Lea Vélez

Demasiado pequeño para 'Breaking Bad'

Demasiado pequeño para 'Breaking Bad'

Un día discutía -sanamente, sin acritud- con una madre inteligente a la que conozco de las redes, sobre las cosas que les dejo ver en la televisión o no a mis hijos. Bueno, en la televisión, no. En el ipad o el ordenador. Contrastábamos si son demasiado pequeños para que yo les deje ver las cosas que les dejo ver y esos asuntos recurrentes que nos preocupan a los padres en las familias de hoy.

Volar ligero

Volar ligero

Dos maletas de mano, una madre, dos niños -uno de ellos asmático- y una abuela de 81 años. El reto consiste en meter dos meses de ropa, medicinas y cremas, jarabes y ventolines, gabardinas -que vamos a un país de lluvia-, comida para el viaje, bolsos y documentos, dos ordenadores, tres tablets y alguna cosa más, en dos maletas de mano. No es un reto difícil, porque llevo más de veinte años aligerando equipaje.

No es la foto, es el baile

No es la foto, es el baile

Nacemos buenos. Nacemos perfectos y luego ya nos estropeamos imitando al de arriba, copiando comportamientos y modas por afán de ascender, equivocando conceptos y dejando a un lado el espíritu crítico. Si hay suerte, nuestros padres nos vuelven a arreglar inculcando con su ejemplo una forma humana y reconstruida de toda esa bondad que cada día nos roba la sociedad.

Cuando todo era bello

Cuando todo era bello

Un día iba de tiendas con mi madre. Yo tendría veintipocos, así que ella tenía más de cincuenta. Recuerdo como si fuera hoy que mirábamos unos primaverales vestidos en un escaparate cuando dijo: “A veces me veo reflejada en los escaparates de las tiendas y me pregunto… ¿Quién es esa mujer? Te lo juro. No me reconozco”.

La desconocida de la foto

La desconocida de la foto

Los escritores recibimos con cierta regularidad esta pregunta: «¿Cuánto hay de realidad en lo que escribes?». Tanto lo he analizado, desde todos los puntos de vista, que se ha convertido en mi obsesión. Ya saben, los escritores, dicen, tienen una obsesión y en realidad, todas sus novelas van del mismo asunto. La mía es esa. ¿Qué hay de verdad aquí? Pero en contra de lo que la mayoría de la gente opina, no me refiero a qué hay de verdad en mis ficciones, sino a todo lo contrario. Lo que yo me pregunto es qué hay de verdad en mi realidad.

El ala oeste de la Puerta del Sol

El ala oeste de la Puerta del Sol

Ayer empecé una nueva serie de abogados made in USA titulada For the people (Por el pueblo). El título ya da todas las pistas. La cosa va de unos jovencísimos y preparadísimos abogados y fiscales de Nueva York que se incorporan al mítico juzgado federal donde fueron condenados los Rosenberg, apodado “The mother court”. Allí llegan los casos más épicos del estado, con lo que imagínense el proceso de selección y la brillantez de estos chavales para alcanzar semejante sueño. La cosa empieza con todos ellos jurando la constitución americana y después, unos se incorporan al turno de oficio y otros a la fiscalía del estado. Aunque ya estoy muy mayor para este tipo de series tan, tan, tan idealistas, en las que los aguerridos y preparadísimos letrados sueltan épicos discursos sobre la libertad de expresión y el modo de vida americano, quise probar a ver. Ya me había leído todos los nuevos giros del mástergatecifuentino y necesitaba ficción fresca a la que hincarle el diente.

Todos los hombres del presidente

Todos los hombres del presidente

Tenía muchas ganas de ver The Post, la versión de Spielberg de Los papeles del Pentágono y aunque me entretuvo y me gustó, me resultó algo decepcionante. Comprendí que Spielberg, admirador de la película Todos los hombres del presidente, había querido hacer la precuela. Fue una película que marcó un antes y un después en el “cine de periodistas”. De hecho, la de Spielberg cierra con el mismo plano, exactamente, con el que abre la otra.

Y para eso sirve un profesor de griego

Y para eso sirve un profesor de griego

Esta mañana, mis hijos y yo, de camino al colegio, pasábamos por delante de las obras de un inmenso polideportivo en construcción que lleva en esqueleto varios años. La mastodóntica obra municipal quedó paralizada por la crisis, pero desde hace unos meses los trabajos se han reanudado. Una cuadrilla de esforzados obreros va cubriendo aguas de los pabellones abiertos a la intemperie. Los niños, en el coche, comentaron el asunto. Dijo el de 10 años:

Para, mujer, para dejar de luchar

Para, mujer, para dejar de luchar

Me piden un artículo para el 8 de marzo y me siento como el soneto que me manda hacer Violante. Todo lo que puede decirse sobre igualdad y feminismo ya se ha dicho. Se lleva diciendo cien años. Se ha protestado, se ha quemado en las fábricas, se ha luchado en los manicomios, se ha muerto y se ha amamantado. No estamos donde hace cien años, está claro, pero seguimos gritando las mismas consignas, y para mí, el feminismo en los países desarrollados, ese por el que vamos a parar el 8 de marzo, ya debería ser otra cosa. Ya debería ser una fuerza de la gravedad. Quizá lo es, espero que lo sea, aunque temo que las miradas injustas y las acciones desmedidas que provoca en los círculos reaccionarios frene de nuevo su avance. Espero que ya esté aquí, lo está, aunque temo que, a pesar de su valentía, corre el peligro de caer en la última valla, de salirse de la pista en el último segundo, de mandar a la red la última pelota. Porque somos mujeres, pero vemos las cosas muy distintas unas de otras y a veces tiramos en direcciones opuestas o hay quien tira hacia los hombres, cuando los hombres solo son personas y son las costumbres y las conductas sociales, las que deben caer.

Si no fuera mujer

Si no fuera mujer

Si no fuera mujer me habría perdido llevar minifalda y que un montón de chicos guapos me invitaran a sus fiestas. Me habría perdido escuchar piropos que me han hecho mucha gracia y piropos (fallidos) que me han dado mucho asco.

Tiempo para ti

Tiempo para ti

Tuve una comida hace poco con la directora de una de las publicaciones para las que escribo. Conversábamos sobre la vida, la rutina de madre monoparental, los hijos con sus deberes y el kilometraje de idas y venidas al colegio, eje de mis planes de diario. En un momento dado, me dijo: “¿Y cuándo tienes tiempo para ti? Necesitas tiempo para ti”. Lo primero que pensé fue… ¿Para mí? ¿Para qué quiero tiempo para mí? Después, me pregunté a qué se refería exactamente: ¿ir al cine con un amigo? ¿Salir a bailar? ¿Comprarme un vestido nuevo? ¿Leer un libro? ¿Viajar sola? Imaginé que eso era lo que se entiende por “tiempo para ti” y me acordé del terrible personaje de Julianne Moore en “Las horas”, que superada por su rol de madre y esposa perfecta que ha de hacer una tarta, deja a su hijo con la vecina y se va a una habitación de un motel dispuesta a suicidarse. Luego no se suicida, regresa, hace la tarta, pero pronto abandona a la familia porque es inmensamente infeliz. Me dije que la literatura y el cine están llenos de relatos de mujeres así, atoradas, infelices, que una vez a la semana desaparecen de sus labores absorbentes como abnegadas madres y esposas para pasar la tarde en una habitación de hotel siendo ellas mismas, pensando, leyendo o teniendo tiempo para sentir algo propio.

El manicomio infantil

El manicomio infantil

Mis hijos, como muchos niños, tienen “enemigos” en el colegio. Todos los tuvimos. En la infancia los sentimientos están bastante exacerbados y hay odios y amores, amigos y enemigos.  La palabra “enemigo” no significa lo mismo para un niño que para un adulto. Es un lenguaje que ellos utilizan y que tiene un valor semántico muy diferente.

Duelo en la etiqueta

Duelo en la etiqueta

Los muertos nos han hablado. Cada año, la tierra pasa junto a su morada, en algún punto de la órbita terrestre que coincide con el 1 de noviembre. El tiempo de difuntos es como la primavera. Un lugar. Un lugar astronómico que varía en función de la velocidad de la tierra, de la posición exacta del sol. Un espacio-tiempo con portal hacia el interior, en el que vemos con más claridad las formas que habitan en nuestra conciencia. Es la zona en la que se nos permite, como quien cruza la frontera de la consciencia, hablar de los muertos, mencionarlos sin resultar pesados con el dolor, o el llanto, o el recuerdo de batallas sencillas.

Quiero tartas

Quiero tartas

“Quien parte y reparte, se lleva la mejor parte.” Esto lo decía mi madre, con un guiño, al cortar una tarta. Cuando se habla de igualdad entre hombres y mujeres en el mundo de las letras, siempre pienso en esto, y mi mente desbarra hasta imaginar a la mujer que dio a conocer al mundo las tartas gráficas: Florence Nightingale, pues solo a una mujer podía ocurrírsele la ideaza de dibujar en gajos de la tarta los porcentajes de una encuesta, de un estudio o de un muestreo, para que sus teorías sean comprendidas de un golpe de vista por los golosos varones. Florence, enfermera y genia, quiso introducir en 1885 las normas de higiene en los hospitales, al ver que los soldados de Crimea caían como chinches a causa de la disentería y apenas morían por culpa de un balazo. Para demostrar sus observaciones ante los incrédulos varones del ministerio de la guerra, se inventó esto de las tartas y las porciones y la imagen tan brutal que vieron los convenció, pues ya sabemos lo de las mil palabras inútiles ante una imagen demoledora. Los hospitales comenzaron a poner azulejos en las paredes, a limpiar, a usar lejía para los suelos. Las sábanas se lavaron con alegría, las aguas fecales se separaron de las trincheras y la mortalidad cayó drásticamente.

Imposible seguir leyendo

Imposible seguir leyendo

Hace poco, una partidaria de la independencia me daba un discurso lleno de candor, en el que afirmaba que la nueva Cataluña es un proyecto ilusionante y moderno, ¿No me gustaría una educación de calidad para mis hijos, donde personas como yo, que saben de creatividad, de pasión educativa, tengan voz para construir otra cosa diferente a esto que tenemos? Donde la cultura sea real, donde yo misma, que me dedico a hablar tanto de educación, sería bienvenida para asesorar con todos estos conocimientos que tengo sobre los niños de altas capacidades, por ejemplo. Por unos instantes pensé… qué bonito sería poder acabar con este monopolio de los libros de texto llenos de clichés y papanatería, de los profesores aburridos que sueltan su chapa sin enseñar a pensar porque nadie los enseñó a ellos, de la ciencia, la física, la química, la praxis, la matemática sin sumas aburridas para crear hombres felices y no ciudadanos. Qué bonito sería que el colegio no fuese la forma de fabricar conformismo o una criba de talentos que buscan salirse siempre de la caja. Qué bonito sería, si no fuera un oxímoron en las circunstancias catalanas y en el país educativo que se pretende fundar.

Cataluña y el corazón

Cataluña y el corazón

Las madres tenemos un sexto sentido. Las madres de 80 años, tienen, además, una sexta sensibilidad. Mi madre debía de saber que se acercaba el momento en el que su hija iba a escribir sobre estos miedos, por eso, el otro día me dijo: “¿De qué va tu próxima columna? No escribas sobre Cataluña. No quiero que nadie te insulte”.

Que nos dé la vida

Que nos dé la vida

16:30. Mucho calor. Madres y padres nos apiñamos en cuatro metros cuadrados de sombra de un colegio británico, mientras esperamos a que salgan los niños de sus clases. Observo que hay un hombre por cada cinco mujeres. Ellos, trajeados con corbata, los dejan por las mañanas y ellas suelen ser las encargadas de recogerlos por la tarde, porque no hay hombre que salga de la oficina a las cuatro.

El bando inequívoco del bien

Cada vez me cuesta más decir lo que pienso. No por miedo a toda esa barahúnda de cabreados que se ofenden por lo que digo o lo que no digo. Me cuesta porque empiezo a no saber qué demonios pienso. Dónde está el bien y donde está el mal. Si lo que digo ayuda o descalabra. Si aporto ruido o aporto algo útil con mis palabras. Me gustaría aportar cordura, pero igual es mucho pedir. Por ejemplo, Juana Rivas. El hecho de tener que encontrar una opinión sobre su huida y regreso me descoyunta las neuronas porque parece que hoy día, en todo, nuestra opinión es un partido. Parece que en estos tiempos debes de estar a favor o en contra de Juana Rivas. A favor o en contra de la emoción catalanista. A favor o en contra del islam. A favor o en contra de un juez que con todas las pruebas y detalles en la mano toma una decisión o a favor o en contra de una mujer que pone el amor por encima de todo y solo quiere el bien para sus hijos. Estás a favor o en contra de algo, de una manera fervorosa, activa, activista, o a favor o en contra del más rancio cliché.

Lo posible

Lo posible

En mi obsesión por dar con el mejor método, la teoría, el lugar mágico en el que se les enseñe a los niños arte, historia, matemática y humanidades, ciencia y geografía sin machacar o aburrir o adocenar o anestesiar, descubrí que la solución al problema pasa por tener menos alumnos por clase, para poder sacar a los niños de su actitud pasiva, con profesores más preparados, y, sobre todo, mucho mejor pagados. Enseñar es una vocación que debe merecer la pena. Todos, hijos y padres, profesores y alumnos, deseamos lo imposible, que la educación, realmente, merezca la pena. Pero ocurre una cosa: como esto de reducir la ratio y dar más, mucha más calidad, parece imposible, al menos a largo plazo, nos rendimos.

La maleta letal

La maleta letal

Tiempo de viajes, de hacer maletas. De arrastrar maletas. De llenarlas con una parte de nuestro ser. A mí me parece que hacer maletas, escribir un artículo o hacer un boceto son más o menos lo mismo. Por cómo organizan su equipaje, por su maleta rígida o de ruedas, por lo que llevan, por lo que dejan, por sus mochilas o sus maletines, los conoceréis.

¿Cuál es tu causa?

¿Cuál es tu causa?

¿Cuál es tu causa?, me preguntó el periodista. ¿Tienes causa? ¿Qué defiendes? ¿Qué rechazas? Me río y le explico que es complicado, porque cuando todo el mundo dice blanco, siento la necesidad de decir negro y cuando todo el mundo dice negro, yo debo defender al pobre blanco, abandonado a su suerte, destrozado por la moda de una causa que arrolla sin piedad al enemigo. Una causa es un monolito y los monolitos me aterran, porque son la injusticia, siempre, con alguien.

Boix, sin comentarios

Boix, sin comentarios

Un joven con uniforme del ejército americano le entrega los cascos de traducción simultánea. El testigo se los pone. Dubost, el acusador francés, comienza las preguntas al testigo. -¿Cuál es su nombre? – Francesc Boix.

No son personas, son milagros

No son personas, son milagros

Han pasado más de veinte años, pero nunca olvidaré ese terror. Los amigos pasaron por mi lado corriendo cómo exhalaciones. El pánico es un mensaje animal que se respira. Te habla. Miré hacia atrás y eché a correr. Un hombre nos perseguía con un enorme cuchillo. Me encontraba en la peor situación posible. Era la última. Posible primera presa. Mientras corres por tu vida, piensas mucho. Son ideas fugaces pero precisas, como trozos de un puzzle de cristal. Vuelan por la mente sin palabras. Esas las pones después: “Corre” “Debo correr más que él” “hay que llegar a esa puerta” “¡Corre!” “Ahí está, sigue abierta…”

Receta gourmet de la educación

Receta gourmet de la educación

Coja usted amor, libertad, coherencia, felicidad y mézclelas según la situación en un equilibro constante. Quiébrese la cabeza, dedíquele tiempo y desentiéndase. Esto, más o menos, será educar: Amor, para mí, es tener ratos y rutinas con ellos. Amor es conversar y contestar sus preguntas, interesarme por lo que les importa, querer escuchar sus invenciones, darles momentos de libertad, fomentar su libertad. “Si le quieres, déjalo libre”, no sé de quién es la frase, pero no puede ser más acertada. Amor es dejar al otro ser y crecer.

La batalla de las letras

La batalla de las letras

Era el día del libro. El colegio lo celebraba pidiéndole a los niños que fueran disfrazados de personajes literarios. Les propuse a mis hijos hacerles unas coronas, saqué del altillo los uniformes de soldado medieval, y hale, al cole disfrazados de Enrique V, o si querían de Hamlet, que tenemos calaveras.

Ojos en el corazón

Ojos en el corazón

Imagino todos los cuerpos graves, enfermos, asustados, los muertos que causa la enfermedad. Pienso en lo que no se ve y le doy la imagen metafórica de aquel cementerio de coches del verano del 2004.

Democracia y bondad

Quien no crea en la igualdad de la mujer, no es machista, es mala persona. Esto no solo lo digo yo, lo dice mucha gente muchísimo mejor que yo. Esto lo dicen las buenas personas.

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