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Ernesto Castro: «La cultura de cancelación convierte en público lo que es privado»

Tal es el hastío del escritor que ya no apela por llamar la atención y trasladar sus ideas, solo esto último. Eso sí, esa reclusión de lo digital no transfiere el debatir con personas de diferente ideología y/o pensamiento. Aún queda Ernesto Castro para un buen rato

Ernesto Castro: «La cultura de cancelación convierte en público lo que es privado»

Eva Ocaña | The Objective

«Me cayó una multa de 1.500 euros por manchar la ‘Villa Histórica de Madrid’. Aquí terminó mi experiencia de la Revolución». Relata Ernesto Castro (Madrid, 1990) en el premio de Ética, estética y política: Ensayos (y errores) de un metaindignado como la policía le detuvo por esculpir un grafiti en pleno postapogeo del 15M. 

Libros de León Trotsky en la mochila, repleta de pegatinas de la organización Juventud Sin Futuro. Las hormonas destilaban irreverencia. Desorden. Un alboroto desencadenado en ese «movimiento de los indignados». No había marcha atrás. Castro se había revelado por un desencanto de la política. Desilusión que, una década después, continúa en su naturaleza.

«Yo soy una persona que no tiene ninguna aspiración al poder, que ha descubierto viendo a otros que la vida del poder es una vida miserable y que probablemente es más esclavo el pastor de las ovejas que las ovejas del pastor. Los políticos se han convertido en mayordomos de sus propias ideas». 

Con esto, el filósofo ya deja entrever que de los campos que desarrolla en la obra no se inclina por el concepto de la diplomacia. «Para la vida buena, individual y la gente que te rodea es casi mejor empezar por la ética. La estética, por su parte, siempre me ha interesado a mí desde el punto de vista filosófico, profesional y de todo tipo».

Ética, estética y política: Ensayos (y errores) de un metaindignado es un libro escrito durante la década del 2010, en el que Castro juega con su irreverente sentido de la didáctica —a caballo entre la ironía y divulgación—y llega a plantearse en un texto por qué sería lícito que un partido animalista incluyese en su programa electoral su simpatía hacia la zoofilia o la contradicción de ser antitaurino y no vegano, pues «al fin y al cabo los animales de granja sufren más que el toro de lidia». 

El compendio de textos ha sido releído, repensado y reescrito por el humanístico al transmutar la percepción de los últimos diez años que «los considero perdidos por una falta de conciencia profesional y del oficio respecto a la escritura. Yo me iba a otros lares, como a las redes sociales. Cosas que han sido divertidas hacerlas y de las cuales no me arrepiento, pero sí las considero fruto de la impotencia. La misma impotencia que me libró de la política, me condujo hacia la oralidad». 

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Ernesto Castro: «Yo lo que utilizaba en redes sociales eran mecanismos teatrales, performativos y retóricos para escenificar un cierto estado de ánimo irónico». | Imagen: Eva Ocaña | The Objective

La paloma de la paz del Espíritu Santo impregna la portada del libro. ¿El motivo? La fecha prevista de lanzamiento era el jueves de Semana Santa (además de un mini relato al principio de la obra que no se va a desgranar). ¿El impedimento? La pandemia del coronavirus y el confinamiento. Un lapso de tiempo en el que se ha visto acuciada —aún más si cabe— la precarización de la cultura. «Se ha confirmado la visión que hay de la cultura como entretenimiento. Literalmente es como aquello que te entretiene y te agarra, te mantiene, te hace pasar el tiempo. Como si la cultura tuviese como principal objetivo evitar el aburrimiento y el hastío cuando buena parte de la producción literaria y cultural tiene como propósito, de alguna forma, revalorizar esos momentos de disgusto. El objetivo de la filosofía también es el saber aburrirse concienzudamente».

En estos meses de digitalización, Ernesto Castro ha visualizado como «el liberalismo puede ser superado por razones técnicas. La gente ha estado dispuesta a transigir en coerciones de libertad hasta el punto de no salir de su casa con tal de no verse contagiada con una enfermedad pandémica. Es bastante irónico y divertido que los primeros que abogaron por un estado fuerte y que cancelase todo fuesen, precisamente, los liberales». 

Tampoco han faltado las polémicas vía redes sociales, véase JK Rowling y el debate sobre la identidad de género o Miguel Bosé contra el 5G, llegando al punto de debatirse la cancelación pública de estos. Un concepto que, en palabras del filósofo, «no tiene sentido porque al final tú terminas definiendo a una persona cuyas acciones no la definen. Tú has prestado atención cinco minutos a alguien y simplemente por ese motivo te crees importante en esa plataforma. Además, genera una culpabilidad de segundo grado, es decir, si tú no rompes con esa persona tú también eres culpable. Si sigues retuiteando cosas de J. Rowling eres culpable. Para mí la visión es la opuesta. Es evidente que la cultura de cancelación convierte en público lo que es privado». 

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Ernesto Castro: «La misma impotencia que me libró de la política, me condujo hacia la oralidad». | Imagen: Eva Ocaña | The Objective

La trayectoria de Castro ha sido carne de polémica y disputa en las redes. Solo hace falta indagar un poco para recordar el conflicto por la portada de su anterior libro El trap: Filosofía millennial para la crisis en España con el artista Yung Beef, el debate con los seguidores de Gustavo Bueno o la comparación del matadero de cerdos de Binéfar (Aragón) con el Holocausto. «Se me tachó de antisemita y ahí yo realmente no busqué provocación ni notoriedad. Simplemente expuse mis ideas y conforme se fue formando la voladera aquella expuse los argumentos de los autores que estaban detrás de mis ideas y ya está. Chapé el asunto». 

Entonces, ¿qué comprende por revolución Ernesto Castro ahora? Revolución es pasar de la oralidad a cerrarse todas las cuentas de las redes sociales y utilizar solo YouTube para divulgar alguna de las clases que imparte como profesor universitario. «Yo lo que utilizaba en redes sociales eran mecanismos teatrales, performativos y retóricos para escenificar un cierto estado de ánimo irónico. Lo de las uñas, el pelo largo y los diferentes cambios de ‘look’ ha sido siempre para ejercitar la ironía». O, quizás, revolución es portar una camiseta que reza «Paul is dead». 

Tal es el hastío del escritor que ya no apela por llamar la atención y trasladar sus ideas, solo esto último. Eso sí, esa reclusión de lo digital no transfiere el debatir con personas de diferente ideología y/o pensamiento. Aún queda Ernesto Castro para un buen rato. «Me gusta combatir en campo ajeno porque se aprende más. Tienes más papeletas de ser derrotado filosóficamente o teóricamente pero también tienes las mismas de aprender cómo funciona la mente ajena. Yo siempre he intentado hacer este ejercicio mucho, que justo aparece en este libro, y es el de leerme la obra de un autor casi por completo y criticarlo endógenamente». 

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