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Cuidado con las caries: llega un 'Wonka' muy edulcorado

La nueva adaptación de ‘La fábrica de chocolate’ de Roald Dahl despoja a su protagonista de sus matices sombríos

Cuidado con las caries: llega un ‘Wonka’ muy edulcorado

'Wonka' | Warner Bros.

Seguramente recuerden ustedes que hace unos meses el nombre de Roald Dahl ocupó titulares porque los nuevos inquisidores -los llamados lectores de sensibilidad instaurados en el mundo literario anglosajón- habían detectado racismo, gordofobia y no sé cuantas maldades más en los libros infantiles del escritor. La obediente -seguramente temerosa- editorial procedió a eliminar ciertas expresiones en una nueva edición políticamente correcta de los textos, no fuera que los desvalidos niños quedaran con secuelas traumáticas para el resto de sus vidas.

En realidad, a los jóvenes lectores de Dahl siempre les atrajo el salvajismo del autor, su gusto por lo obsceno y su tendencia a la crueldad que, ya antes del desembarco del disparate woke escandalizaba a algunos profesores y bibliotecarios del sector progresista puritano, que pedían la retirada de sus obras. Un par de ejemplos de las tremebundas barbaridades (¡es literatura, idiota!) que acontecen en los libros del escritor, entresacadas de sus dos obras maestras: en Charlie y la fábrica de chocolate, el extravagante -y perturbado- chocolatero Willy Wonka invitaba a un grupo de niños más bien repelentes (todos menos el noble protagonista, Charlie) a su fábrica y los sometía a tormentos vinculados con sus pecados (el glotón, la malcriada, el violento…). En Matilda, la sádica directora del colegio Miss Trunchbull llegaba a tirar por los aires como si fuera una lanzadora de martillo olímpica a una pobre niña que había cometido no recuerdo qué leve falta.

Portada de Wonka

Dahl fue un hombre de vida compleja y carácter difícil, muy bien retratado por su biógrafo Donald Sturrock en Storyteller, lamentablemente nunca traducida al castellano. La personalidad del escritor asoma también en las cartas que le fue mandando a su madre durante toda su vida, recopiladas por Sturrock en un volumen que acaba de publicar Gatopardo Ediciones con el título de Te quiere, Boy. Dahl, un tipo huraño, que no tenía muy buena opinión de sus semejantes, desarrolló un gusto por lo macabro que impregna sus estupendos relatos para adultos (varios de ellos adaptados en la serie televisiva Alfred Hitchcock presenta). Este imaginario retorcido y sombrío asoma también en sus mejores libros infantiles: los dos mencionados y El superzorro, El gran gigante bonachón y Las brujas. Y está además muy presente en la construcción de Willy Wonka, un chiflado multimillonario y misántropo, que vive recluido en su fábrica, en la que trabajan -¿sin derechos laborales?- los diminutos y extravagantes Oompa Loompas.

Gene Wilder y Tim Burton

El personaje saltó al cine en 1971 en Willy Wonka & The Chocolate Factory (aquí titulada, vaya a saber usted por qué, Un mundo de fantasía), con guion del propio Dahl y dirigida por Mel Stuart. El genial Gene Wilder hizo una composición prodigiosa de Wonka como un trastornado tan seductor como peligroso. La película, gozosamente estrafalaria, desconcertó al público en su estreno y fue un fracaso en taquilla, pero con el tiempo se ha convertido en idolatrada pieza de culto cuyo prestigio no para de crecer.

En 2005 Tim Burton llevó de nuevo a la pantalla la novela de Dahl, un movimiento lógico, ya que el imaginario de ambos tiene no pocos puntos en común. De hecho, Burton ya había  producido otra adaptación del escritor, la cinta de animación stop-motion James y el melocotón gigante de Henry Selick (por cierto, otro admirador de Dahl es Wes Anderson, que llevó al cine también en stop-motion El superzorro y acaba de estrenar en Netflix cuatro cortos basados en relatos para adultos del escritor).

El Wonka de Charlie y la fábrica de chocolate de Burton se adecuaba además a la personalidad del actor que lo interpretaba: Johnny Depp perfilaba a un artista del chocolate con un punto siniestro. El guion aportaba además algunos detalles -inexistentes en la novela- sobre la infancia de Wonka, muy jugosos y acordes con la psique del personaje: el trauma que arrastraba por la obsesión con las caries de su padre dentista (interpretado nada más y nada menos que por Christopher Lee).

El Wonka que ahora se estrena no es una nueva adaptación de la novela de Dahl sino una precuela sobre la juventud del genio chocolatero. En ella no aparece un padre temible, sino una madre angelical (interpretada por Sally Hawkins), que le deja a su hijo una enseñanza vital que podría figurar como uno de esos eslóganes positivos que estampan en las tazas y libretas de la marca Mr. Wonderful. Y es que el Willy Wonka de esta película está en las antípodas de sus dos apariciones anteriores en pantalla. Aquí es un joven entusiasta y puro, un mago capaz de crear bombones de sabor extraordinario y poderes sobrenaturales.

Timothée Chalamet y el director de la película, Paul King

De turbulento a entrañable

Si es usted fan de Roald Dahl y tenía esperanzas de que esta precuela contase cómo el joven Wonka se convirtió en el misántropo y trastornado rey del chocolate, absténgase, porque se va a llevar un chasco monumental. Si tiene usted hijos o sobrinos y quiere llevarlos estas navidades al cine, tiene garantizado que se lo pasarán pipa.

Convertir al turbulento Wonka en un entrañable emprendedor que quiere endulzar el mundo era lo esperable cuando el director y coguionista al mando del proyecto es el británico Paul King. El cineasta consiguió enternecer hasta a los críticos más encallecidos y cínicos con sus dos entregas dedicadas a las andanzas del osito de peluche Paddington, sobre todo la segunda, que encandiló a todo el personal. Aquí aplica el mismo modelo: cine familiar de solvente factura, mezclando toques de humor, momentos emotivos y en este caso varias canciones entre las que me temo que no hay ningún hit potencial, porque son todas bastante anodinas.

¿Qué hubiera pensado el agrio Roald Dahl de esta película? Probablemente le habrían gustado los dos malvados dickensianos, caricaturescamente mezquinos, que engañan al ingenuo Wonka (Olivia Colman y Tom Davis se lo pasan en grande interpretando a estos dos seres grotescos). Probablemente también le hubiera hecho gracia lo del cartel mafioso de chocolateros que conspiran contra Wonka y mantienen sus reservas de chocolate ocultas bajo una catedral y custodiadas por un grupo de monjes adictos al dulce manjar, liderados por un sacerdote corrupto (aparición episódica de Rowan Atkinson, Mr. Bean). Y sin duda le hubiera provocado carcajadas la aparición de Hugh Grant como un canijo Oompa Loompa -de lejos, lo mejor de la cinta-, con una fisionomía -cabello verde, cara roja- que rinde homenaje a los Oompa Loompas de la versión clásica de Gene Wilder.

Timothée Chalamet en ‘Wonka’

El resto y sobre todo la personalidad que se le confiere a Willy Wonka creo que le hubiera gustado bastante menos. Los fans de Dahl nos quedamos con la frustración de que esta invención de la juventud de Wonka no aporta nada al personaje y además lo despoja por completo de sus matices sombríos. Timothée Chalamet pone luminoso entusiasmo en su interpretación, pero ni asomo de siquiera unas gotas de ambigüedad. Y recordemos que es un actor que supo dar vida con mucha solvencia a un inquietante caníbal vampírico en la loquísima y fascinante Hasta los huesos de Luca Guadagnino.

Por concluir: este Wonka funciona como película familiar disfrutable, pero cuidado con las caries, porque es un Wonka muy edulcorado.

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