Estos han sido los peores lugares para ser niño en 2018
De esta forma, un año más, Unicef ha publicado la lista de la vergüenza, aquella que recoge los países donde las violaciones generalizadas contra los niños continúan en una sorprendente tendencia interanual.
Este artículo no debería estar escribiéndose, porque no debería haber un lugar donde los niños no puedan reír, donde la vida de un menor corra peligro al ser usado como escudo humano, asesinado, mutilado o reclutado. Y mucho menos no debería existir país donde un niño tenga el doble de posibilidades de morir antes de cumplir los cinco años que si hubiese nacido en cualquier país desarrollado. Porque hay calles donde los niños no juegan, sino que esquivan balas y metralla. De hecho, cuando hayas acabado de leer este artículo un menor ya habrá muerto en Yemén, porque allí cada 10 minutos muere un niño. Y ante este panorama, el mundo parece estar sordo ante tanto llanto. Total, todo esto ocurre muy lejos, y nuestros hijos, hermanos o sobrinos comen al menos tres veces al día, lucen buenos abrigos y, como no, presumen del último modelito de smartphone, porque por estos lares los Reyes Magos vienen muy cargaditos.
Sin embargo, la vida para 700 millones de niños que vieron su infancia robada a lo largo del año pasado es muy diferente. Aquí destaco algunas cifras publicadas por Save the Children: 263 millones de niños y niñas no están escolarizados; 68 millones de entre ellos participan en el trabajo infantil –la mitad realizando trabajos peligrosos–; 156 millones de menores de cinco años sufren retraso en su crecimiento; casi 28 millones huyen de sus hogares, cada dos segundos una niña es obligada a casarse… Y mientras tanto: ¿donde están los líderes mundiales cuando se cumplen 30 años de la histórica Convención sobre los Derechos del Niño y el 70 aniversario de los Convenios de Ginebra? Seguramente en ninguno de estos lugares, manteniendo a sus hijos lejos de cualquier zona de conflicto, como lo harían, si pudieran, esos padres que ven esfumarse la vida de sus pequeños mientras el mundo sigue fallando.
“Durante demasiado tiempo, las partes en conflicto han estado cometiendo atrocidades con una impunidad casi total, y solo está empeorando. Se puede y se debe hacer mucho más para proteger y ayudar a los niños», apunta Manuel Fontaine, director de programas de emergencia de Unicef. Y es que la violación, el matrimonio forzado y el secuestro se han convertido en tácticas habituales en conflictos, desde Siria hasta Yemen, desde República Democrática del Congo hasta Nigeria, Sudán del Sur o Birmania. «Los niños que viven en un conflicto están entre los que tienen menos probabilidades de tener garantizados sus derechos. Los ataques deben terminar», agrega Fontaine.
De esta forma, un año más, Unicef ha publicado la lista de la vergüenza, aquella que recoge los países donde las violaciones generalizadas contra los niños continúan en una sorprendente tendencia interanual.
Yemen
La ONU ha verificado que 1.427 niños murieron o fueron mutilados en ataques en 2018. Las escuelas y los hospitales han sido objeto de frecuentes ataques o han sido utilizados con fines militares, negando a los niños el acceso a su derecho a la educación y la atención médica. Esto está alimentando aún más una crisis en un país donde cada 10 minutos muere un niño debido a enfermedades prevenibles y 400.000 sufren de desnutrición aguda grave. Y es que en los aproximadamente 1.000 días de lucha, que comenzaron en marzo de 2015, al menos 5.000 niños han muerto o han sufrido graves heridas. Esto significa que, aproximadamente, cinco niños mueren o resultan heridos cada día en Yemen. Aunque es muy probable que las cifras reales sean mucho más elevadas que los datos verificados.
Afganistán
La mayoría de los menores de 16 años de Kabul sufren traumas bélicos psicosociales, el 99% de los niños ha presenciado actos de violencia, y el 65% ha perdido un pariente cercano. La violencia y el derramamiento de sangre tiene lugar a diario en un país donde unos 5.000 niños fueron asesinados o mutilados en los cuatro primeros meses de 2018, el mismo número de niños asesinados en todo 2017, según Unicef. Y es que los menores representan el 89% de las víctimas civiles de explosivos.
República Democrática del Congo
En República Democrática del Congo, la violencia interétnica y los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los grupos/milicias armadas en la región de Kasai y en las provincias orientales de Tanganica, Kivu del Sur, Nord Kivu e Ituri han tenido un impacto devastador en los niños, a lo que hay que añadir el último brote de ébola en una zona donde viven unos 500.000 pequeños, y donde las tasas de mortalidad son especialmente altas entre los niños infectados: para los menores de un año, ascienden hasta nada menos que un 95%. Además, se estima que 4,2 millones de menores están en riesgo de desnutrición aguda severa. La situación se ve agravada aún más cuando hablamos de abusos sexuales, que se disparan un 60%, esto es 11.500 casos entre 2014 y 2017.
Cuenca de Chad
Los conflictos, los desplazamientos y los ataques a escuelas, maestros y otras instalaciones educativas han puesto en riesgo la educación de 3,5 millones de niños. Hoy, en el noreste de Nigeria, la región lacustre de Chad, el extremo norte de Camerún y la región Diffa de Níger, al menos 1.000 escuelas están cerradas o no funcionan debido a la violencia, el miedo a los ataques o la inestabilidad, que afectan a casi 445.000 niños. Tras más de nueve años de conflicto, en la cuenca del lago Chad hay más de 10 millones de personas, entre ellas seis millones de menores, necesitados de asistencia humanitaria pese a que la seguridad ha mejorado. Además, hay 2,4 millones de desplazados.
Nigeria
Los grupos armados, incluidas las facciones terroristas de Boko Haram, continúan atacando a las niñas, que son violadas y obligadas a convertirse en esposas de combatientes o utilizadas como «bombas humanas». En febrero, el grupo secuestró a 110 niñas y un niño de una escuela técnica en Dapchi, estado de Yobe. Mientras que la mayoría de los niños han sido liberados, cinco niñas murieron y una sigue cautiva como esclava. Aquí, los continuos ataques contra la población civil han obligado a más de un millón de menores a abandonar su educación. Como consecuencia, alrededor de 800.000 niños se han visto obligados a huir de sus hogares.
Sudán del Sur
El implacable conflicto y la inseguridad durante la temporada anual de escasez empujaron a 6,1 millones de personas a padecer un hambre extrema. Incluso con la llegada de la temporada de lluvias, más del 43% de la población sigue teniendo inseguridad alimentaria. Si bien la promesa de un acuerdo de paz revitalizado ofrece un atisbo de esperanza para los niños, los informes de violencia extrema contra las mujeres y los niños continúan, más recientemente en Bentiu, donde más de 150 mujeres y niñas reportaron haber sufrido un asalto sexual horrible.
Siria
Entre enero y septiembre de 2018, la ONU verificó el asesinato de 870 niños, el número más alto en los primeros nueve meses de cualquier año desde el inicio del conflicto en 2011. Los ataques continuaron durante todo el año, incluido el asesinato de 30 adolescentes en el pueblo oriental de Al Shafa en noviembre. Los datos son escalofriantes: 8 de cada 10 pequeños sirios (unos 8,4 millones) necesitan ayuda humanitaria, incluyendo tanto a los que aún viven dentro de Siria como a los refugiados en países vecinos. Es como si todos los niños de España estuviesen en peligro. Y es que la guerra está siendo tan larga que 1 de cada 3 menores sirios (unos 3,7 millones) no conocen otra cosa que la violencia, el miedo y el desplazamiento. De hecho, más de 300.000 han nacido como refugiados, fuera del que debería ser su hogar.
Ucrania
Más de cuatro años de conflicto han tenido un coste devastador en el sistema educativo, destruyendo y dañando cientos de escuelas y obligando a 700.000 niños a aprender en entornos frágiles, en medio de combates volátiles y los peligros que representan las armas de guerra sin explotar. La situación es particularmente grave para 400.000 que viven a menos de 20 kilómetros de la ‘línea de contacto’, que divide el gobierno y las áreas no controladas por el estado y donde el bombardeo y los niveles extremos de contaminación de la mina representan una amenaza letal.
