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Adiós Rodríguez, adiós Sugar Man

Desde que vi ‘Searching for Sugar Man’, quedé maravillado por la sencillez de Sixto Rodríguez, un verdadero proletario

Adiós Rodríguez, adiós Sugar Man

Sixto Rodríguez, en una imagen de los años 70. | Europa Press

Pocos sabían de él hasta 2012, cuando apareció en Searching for Sugar Man, documental que ganaría el Oscar. Apenas grabó dos discos a principios de los años 70, que pasaron sin pena ni gloria en el mercado estadounidense y por ende, en casi el resto del mundo. Y aquí hay que subrayar el «casi». Por esos extraños sucesos de la vida, en Australia y Sudáfrica, las canciones de Cold Fact (1970) y Coming From Reality (1971) se convirtieron en los himnos de varias generaciones.

Desde que vi Searching for Sugar Man, quedé maravillado por la sencillez de Sixto Rodríguez, un verdadero proletario que trabajaba en construcción como la mayoría de sus paisanos, mexicanos estadounidenses que sólo tenían sus manos para ofrecer. Pero de esas mismas manos salieron compases maravillosos. Acompañado de una guitarra, Rodríguez cantó versos desgarradores como este de «Cause»

Cause I lost my job
Two weeks before Christmas
And I talked to Jesus at the sewer
And the Pope said it was none of his God-damned business

Es un misterio por qué Sixto, teniendo una voz tan preciosa y un gran ingenio para complementar sus narraciones (las cuerdas en «Cause» y «Crucify your mind» son simplemente hermosas), no logró cuajar en un mundo que le abrió las puertas al desgarbado Bob Dylan. En todo caso, en Australia y Sudáfrica sí que lo supieron entender. Allí fue un dios y llegó a compartir tarima con grupos que eran un fenómeno mundial, como Midnight Oil. 

Sin embargo, en determinado momento, Rodríguez desapareció. Muchas personas se preguntaban si realmente existió y aparecían leyendas urbanas, como que se había prendido fuego en un escenario durante una presentación. No fue hasta que los productores del documental empezaron a indagar y dieron con él que se supo toda su historia. Después de casi cuatro décadas, y gracias al Oscar que ganó la película, el cantante volvió a las tarimas.

Rodríguez, que nació en Detroit, cuna de los verdaderos obreros abandonados, conocía a fondo los problemas de la clase trabajadora. Por eso cada palabra que sale de su boca se siente legítima. Hay un dolor que te invade al escuchar cualquiera de sus temas. Fue precisamente esa honestidad lo que convirtió su música en un arma contra el apartheid en Sudáfrica. Eso no es casualidad. 

Es imposible saber qué habría pasado con su estilo si hubiese pegado desde un inicio y se hubiera convertido en una estrella. Pero al verlo ejecutar sus temas en los conciertos, en los pocos que se grabaron antes que desapareciera, puedes hacerte una idea de por qué no trascendió en sus inicios. Sixto no era un showman, al menos no como Jimmy Hendrix o David Bowie. Además, tenía este aspecto de villano del Viejo Oeste, el estereotipo del chicano, que tampoco le ayudaba. Él solo quería que la música hablara por él. Incluso parecía tocar con cierta pena, como disculpándose. Las reseñas de la época cuentan que apenas sí murmuraba frases entre canción y canción en los conciertos. 

La revista Rolling Stone recuperó una crítica que apareció en Billboard de 1979, en la que se lee: «El hombre parecía casi avergonzado en el escenario. No habló más de una docena de líneas cortas a lo largo de cada espectáculo». Cuando regresó al escenario para un bis, en su primer show en Sydney, murmuró emocionado a su audiencia: «Ocho años después… y esto sucede. No lo creo».

A pesar de que vendió miles de discos en esos dos mercados (fue platino en Sudáfrica), Sixto no recibió ni un dólar por su arte. Se dedicó a su trabajo como obrero y colgó la guitarra. No obstante, como en un cuento de hadas, muchos años después, y como debió haber sido desde un principio, la fama tocó de nuevo a su puerta. La presentación en el show de David Letterman resume el impacto de su extraordinario recorrido.

Rodríguez tenía problemas de visión al final de su carrera, pero siguió cantando hasta que por el deterioro de su salud tuvo que retirarse de los escenarios. El martes 8 de agosto, sus familiares informaron que murió a los 81 años de edad. «Es con gran tristeza que en Sugarman.org anunciamos que Sixto Díaz Rodríguez falleció hoy», se lee en el comunicado. «Expresamos nuestro más sentido pésame a sus hijas -Sandra, Eva y Regan- ya toda su familia». El breve aviso cierra con una frase del cantante: “Maybe today, I’ll slip away…”.

«I’ll Slip Away» fue el primer sencillo que produjo. En ese entonces se hacía llamar Rod Rodríguez. Después adaptó el Sixto, nombre que le dieron sus padres mexicanos por ser el sexto hijo. El tema no tuvo un gran impacto, pero cuando se convirtió en un fenómeno fuera de Estados Unidos, el sencillo fue incluido en los años 90 en CDs recopilatorios que se vendieron como pan caliente. De nuevo, el artista no recibió absolutamente nada por ello.

«‘Cause I’m losing who I really am. And I’m not choosing to be like them», podemos escuchar en «I’ll Slip Away». Ya, desde el comienzo, Rodríguez nos decía que no iba a ser como los otros. Y tal vez por eso tardamos en reconocer su talento. Ahora, tras su muerte, como suele suceder con los grandes genios, sus temas serán más escuchados. Será otra resurrección de Sugar Man.

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