron un despacho y estuvimos tres meses encerrados con un diseñador, que luego se fue a El País. Así empecé yo la revista Tiempo.

P.- También fundaste el diario El Mundo.

R.- Cuando volví de Columbia me incorporé a la revista Tribuna como asesora. Fueron como tres o cuatro meses. En ese impasse echan a Pedro J. de Diario16 por un tema político y con la energía que tenía no se iba a quedar allí y empezó a crear un equipo para hacer un periódico nuevo, totalmente de cero. Y me llama y me dice «Mira, Natalia, te quiero pagar para llevar todos los suplementos, que son revistas semanales, y sobre todo para que crees un magazine dominical que ahora en Estados Unidos funciona muy bien». Y así entré en el equipo fundador de El Mundo.

P.- El periodismo y la política eran ambientes de hombres. ¿Has sufrido el machismo?

R.- Yo me he plantado un par de veces con Pedro J., y no por él, sino por el resto, diciendo «Pedro, si esto sigue así, lo siento, me voy». Se reunían todos los directores, los redactores jefes, y hasta que un día me dijeron las secretarias «Oye, Natalia, ¿sabes que se están reuniendo a la salida del trabajo todos aquí y se van a cenar y a tomar copas? ¿A ti te dicen algo?». No me decían nada. «Pues que lo sepas». Entonces entré al despacho de Pedro y me puse como un puma de verdad, los chillidos se oían en la redacción y le dije que qué era eso.

P.- ¿Estos obstáculos de género son los principales obstáculos en tu carrera, más que los políticos, más que la presión exterior de cualquier gabinete?

R.- Todos llaman. Los empresarios, sobre todo las empresas del Ibex que ponen publicidad, los políticos… no directamente, pero a través de alguien todos presionaban. Pero, afortunadamente, donde estaba había dos líderes tan potentes que a quien llamaban eran a ellos. Entonces a mí nunca.

Foto: Carmen Suárez

P.- Cómo recuerdas la época del GAL en El Mundo.

R.- Especial. Sí, la recuerdo porque fue una etapa muy dura. Pedro creó un equipo de investigación muy potente. Él apostaba por eso que, además, es lo que te diferencia de otros periódicos, lo que tú sacas propio. Y entonces sí que se trabajó mucho aquello y se trabajó en profundidad. Lo que me llamó la atención es que era terrorismo de Estado pagado con fondos reservados. Además el GAL, les salió muy mal, secuestraron a personas que no eran de ETA..

P.- Fue inmoral también actuar contra los que sí lo eran.

R.- Todo es inmoral, pero que utilices los fondos que te han dado para hacer lo que tengas que hacer, que ahí prefiero no entrar, pues sería una discusión moral, muy importante, pero que utilices para tu propio beneficio… Si te daban un millón de pesetas para comprar a un señor que sabía hacer su trabajo y se lo das… Pero si te quedas con eso y le das 50.000 a otro chapucero, el chapucero hace una chapuza. Acuérdate de Segundo Marey.

P.- ¿Cuándo dejas El Mundo?

R.- La primera vez porque me llamaron de Telecinco y me ofrecieron un contrato de esos que no puedes negarte, y eso que el sueldo de El Mundo estaba bien, pero Telecinco era de Berlusconi. Y era un trabajo muy atractivo para mí porque representaba a Telecinco en el extranjero; eran relaciones institucionales nacionales e internacionales, y a mí eso me gustaba muchísimo. Ahí estuve dos años y aprendí mucho de televisión. Luego volví porque Pedro me dijo que le gustaría que volviera. Y eso es lo que a mí me tiraba. Estar en una redacción es lo que más echo de menos en mi vida. A pesar de que he seguido colaborando, he seguido haciendo entrevistas, reportajes, he hecho viajes y los he publicado en el periódico, Yo Dona… Hace poco le hice una entrevista en Japón a una señora interesantísima que está haciendo muchísimo por el reciclaje de alimentos. La publiqué en El Mundo. A la redacción iría casi gratis. Sigo teniendo ese gusanillo.

P.- Cerramos con la pregunta habitual: ¿a quién te gustaría que invitáramos a Vidas cruzadas?

R.- Pues mira, me gustaría que fuera una mujer, alguien que esté en el mundo de ahora: Carme Artigas.  Acaba de dejar el Gobierno y vuelve a la empresa privada. Además le han dado el puesto de vicepresidenta de un organismo que acaba de crear la ONU para la Inteligencia Artificial.

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