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'La gran inundación': Netflix presenta el Chernobyl de Polonia

La miniserie de 6 capítulos muestra como las malas decisiones impulsaron un desastre que cobró la vida de 56 habitantes y cientos de pérdidas

‘La gran inundación’: Netflix presenta el Chernobyl de Polonia

Fotograma de 'La gran inundación' de Netflix. | Fotografía cedida.

Polonia está demostrando que su genial aporte al catálogo de Netflix no es flor de un día. Influenciados por el Noir nórdico, títulos como Bosque adentro, Símbolos, 1983 y En la ciénaga pusieron a este país en el radar de los seriéfilos hasta convertirse en un referente obligatorio.

Con La gran inundación, una minisere de 6 capítulos que retrata con mucho tino las inundaciones de 1997 en Polonia, y países vecinos, toca techo al recrear su propio ‘Chernoby’. Al igual que la producción que fue todo un suceso en HBO, retrata cómo las acciones de autoridades y ciudadanos generaron la tormenta perfecta para que no se pudieran aminorar los daños.

Llamada en su idioma original «Wielka Woda», se trata de una idea creada y producida por Anna Kępińska (El Pacto), una mujer de gran experiencia en series de televisión. El guión lo manejan Kasper Bajon y Kinga Krzemińska y dirigen Jan Holoubek y Bartłomiej Ignaciuk. Este equipo maneja con maestría las tragedias humanas al mismo tiempo que recrea con pasmosa realidad cómo se inundan las principales ciudades de Polonia.

Mirar hacia atrás para no repetir los errores

Si en The Woods había referencias al antisemitismo que aún permanece en algunos estratos sociales de Polonia; en Símbolos se recuerda a la Segunda Guerra Mundial y las torturas que sufrieron prisioneros polacos y judíos y En la ciénaga se repasa las corrupción heredada del comunismo, en La gran inundación hay una revisión del comportamiento humano y específicamente de la burocracia gubernamental en contextos complejos.

Revisemos primero lo que sucedió en la vida real. Se conoce como la inundación de Europa central de 1997 o la inundación del Oder de 1997, el desastre que ocurrió en julio de 1997 que afectó a Polonia, Alemania y República Checa. En total, murieron 114 personas (56 en Polonia). 

Solo en Polonia, se estima que 7.000 personas perdieron todas sus posesiones. 9.000 empresas privadas fueron afectadas y 680.000 casas fueron dañadas o destruidas. La inundación también dañó 843 escuelas (100 destruidas), 4.000 puentes (45 destruidos), 14.400 km de carreteras y 2.000 km de vías férreas. 

En total, se vieron afectadas 665.835 hectáreas (se calcula que el 2% del territorio total de Polonia). Las pérdidas se estimaron en 63.000 millones de zlotys polacos (o 2.300 a 3.500 millones de dólares estadounidenses para 1997). Para tener una escala: la ciudad de Klodzko sufrió daños equivalentes a 50 años de su presupuesto anual.​

De vuelta a la ficción, lo que la miniserie nos plantea, a través de ciertos personajes, es cómo la inacción puede ser peor que la determinación. Siempre hay que tomar decisiones, así sean impopulares y dichas acciones deben estar basadas, para aminorar los errores, en la ciencia. Sin embargo, la política tiene sus propias reglas, que regularmente desafían a la lógica . Así se llega a una serie de equívocos que explican por qué pasó lo que pasó.

El poder civil vs. el poder militar

Uno de los grandes aciertos de La gran inundación es la presentación de los factores de poder que intervienen o tienen protagonismo en la toma de decisiones. Por un lado está la comunidad científica, dividida entre una ala tradicional y otra, digamos, sui géneris; el poder político, limitado por la influencia regional, los medios de comunicación (que exacerban o informan, según cada punto de vista) y la sociedad civil.

El guion trabaja muy bien la verosimilitud, evitando caer en los maniqueismos. Por ejemplo, resulta completamente creíble la decisión de una comunidad de negarse a desalojar sus tierras, porque saben que no van a recuperar lo perdido, por más que el Gobierno prometa resarcirles los daños. Desde la comodidad de la casa la juzgamos, porque tenemos todos los elementos, sin embargo, es diferente para estos habitantes ante la constante desinformación.

Al mismo tiempo, se comprende cómo un político menor está maniatado por más consejos que reciba de la élite científica. La cuestión es la siguiente: ¿quién está dispuesto a inmolarse en la cadena de mando del partido? Esta producción está ubicada en los años 90, pero si vemos cómo Donald Trump consiguió que se le compraran sus narrativas inverosímiles, es bastante claro que aún nos queda mucho por aprender sobre las figuras públicas.

En esta complicada situación, la falta de empatía de la doctora Jasmina Tremer (Gnieszka Zulewska) es fuego en un estanque de gasolina. Ella representa la verdad, lo objetivo. Su discurso está basado en los hechos. Es ella quien advierte rápidamente que el desastre se avecina, pero es incapaz de desarrollar su alegato de manera que pueda ser consumido por el ciudadano promedio.

Así, se plantea uno de los grandes problemas que vivimos hoy en día. Todos coincidimos en que la contaminación del medio ambiente es un peligro y aceptamos que el cambio climático es una amenaza. Sin embargo, no nos hemos puesto de acuerdo hasta dónde lo es. En consecuencia, renunciar a ciertas comodidades se nos complica lo que a la larga genera divisiones en cuanto a cómo debemos reaccionar.

De vuelta a la cinta, hay escenas de una enorme simbología. La manera en que la solidaridad se activa para que, con la ciudad anegada, los ciudadanos sigan recibiendo un trozo de pan o agua, es impactante. Incluso se nos muestra cómo en medio de la desgracias puede haber felicidad (en plena inundación se celebra un matrimonio). Son estos detalles los que elevan esta producción, alejándola del maniqueísmo con el que se retrata a los desastres naturales en el cine y la televisión. 

La gran inundación es un gran regalo para los que conocíamos por clases de historia de este desastre. La miniserie obliga al espectador a buscar qué dicen los libros y medios de comunicación sobre esta desgracia. Sin embargo, también es un recuerdo de todo lo que no se debe hacer cuando la vida y las posesiones de las personas están en juego.

Es cierto que la salud es lo más importante cuando la naturaleza amenaza con arrasarlo todo, pero solo quienes más han sufrido para conseguir un techo saben lo que cuesta abandonar el hogar. Sin una buena explicación, sin un trato empático, es imposible que renuncien a lo que tanto les costó construir, así el agua les esté llegando al cuello. 

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