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Esther Vivas: "En las salas de parto el patriarcado y el capitalismo campan a sus anchas"

Esther Vivas a escribir Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, un ensayo sobre todo lo que rodea a la maternidad cuando vivimos en una sociedad hostil a esta

Esther Vivas: «En las salas de parto el patriarcado y el capitalismo campan a sus anchas»

Cesáreas innecesarias, episiotomías por rutina, trato infantilizador, un sistema médico jerárquico y patriarcal… Estas son algunas de las razones que han llevado a la periodista y socióloga catalana Esther Vivas a escribir Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, un ensayo sobre todo lo que rodea a la maternidad cuando vivimos en una sociedad hostil a esta. «A raíz de mi maternidad empecé a preguntarme sobre la experiencia materna, y entonces me di cuenta de cómo de invisible era todo aquello que rodea el hecho de ser madre», cuenta la periodista a The Objective.

De esta forma, Vivas, en este texto, publicado en castellano con Capitan Swing y en catalán con ARA Llibres y que lleva días viralizándose en redes, aborda varios temas relacionados con el derecho a vivir sin imposiciones la experiencia materna, y temas tan invisibles como la infertiliad, la pérdida gestacional, el parto, la violencia obstétrica, el puerperio o el negocio del biberón, haciendo reflexionar sobre el ‘ideal materno’ de la madre sacrificada al servicio de la familia. Un libro que nace de la indignación de una madre desobediente.

¿Cómo es una madre feminista?

Una madre feminista es una madre que quiere decidir sobre su embarazo, parto y lactancia, que se declara sujeto activo, y que se rebela contra los ideales imposibles de maternidad que nos imponen.

¿Por qué no podemos ser las madres que queremos ser?

Porque la sociedad condiciona en buena medida nuestra maternidad. Si yo, pongamos el caso, quiero dar la teta más allá de los cuatro meses que me corresponden de permiso de maternidad, ¿cómo lo hago? ¿voy a todos los sitios con el sacaleches? Al final, dedicar tiempo a la maternidad y a la crianza acaba siendo un privilegio solo accesible a quienes económicamente se lo pueden permitir, ya que no todo el mundo puede asumir una excedencia sin remunerar.

Recientemente se ha ampliado el permiso de paternidad, pero el de maternidad está inamovible desde 1989, ¿quién defiende a las madres?

En el Congreso de los Diputados parece que ninguna formación apoya la maternidad y la crianza. Me refiero a que con el acuerdo unánime, por parte de todas las formaciones políticas, por apoyar unos permisos iguales e intransferibles se apuesta por un determinado modelo de maternidad, donde la crianza se supedita al empleo. Sin embargo, si quieres estar más tiempo con la criatura, pongamos un año, dar la teta en exclusiva hasta los seis meses, como recomiendan todas las instancias de salud, ningún partido apoya esta opción. Para los padres, en particular los padres implicados, la ampliación del permiso de paternidad es una muy buena noticia, también para las madres que no tendrán que asumir todo el trabajo de cuidados, pero resulta sorprendente que el permiso de paternidad se haya ampliado aproximadamente un 300% en poco más de dos años, y el de maternidad no se haya movido un ápice, ni está previsto que lo haga, en treinta años, siendo tan corto como es. El problema que tenemos es que a nivel político y social se sigue considerando la maternidad  como una carga, cuando el problema lo tenemos con un sistema que es hostil a la crianza.

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Foto cedida por Esther Vivas

A veces tenemos la sensación de que la maternidad se penaliza por determinadas conductas de la sociedad con respecto a las madres: despidos improcedentes, cuestionadas constantemente…  ¿La paternidad se premia?

Tal vez formalmente sí, y queda bien hablar de padres implicados. Sin embargo, cuando un padre antepone la crianza al mercado, al empleo, también se le penaliza, porque lo que se castiga es el trabajo de cuidados, realizado en la gran mayoría de casos por mujeres.

Hay ciertos sectores feministas que consideran que una ampliación maternal ampliaría la brecha de género sin tener en cuenta que el 80% de las mamás en el primer año de vida de su bebé quieren estar con él, como cuentas en el libro.  ¿Cómo encaja esto dentro la ola feminista?

Creo que es importante señalar que la brecha de género no solo se debe a que las mujeres seamos madres, y a la vez la penalización a la maternidad va mucho más allá de lo que dura una baja por maternidad. Por este motivo, pensar que una medida temporal, como unos permisos para padres y madres iguales e intransferibles, reducirá la brecha de género es a mi modo de ver erróneo. Harían falta muchos más cambios que afecten al mercado laboral y al reparto del trabajo de cuidados durante todo el ciclo de vida. Sobre las relaciones entre feminismo y maternidad, éstas han sido tradicionalmente complejas. Parece incompatible ser feminista y reivindicar la experiencia materna, ya que esta última carga con una pesada losa de sometimiento. Sin embargo, hay que distinguir entre la imposición patriarcal de la maternidad y la experiencia subjetiva de las mujeres. El reto consiste en acabar con la primera y liberar a la segunda. No se trata de tener una idea romántica de la maternidad, sino darle el valor social, político y económico que le ha sido negado.

Uno de los debates recientes acerca de la maternidad es el que tiene que ver con la maternidad subrogada. ¿Se puede ser madre o padre a cualquier precio?

Querer ser madre o padre es comprensible, pero no se pueden anteponer deseos individuales a derechos colectivos y de terceros, como los del bebé, que es separado de su madre gestante nada más nacer, y los de la propia madre gestante, obligada a firmar un contrato irreversible por el que a lo largo de los nueve meses de embarazo debe renunciar a su cuerpo y no se le permite ver ni tener información de la criatura a la que da a luz. Además, la gestación subrogada no puede considerarse una técnica reproductiva más, ya que implica la mercantilización de un proceso biológico como es el embarazo, con consecuencias físicas y emocionales para el bebé y la madre gestante.

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En Mamá desobediente señalas que hay que reivindicar el feminismo del 99%. ¿El feminismo liberal ha fallado a la mayoría de mujeres?

El feminismo liberal solo plantea la igualdad para un puñado de mujeres blancas de clase media. Conseguir la igualdad plena para todas pasa por acabar con unas políticas económicas generadoras de exclusión y precariedad, que afectan sobre todo a las mujeres, y en particular a aquellas de clase social más baja y racializadas. El concepto de feminismo del 99% lo han puesto de moda feministas norteamericanas que reivindican cambios que beneficien a la mayoría de las mujeres. De igual modo, yo defiendo una maternidad del 99%, aunque si queremos que todas las mujeres que quieren ser madres puedan vivir satisfactoriamente esta experiencia es necesario reorganizar la sociedad, el mercado de trabajo y los servicios públicos

 

La lactancia materna, sobre todo en público, ¿es una reivindicación feminista?

En general no lo es, pero lo debería ser. La lactancia materna no solo es buena para la salud de los bebés, sino también para la de las mamás, y debe ser reivindicada asimismo en clave emancipadora, por la capacidad que nos otorga, como mujeres, de amamantar al margen de los intereses privados y sin dependencias externas. Dar la teta donde y cuando el bebé necesita es un derecho. Un feminismo que no apoye la lactancia materna expresa, aunque sea involuntariamente, una desconfianza con el cuerpo femenino y nuestras capacidades biológicas. El problema no es la teta, sino una sociedad que hace imposible darla. Hay que analizar la lactancia materna desde un punto de visto colectivo, no individual. No creo que haya que juzgar lo que hace una determinada madre, cada una hace lo que puede, sino defender un modelo de sociedad que favorezca la lactancia y la desmercantilización de la alimentación de los bebés.

Foto cedida por Esther Vivas

Por otro lado está el tema de la infertilidad, mucho se habla de la femenina, pero poco de la masculina. ¿Sigue siendo un tema tabú?

Si la infertilidad es ya uno de los grandes tabúes de la maternidad, la infertilidad masculina ni te cuento. Socialmente, los problemas de infertilidad se asocian a la mujer, una vez más culpándonos nosotras. Sin embargo, la tasa de infertilidad masculina en los últimos 40 años no ha hecho sino aumentar, y en este periodo la calidad del esperma de los hombres occidentales se ha reducido a más de la mitad. A menudo quienes la sufren no lo quieren reconocer porque consideran que esto pone en cuestión su masculinidad. Incluso cuando la causa de la infertilidad es masculina, quien asume las consecuencias físicas de un tratamiento de reproducción asistida es la mujer.

En el libro también hablas de la violencia obstétrica, es decir, el maltrato tanto físico como psicológico por determinadas prácticas médicas contra las mujeres durante el embarazo, el parto y postparto. ¿Qué está pasando en las salas de parto?

En las salas de parto, como digo en el libro, el patriarcado y el capitalismo campan a sus anchas. En la medida en que el parto es empezado a ser visto como una patología, algo que sucede ya a partir del siglo XVIII coincidiendo con el desarrollo de la profesión médica, se impone su medicalización. Un proceso que fue resultado de la pugna por el control del cuerpo femenino y la desconfianza de los hombres en nuestra capacidad por parir. De aquí que a las mujeres se nos ha hecho creer que cuando más intervenido sea el parto mejor, pero la realidad es justo la contraria. La sobreactuación médica en los partos normales y de bajo riesgo, que son la mayoría, los convierte automáticamente en procesos de alto riesgo. Hay que reivindicar el parto respetado, y que la sociedad entienda que un parto es un proceso fisiológico no una enfermedad.

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