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Seis grupos recomendados por Lester Bangs, el mejor crítico musical de la historia

El periodista fue el rey de la crítica musical. Aquí, seis bandas que recomendó en vida y, seguramente, siga escuchando en la muerte

Seis grupos recomendados por Lester Bangs, el mejor crítico musical de la historia

Lester Bangs en la playa.

Chicas y chicos, chicos y chicas, los años 70, ¡los años del desmadre! vuelven a catapultarse a los tocadiscos de moda. Vuelven la María Juana, el ponche lisérgico, las distorsiones como novedad, el chun chun, chan chan de ritmos misteriosos que se encienden como árboles de navidad y se viven más como provocación, que como apuesta musical, las melenas, los bigotes de Fu Manchú, las flores, las chupas de cuero y las botas en punta de un John Wayne enrollado yéndose de marcha un sábado por la noche. Y todo de mano de uno de los cronistas musicales más legendarios del siglo XX, Lester Bangs. Un picapedrero del sonido que hacía de sus reportajes musicales, no sólo un ejercicio de crítica, sino un reflejo de las reacciones, cegueras y serenatas espirituales de su tiempo. Caprichito de la revista Creem, y noviete ocasional de la Rolling Stone y demás publicaciones míticas, Bangs emitió descaradas opiniones respecto al mundo de la música que, aliñadas con una potente melomanía, legaron a sus lectores una cartera de bandas de lo más variopinta y golosa. Su actitud de acalorado bebedor, párroco del vicio y el fornicio, habitante de su particular orgía individual de sabiduría, descaro, personalidad arrolladora, potencia, sátira y un cruel sentido del humor, lo elevaron a las cimas de la profesión. No consiguió ser una estrella del rock musical, pero fue una estrella del rock literario. Bangs, en su particular batalla contra lo melifluo y lo ridículamente insustancial, alumbró incontables escritos hasta que, a la edad de 33 años, en 1982, la palmó de una, dígase, patética sobredosis de Valium. Aunque, bien mirado, ¿qué mejor que un chute descontrolado de benzodiazepinas para ahogar el fuego de semejante bestia? 

Hoy, y gracias en gran medida al recopilatorio de sus textos de 553 páginas que Libros del Kultrum ha editado en castellano, llamado Reacciones psicóticas y mierda de carburador, os traemos una lista de seis bandas que Bangs, en su infinita locura, recomendó en algún momento (si el asunto marcha bien, prometo otras seis). Hay nombres de sobra conocidos, otros más selectos, café para cafeteros, y hasta un par de esos bichos raros, como pelusas bajo el cojinete del sofá, a los que no les han prestado atención más que los onanistas musicales en busca siempre del eterno tesoro desconocido. 

  • Comencemos por una banda lo suficientemente mítica, pero al mismo tiempo desconocida, como para remarcarla, Los Yardbirds… Este grupo de estilo rock y rhythm & blues causó sensación durante los sesenta. Para quien no lo sepa, el conjunto llegó a albergar a genios de la talla de Eric Clapton, Jeff Beck o Jimmy Page… Para Lester Bangs, fueron una de esas bandas que triunfan más por sus imitadores que por sí mismos. Mucho mejores, según Bangs, que «esa panda de petimetres demacrados llamados Led Zeppelin». De hecho, no hay como escuchar la música de los Yardbirds para darse cuenta de que son una copia mejorada, acicalada, con buena carga paquetera en los pantalones de Roberto Planta, de esta banda genuina. 
  • Vayamos ahora al cafecito más cargado. Cosa fina, bizarra, buenrrollera, como una tarde pimplando litronas en un parque con un altavoz y, si la suerte quiere, buena compañía. Question Mark & The Mysterians, un grupo de mejicano-estadounidenses que dieron la campanada con su primer álbum y que, como muchos, fueron cayendo en un lacerante olvido. Con sus pintas de hipiescos-Cantinflas-pelo-cacerola merece la pena decantar 96 tears, que logró cocinar su efímera fama. Bangs gustaba de pasárselo teta con «selvaticos cacareos yuyu como Wooly Bully, a todas luces indescriptible, grabada por un puñado de tíos que iban por ahí en un coche fúnebre tocados con turbantes». Una banda que puede cargar orgullosa ser de las primeras de Rock latino en alcanzar cotas de audiencia elevadas. 
  • Carguémonos ahora con algo más costumbrista, menos exótico, aunque no por ello menos fenomenal… Sube a este ring el León de Belfast, la bestia irlandesa, ¡Van Morrison! Muchos dicen que Morrison canta como nadie. Que ningún albino, piel de redneck logra entonar como él. Se vea, o no, así, lo cierto es que Morrison tiene uno de esos sitios privilegiados en los corazones de muchas generaciones. Para Bangs, Astral Weeks, un disco de 1968, fue «el disco de rock más significativo de mi vida hasta la fecha (1979). Sonaba como si el hombre que había hecho Astral Weeks sintiese un dolor terrible, un dolor que la mayoría de los trabajos anteriores de Van Morrison solo habían apuntado. Había en la oscuridad un elemento de redención, de compasión definitiva por el sufrimiento ajeno, una corriente de pura belleza y reverencia mística que penetraba hasta el mismo corazón de la obra». Venga, díganlo más fino si pueden. Bajo una resaca autodestructiva o ante la espeluznante certeza de que las cosas irán a peor pero, al fin y al cabo, irán, dicho queda; Morrison (Astral Weeks) + botella de vino + cacharro de María Juana (para quien guste) = Combinación ganadora. 
  • ¡Ah! El poder de la palabra… qué sensación tan placentera la de tener el control de lo que aquí queda redactado. Así que, siendo el Dios todopoderoso y cruel que soy, saco a relucir de entre las muchas bandas que Bangs admiró, una que servidor admira medularmente. Su cantante aún sigue dando mal, y eso que su piel parece una pasa pelada y húmeda encurtida sobre un maniquí de plastilina pasada. No son pocos quienes responden a esta descripción, pero aquí se habla de Iggy Pop. La banda, los eternos Stooges… Qué decir de temazos, porque no tienen otro nombre, temazos, como No fun, I wanna be your dog o Fun House. Nada. No se dice nada, porque son la hostia. Punto. Pero si hay una canción que es mi debilidad de los perros locos de Detroit, esa sería We Will Fall. Recomiendo precaución con esta orquesta de voces ceremoniales, como estroboscópicas, danzando lentamente sobre un fondo psicodélico digno de la elevación al nirvana. ¡Cuidado con los viajes astrales! No hace falta consumir psicotrópicos para flipar con esta maravilla. Bangs veía en ellos, además, un frente contra el letargo generalizado: «los Stooges se oponen sin ambages como un pelotón de vanguardia en la contienda que se avecina, en la que se aclararán las mentes aturdidas por la narcolepsia y, finalmente, todos nos veremos liberados de estilos de vida básicamente sin imaginación ni creatividad en los que se eleva al pedestal de los dioses a gente que a menudo no tiene ni la mitad de talento o carisma que tú y yo. Porque así es. Los Stooges poseen esa clase de valentía, pero muy pocos intérpretes la tienen». Rrrrghhh… Rabia contra la falta de bemoles. Gracias Stooges, gracias Bangs. 
  • Dejemos un poco de lado el rock y vayamos a cosas más actuales. Más tecnológicas en esencia. Quien se piense que los setenta estuvieron vacíos de nada que no fuesen negros melódicos con saxos, blancos melenudos delgadurrios, paz, amor y guitarras folk, se equivoca. Europa, en verdad siempre más vanguardista que su capitán del otro lado del charco, abrió el melón de la música electrónica en 1970, aunque no fue hasta 1974 que el mundo se dejó mover robóticamente por las paranoias de Kraftwerk. El conjunto de Düsseldorf es conocido por ser los pioneros de las que, hoy día, son las melodías de moda y más empleadas del universo musical. Autobahn, su cuarto disco, marcó el comienzo de una infección de beatniks (los gafapasta de entonces) tecnólogos pajilleros de las melodías electrónicas, futuristas, con bases repetitivas y ritmos de Encuentros en la Tercera Fase. The Man Machine, disco de 1978, es claramente el padre de la que luego será la fantástica Blue Monday, de New Order, y Bangs, en su magnificencia y sabio olfato, supo ver la importancia de este cuarteto de frikis musical-transhumanistas. «Kraftwerk, cuyo nombre significa ‘central eléctrica’, son la perfecta imitación sintética de un tren en marcha. La secuela programática de Autobahn mantiene una modesta pero cautivada audiencia hipnotizada hasta la somnolencia. De hecho, la mitad de los que venían conmigo cayeron dormidos, pero no pasa nada». Bangs, quien compartió largo rato con la banda, también afirmó: «¿Qué detiene a las máquinas, pregunté, ante la posibilidad de tomar el control, o por lo menos dejarles sin trabajo? ‘Es como un coche -explicó Florian (miembro del grupo)- tú tienes el control, pero tú decides cuánto quieres controlarlo». ¿Seguro, Florian? ¿Seguro?
  • Acabemos esta breve lista con el que fue el fetiche, el minero del corazoncito de Bangs, durante gran parte de su vida. Lou Reed… Ya desde sus tiempos en la Velvet Underground, Bangs vio en su sinceridad, su sensualidad vocal, el estilo, en fin, el todo particular que era Reed, un héroe. Desafortunadamente, con el paso de los años, ese héroe fue siendo desenmascarado por su fan nº1 y comenzó una particular relación, algo tormentosa, sobre todo para Bangs, que asfaltó un sendero hacia la decepción mutua. «Lo realmente interesante», llegó a escribir «es que aquí está Lou Reed, el tío es guay, una celebridad, está viajando, tiene mucha pasta. Volvimos a estar en plena refriega, y él se quedó allí sentado, gélido como un témpano, aunque yo estaba casi por completo seguro de que había estado sacándole brillo a la sartén cerebral con speed o cocaína. Obviamente, él me consideraba un completo patán y yo interpreté gustoso el papel; pedí más whisky». Sin embargo, esta hostilidad que acabaron prodigándose mutuamente no desestima que, para Bangs, como para este infiel cronista de sus pensamientos, Transformer sea uno de los grandes discos de la historia. En su artículo Matar al padre, vemos claramente esa transformación. El texto culmina con la frase: «Nunca he conocido a un héroe que no me gustase. Pero es que nunca he conocido a un héroe. Pero es que tal vez no buscase uno». 

Lester Bangs, damas y caballeros. Para más entregas, sean generosos, vivan psicóticamente y, sobre todo, escuchen mucha música. 

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