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Los españoles, empujados a vivir con su pareja antes que emanciparse en solitario

Los precios del mercado hacen inviable pagar una vivienda en solitario y obligan a apostar por convivir

Los españoles, empujados a vivir con su pareja antes que emanciparse en solitario

Cartel sobre el alquiler en España.

Vivir solo como meta casi imposible. El mercado del alquiler y la subida de precios a causa de la inflación y el aumento de las tasas mensuales ha provocado que cada vez más los jóvenes españoles hayan decidido renunciar a la posibilidad de emanciparse en solitario para marcharse a vivir con sus parejas. Lo parece una historia romántica esconde un relato de precariedad: ya no podemos pagar una casa por nuestra cuenta y no nos queda otra que buscarnos un techo que compartir.

La afirmación no es en balde. Los datos de la última Encuesta de Características Esenciales de la Población y Viviendas (ECEPOV) del Instituto Nacional de Estadística (INE) desvela que la realidad de la emancipación se lee dependiendo de la precariedad. Entre los microdatos a los que ha accedido la empresa especializada en citas SugarDaters, la mayoría de los españoles que deciden abandonar el domicilio de sus padres no lo hacen por cuestiones de emancipación o para adquirir una mayor independencia, sino que deciden marcharse a vivir con sus parejas en, al menos, un 24% de los casos encuestados por el ente público.

Cabe añadir que también se han cruzado los datos de deseo con las variables económicas, pudiendo comprobar que en todos los sectores de la población se encuentra por encima la posibilidad de compartir piso antes que vivir en solitario en cualquiera de los epicentros del país.

Gabriel es administrativo. Vive en Sabadell porque si en su ciudad ya es complicado encontrar un alquiler asequible no puede explicar lo que supone pagar aunque sea el precio de una habitación de la Ciudad Condal. Hasta hace unos meses -explica en una llamada telefónica a THE OBJECTIVE– vivía con su pareja en un piso compartido al que se marchó tras un tiempo de relación compartida, pero tras finalizar su compromiso se ha visto obligado a regresar a la casa de sus padres a los 26 años al no poder pagar un alquiler.

Recuerda que durante los años que residió en ese domicilio tuvo que hacer frente al pago en negro de las mensualidades debido a la negativa de la propietaria a registrarla, lo que le empujó a tener que renunciar a las ayudas que entregaba la Generalitat de Cataluña para que los jóvenes pudieran hacer frente al pago de las rentas. A pesar de haber intentado acceder a ellas asegurando que no era responsable de las decisiones de su casera, el organismo autonómico nunca atendió su solicitud ni tampoco revisó la situación legal del domicilio en el que residía.

Ahora, tras haber finalizado su compromiso, se ha visto obligado a volver a casa de sus padres. La suya no es una anomalía. Los jóvenes españoles cada vez abandonan antes la casa de sus padres y cada vez tienen menos oportunidades para encontrar un domicilio en el que construir una vida en solitario, sin la tutela de sus progenitores. Las encuestas de Eurostat revelan que en 2022 solo 3 de cada 10 menores de 30 años habían conseguido abandonar el hogar familiar y emprender su emancipación, una situación que no viene espoleada por la falta de ganas sino por una mezcla de bajos salarios para los jóvenes y el elevado precio del alquiler en España, a lo que hay que añadir la elevada tasa de paro juvenil (de un 28% entre los menores de 25 años en el mes de octubre).

Alquilar: una misión de alto coste

El Sindicato de Inquilinos, organización dedicada a defender los derechos de los habitantes de viviendas alquiladas, recuerda que tras el estallido de la crisis del ladrillo en la primera década del siglo XXI los ciudadanos se lanzaron a vivir en alquiler debido al aumento de la oferta de vivienda por parte de tenedores que encontraron en este modelo una forma de sostener sus beneficios ganados a costa del ladrillo y asegurarse un emolumento mensual. Con el paso de los años y, según su diagnóstico, las medidas impuestas por el Banco Central Europeo (BCE) para reflotar la economía española, los precios han venido creciendo en los últimos años con un pequeño valle durante la pandemia de la Covid-19, donde se registró un ligero descenso que ya es cosa del pasado ante una nueva subida.

Desde la institución recuerdan que las medidas promovidas por el Gobierno de coalición a través de la Ley de Vivienda no solo no han frenado la escalada del mercado de la vivienda, sino que además han empujado a una situación de una peor respuesta: hoy por hoy es más rentable pagar una hipoteca que lanzarse a pagar el alquiler de una vivienda en España, aunque en especial en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona. Estas urbes, en las que se produce buena parte de la actividad económica y empresarial del país, concentran la mayoría de las sedes españolas de grandes empresas y oportunidades laborales y al mismo tiempo son dos de los territorios nacionales con un mayor coste de vivienda en alquiler por metro cuadrado.

La realidad es que los precios no han dejado de escalar. Hay habitaciones en los principales portales inmobiliarios del país con un valor muy similar al que tenía un piso al completo hace 11 años y los propietarios lo saben, modificando, según denuncia el sindicato, las propiedades del piso para convertir los salones, por ejemplo, en más habitaciones con las que obtener cierta rentabilidad ante los límites que marca el mercado en el precio medio de la vivienda en el país y la Ley de Vivienda, a la que entre sus problemas para una correcta aplicación cabe añadir que es una norma que debe ser aplicada por las comunidades autónomas, chocando con otras ideas neoliberales contrarias a la regulación del mercado.

El pago del alquiler es una cuestión especialmente compleja para muchos ciudadanos que no pueden hacer frente a los precios demandados por los propietarios, en especial cuando el precio medio en las grandes ciudades supera en muchas ocasiones el Salario Mínimo Interprofesional, situado en los 1.080 euros en la actualidad. Aunque la alternativa también pasa por mudarse a zonas mucho más alejadas de las capitales de provincia, lo cierto es que son muchos los ciudadanos que desean estar próximos al centro para evitar, por ejemplo, los problemas derivados por el uso del transporte público de media distancia (averías, largos tiempos de espera, servicios deficientes) y por el otro situarse próximo a sus puestos de trabajo para reducir el tiempo diario en estos medios de transporte público ante la complejidad de obtener, también, un coche.

Manifestación ante los impagos del Bono Joven de Alquiler de Madrid.
Manifestación ante los impagos del Bono Joven de Alquiler de Madrid.

María vive en Madrid desde hace cinco años, cuando se mudó a la capital para comenzar sus estudios tras toda una vida viviendo en Galicia. Aunque al principio vivió en una residencia, en el segundo año de carrera decidió marcharse a un piso con otras cuatro personas cerca de Puerta de Toledo, en el interior de la M-30. A los cuatro años decidió mudarse en solitario y emprendió la búsqueda de un piso que sigue en la actualidad tras más de cinco meses de esfuerzos en vano que le obligaron a aceptar un contrato de alquiler con otras tres personas para poder seguir viviendo en Madrid.

"La búsqueda de alquiler es una odisea. Los pisos que van con agencia se aprovechan del desconocimiento para llevarse una buena tajada, en otros pisos los caseros son súper estrictos (por ejemplo en el que vivo yo casi no deja que venga mi pareja más de un fin de semana al mes, me cobra si se queda más de tres días) o directamente son condiciones bastante difíciles", explica. A ello hay que añadir, por ejemplo, el pago de gastos: "En mi caso terminé en un piso en el que pago 550€ (con gastos incluidos excepto si la luz sobrepasa los 100€, que entonces lo restante toca dividirlo entre dos)".

¿Cuál es la respuesta definitiva? En estos casos depende de quién responda a la pregunta. La cuestión de la vivienda es una de las más importantes en todos los programas políticos de la actualidad y las medidas bailan desde el aumento de la vivienda pública hasta la congelación de los alquileres. Hasta encontrar la respuesta definitiva, habrá que esperar a conocer cuánto ha subido el vivir en con los padres hasta entonces.

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