Elvira Navarro

El derecho a jugar

El derecho a jugar

Hay decenas de ejemplos: la novela Chulas y famosas, de Terenci Moix, comenzaba en el funeral de Jordi Pujol, y en Anatomía de un instante Javier Cercas hablaba todo el rato de Santiago Carrillo como si ya hubiese muerto (varios años antes de que, efectivamente, falleciese), y ése era el detalle por el cual el lector avisado podía intuir que había que leer aquel libro con toda la cautela, pues es sabido que una sola gota de ficción tiñe todo el libro de ficción. Un error en un libro de Historia es una negligencia, un dato falso en una crónica es una mentira, pero un desajuste deliberado en un relato con aires de ensayo o apariencia de reportaje  o vocación de biografía es, ay, literatura. Si todos los lectores del mundo comprendieran eso (y si ningún autor de ficciones traspasara los límites éticos elementales: no desfigurar hasta la afrenta, no insultar, no acusar de crímenes falsos…) no habría controversias como ésta que han protagonizado ahora Víctor Erice y Elvira Navarro, pero es algo que jamás sucederá, y por tanto Erice, que desde luego comprende la ficción (¿cómo no va a comprenderla el autor de dos de las ficciones más hermosas de la historia de España?), probablemente no tiene razón, pero sin duda tiene razones para estar molesto por la publicación, hace pocas semanas, de la novela Los últimos días de Adelaida García Morales, de Elvira Navarro, por mucho que ésta no se haya sobrepasado en absoluto en la manipulación de la que ya es su criatura.

Entre la ficción y la pragmática

Entre la ficción y la pragmática

“Muchos libros aparecen con un retrato en la tapa. ¿Esto indica que son los que tienen autor?”. La pregunta de Macedonio Fernández adquiere en estos días particular actualidad con la polémica surgida a raíz de la novela Los últimos días de Adelaida García Morales de Elvira Navarro. Parafraseando a Macedonio, ¿el retrato de García Morales en la portada indica que el libro tiene como protagonista a la autora de El Sur? De la misma manera que la pregunta de Macedonio ponía en discusión la referencialidad entre el nombre de portada y la primera persona de la narración, la pregunta sobre la portada de la novela de Navarro obliga a interrogarse sobre la referencialidad entre la fotografía e, incluso, el título de la novela con el personaje y, a su vez, con la persona que fue García Morales. Dejando de lado valoraciones críticas acerca de la obra de Navarro y asumiendo, inocente sería no hacerlo, los mecanismos de promoción utilizados por todo sello editorial (evidentemente es más fácil vender un libro en cuya portada aparezca el nombre y el rosto de una persona reconocible), en el debate suscitado a partir del crítico artículo de Víctor Erice, se han mezclado dos ámbitos distintos.

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