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Pantallazo

Pegasus, 'Rubi' y 'Geri' y el 'The Wire' español

Las ordenes, las conversaciones, las conspiraciones, las charlas informales. Todo quedaba grabado. En la serie y en la vida real, como estamos viendo en España

Pegasus, ‘Rubi’ y ‘Geri’ y el ‘The Wire’ español

El presidente de la RFEF, Luis Rubiales. | Europa Press

Puede que solo en Baltimore, la ciudad donde se desarrolla The Wire, la que para muchos es la mejor serie de la historia, las grabaciones de conversaciones de móvil hayan afectado a tantos ciudadanos y tan diversos y hayan dado tanto juego como lo que estamos viviendo en España en estos días.

The Wire contó durante cinco temporadas los métodos legales de escucha que utilizaba la Policía en su luchar contra el mal. Ya fueran bandas negras de traficantes de droga, traficantes rusos de mujeres; el poder de los sindicatos mafiosos; empresarios de pelotazos urbanísticos; políticos corruptos o amarillismo periodístico. Se les derrotaba con grabaciones.

La serie favorita de Obama consiguió el aplauso unánime de los más prestigiosos medios como The New York Times, The Guardian, Time o The Telegraph que la encumbraron como la mejor serie de la historia. Y esta unanimidad viene marcada por un rasgo crucial que destacan todos los críticos y fans, el reflejar como ninguna otra serie lo ha hecho la realidad de una ciudad, la tragedia de la vida, los diversos disfraces que puede tener la corrupción, la lucha quijotesca y eterna contra el mal. Y todo ello con un solo arma: el testimonio inculpatorio grabado legalmente.

Las ordenes, las conversaciones, las conspiraciones, las charlas informales. Todo quedaba grabado y esas pruebas eran la clave para todo. En la serie y en la vida real. Y eso lo estamos viendo ahora en España.

Hace unos días el New Yorker publicaba que el Gobierno español estaba controlando a políticos independentistas catalanes mediante Pegasus, esa aplicación israelí que solo se vende a gobiernos y que permite conocer todo lo que se dice o escribe en un móvil. Los espiados serían Puigdemont y el resto de fugados de la Justicia desde hace años. También los ya condenados e indultados por el golpe secesionista y algunos ‘indepes’ con cargo que han manifestado de forma reiterada que «volverían a hacer lo mismo».

Todos, lógicamente, han puesto el grito en el cielo. Escribía Arturo Pérez Reverte en un tuit: «Secesionistas catalanes, indignados porque el Estado español, espió a los secesionistas catalanes. Y, además, pretenden que el Estado español lo confirme oficialmente y lo cuente con todo detalle». Y terminaba el escritor: «España es el lugar más disparatado de Europa».

Porque a nadie le sorprende. El espionaje siempre ha existido. La ley protege la intimidad de todos, incluidos los golpistas. Solo con autorización judicial se puede grabar. De momento, el Gobierno no ha reconocido explícitamente el espionaje. Sin entrar en detalles, todos los ministros preguntados responden que todo se ha hecho de forma legal. La ministra de Defensa, Margarita Robles, garantizaba que las actuaciones del Centro de Nacional de Inteligencia (CNI) siempre están sujetas a la legalidad vigente. Algo imprescindible para el uso judicial como pruebas de esas grabaciones.

La ministra de Defensa, Margarita Robles | Europa Press

Los independentistas han acusado al Gobierno, pero no han estado solos en esas acusaciones. También desde un partido del propio Gobierno se han pedido cabezas cortadas. La esquizofrenia de Unidas Podemos vuelve a manifestarse. Fuera del ruido, no parece que tampoco en esta ocasión el malestar pueda con el apego de los ministros de UP a los sillones, sueldos, coches y asistentes ministeriales.

Porque algo está claro. Estas cosas hacerse, se hacen. Pobre Estado democrático sería el que no se defiende contra sus agresores con todas las armas y leyes que pueda.

Las grabaciones no son exclusivas del mundo de la política. El fútbol ha tenido, incluso, mayor impacto. Las conversaciones publicadas por El Confidencial de Rubi y Geri acaparan el foco de todos los medios. Dos grandes amigos, con intereses comunes: el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y su gran amigo y socio, Gerard Piqué, futbolista del Barcelona y dueño de la empresa Kosmos. Correos electrónicos, mensajes y audios de WhatsApp que han puesto de evidencia la falta de sentido ético de estos dos personajes. Un presidente que ganaba más dinero en la Supercopa si el equipo de su socio Piqué quedaba segundo en La Liga. Un comisionista que ganaba más dinero que casi todos los clubes que jugaban el torneo. Un blanqueo de Arabia Saudí, un país que es de todo menos ejemplo de democracia, ni de libertad política o religiosa, ni de igualdad de la mujer, ni de derechos de los homosexuales. Suena todo tan mal como huele. Y ante las primeras informaciones del pelotazo, los dos, Rubi y Geri, optaron por una defensa basada en un ataque frontal contra el medio que publicaba las informaciones.

Sus gritos lastimeros de que todo es legal, de que no han hecho nada malo, de que están siendo atacados y que todo son mentiras, ya no es algo exclusivo de los políticos corruptos. Rubiales ha insistido en decir que había sido hackeado, decía que se sentía violado y que todo era obra de un culpable, que él conocía y que se ha negado a revelar, aunque continuamente se supone que apuntaba con indirectas y comparaciones. A la espera de que presente por fin las acciones legales por el hackeo sufrido, y que lleva días anunciando, lo que no va a poder es borrar el contenido vergonzoso de sus conversaciones.

Todos los escándalos periodísticos son filtraciones interesadas por los más diversos motivos. Pero eso no invalida los contenidos. Las conversaciones quedan y Rubiales y Piqué están ya tocados para siempre. No se sabe todavía si fue legal el pelotazo, pero sí que no fue ético. Y sobre todo que el jugador del Barcelona que insistió desde el minuto uno en mantener que separaba sus dos facetas de empresario y jugador, ahora se ha visto que mintió y estuvo pidiendo continuamente favores a su socio, y presidente de la competición en la que él juega. Incluso traicionando a compañeros y enviando audios suyos a Rubiales. La ética de Piqué, ni está, ni se le espera.

Por eso, un consejo. Si no ha visto todavía The Wire, no lo dude. Olvide la actualidad y vea esta serie épica.

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