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Cultura

'Desexualizar' España

Resulta incomprensible que a día de hoy un desnudo siga dando tanto que hablar

‘Desexualizar’ España

Eva Amaral en el escenario de Sonorama Ribera 2023. | Organización Sonorama Ribera (Europa Press)

Resulta muy triste que, al final, el verano cultural español pase a la historia como el verano en el que la cantante Amaral mostró sus pechos. Igual que el verano deportivo no debería pasar a la posteridad por un beso en los labios del presidente de la Federación de Fútbol a una de las jugadoras. Cualquiera que nos observe desde fuera -y nos observan mucho a juzgar por el eco en la prensa extranjera- pensará que los españoles tenemos un problema: nuestra obsesión con el sexo.

María Rufilanchas, una de las responsables de la marca teta&teta y una de las cientos de opinadoras y opinadores sobre la polémica, lo ha dicho con mucha precisión: «una teta es una teta siempre, el resto lo pone el ojo de quien mira». teta&teta, conviene aclararlo, se define como «una marca sin ánimo de lucro, pero con ánimo de ‘desexualizar’ la teta y el ambiente». Fundada en 2013, pretende, según explica en su página web, «sacudirse complejos, romper tabúes o como dijo Rocío Jurado: desabrocharse el sujetador mental». Magnífica cita de la Chipionera, por cierto, y que viene muy al caso. 

Parece mentira que estemos así a estas alturas de la vida. Cincuenta años después de pasar el sarampión del destape y de la «ola de erotismo que nos invade», décadas después de que el top-less sea una práctica habitual en nuestras playas, 35 años después de la Nochevieja de Sabrina Salerno en TVE, años después de ver una y otra vez las estrambóticas y cansinas protestas de las Pussy Riot. 

El origen del uso de los pechos como símbolo de protesta, al parecer, se remonta al 7 de septiembre de 1968. Ese día tuvo lugar  una manifestación en el malecón de Atlantic City contra el concurso de Miss América.  La leyenda cuenta que cientos de mujeres se quitaron sus sujetadores y los arrojaron en «el basurero de la libertad» (en realidad, un pequeño cubo con la leyenda «Freedom Trash Can»), al que luego simbólicamente prendieron fuego. En 2018, una mujer que había estado presente en la protesta, denunció que se había mitificado la marcha y que había pasado a la historia de una forma distorsionada. Se trata de una periodista llamada Ronin Morgan, quien contó a la BBC cómo, efectivamente, se arrojaron al referido «basurero de la libertad» prendas de vestir, lápices pintalabios y zapatos de tacón, entre otros objetos símbolos de la opresión femenina.

Según Morgan, sólo una mujer se quitó el sujetador. Lo hizo con mucha discreción por debajo de la camiseta, sin llegar a mostrar sus pechos, y lo arrojó a la papelera. Además, según su relato, no se prendió ningún fuego, ni se quemó nada. Una joven periodista allí presente, con intención de ayudar a la causa, puso un poco de combustible en el titular para animar su crónica de lo sucedido en el malecón de Atlantic City: «Los hombres queman sus tarjetas militares y, ahora. ¿qué? ¿Quemarán las mujeres sus sostenes?» En pleno auge de las protestas contra la guerra de Vietnam, la frase hizo fortuna y así nació la quema de sostenes como expresión del feminismo moderno.

Ya es historia, una historia muy lejana. Resulta incomprensible que a día de hoy un desnudo siga dando tanto que hablar. Por supuesto, Amaral es muy libre de enseñar sus pechos como lo tendría que haber sido Rocío Saiz, que tuvo la mala fortuna de tropezarse con un policía municipal demasiado estrecho. La pena es que en nuestro verano cultural hayamos tenido más noticias de los pechos de Amaral que de la Quincena musical de San Sebastián o de los festivales de Almagro, de Mérida o de la Mar de Músicas de Cartagena.

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