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César Aira y el elogio a lo fragmentario

César Aira y el elogio a lo fragmentario

César Aira es el escritor vivo más importante de Argentina, sin duda su obra es la de un escritor prolífico. Sus novelas, que suman más de cien títulos, son famosas por su brevedad, pocas tienen más de cien páginas, y por sus tramas extrañas e impredecibles.

En Cómo me hice monja una excursión familiar inocente culmina con un asesinato; ¿el arma? una cubeta de helado de fresa con cianuro. En El congreso de literatura, Aira intenta clonar al escritor mexicano Carlos Fuentes iniciando una obra de ciencia ficción que provoca que gigantes gusanos de seda azul ataquen una ciudad venezolana. En Varamo, dos solteronas son atrapadas contrabandeando en clubs de mercado negro. El humor y el realismo fantástico son elementos claves en la obra de Aira.

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Al escritor argentino le encanta hacer que los lectores sigan adivinando. Escribe deliberadamente lo contrario de lo que elogian sus fanáticos y varias de sus novelas también son obras de exploración del realismo psicológico. Pero a pesar de la variedad de tramas en sus novelas, lo que ha permanecido constante durante los treinta y tantos años que ha estado escribiendo es su gusto por la mezcla de géneros. Mezcla el realismo social con un cuento de una casa encantada con teoría arquitectónica en Los fantasmas. Narra desde la biografía o el cuento en Un episodio en la vida de un pintor viajero.

En una corta conversación por correo electrónico antes de su visita a Barcelona, preguntamos sobre aficiones y miedos de César Aira, además de interrogarlo sobre sus dos últimos libros publicados en España, Continuación de ideas diversas (Jus, 2017) y Prins, su más reciente novela publicada hace pocos días por Literatura Random House.

Más de 100 novelas. ¿Hay un método César Aira para la escritura?

El único método es el placer de escribir, ese placer irremplazable que Stendhal calificó de “denso y profundo”.

¿Alguna vez ha sentido que las ideas se acaban? ¿Ha sentido una sequía intelectual?

No, ese temor ni siquiera me ha rozado. Mi vida y mis lecturas son el combustible de la escritura, y mientras siga viviendo y leyendo siempre habrá material.

Las traducciones han multiplicado sus obras y en Continuación de ideas diversas, defiende la importancia del traductor. ¿La expansión de su obra en territorios lingüísticos distintos es su pasión?

No, no es una pasión, y podría vivir sin que mis libros se tradujeran. Me halaga, por supuesto, y me viene bien el dinero que eso produce, pero nada más.

Continuación de ideas diversas es un ensayo fragmentario. Más allá de que las ideas son píldoras cortas con una carga compleja, ¿este libro es un tributo a su fascinación por lo breve?

Lo breve en mis relatos se ha dado naturalmente, sin ninguna intención especial de mi parte, salvo en todo caso el miedo a aburrir. En los ensayos, si bien los he escrito largos, creo que el juego de las ideas funciona sin mucho desarrollo. El lector puede desarrollar.

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¿Escribe novelas o ensayos breves como una forma de enganche para lectores modernos y faltos de tiempo?

No, no pienso en los lectores faltos de tiempo, ni me interesan. Todos tenemos el mismo tiempo, las veinticuatro horas del día y los trescientos sesenta y cinco días del año. El que no tiene tiempo para leer es porque tiene otras prioridades. Para mí leer siempre fue una prioridad, por eso nunca pude trabajar y tuve que resignarme a ser pobre.

La ruta del autobús 126 en Buenos Aires es un hilo narrativo en su nueva novela Prins, ¿podría decirse que es una analogía en su trayectoria. Ir de la periferia bonaerense al centro, a ese centro como individuo – escritor?

El barrio de Flores donde vivo está equidistante del centro de Buenos Aires y de su periferia propiamente dicha. El 126 pasa por la esquina de mi casa, y lo tomo ya en un sentido, ya en el otro. Es cómodo y servicial, y si lo incluí en la novela es más como homenaje que como alegoría.

***

Aira no mide sus libros contra los de los mejores escritores de Argentina. «Un escritor verdaderamente bueno aparece una vez cada treinta años», le dijo al juez Baltazar Garzón. «En Argentina, en el siglo XX, hemos tenido una buena cosecha… Borges solo, es casi más que suficiente». Sin embargo, ha reconocido en algunas entrevistas que tuvo «algún éxito»: ya no tiene que vivir de la traducción de novelas góticas y sus expectativas han cambiado. «A los veinte años uno quiere ser un genio: Balzac», dijo. «Más tarde te conformas con ser tú mismo». En un mundo de realidades inmanejables y fragmentarias, la grandeza de Aira reside en su complejidad que nace de la mezcla de múltiples elementos y géneros.

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