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La humanidad se está preparando para un encuentro extraterrestre cercano

¿Hay alguien allí? El interrogante sobre si hay vida extraterrestre e incluso inteligencia alienígena, podría responderse muy pronto, según aventuran los expertos. Los científicos han diseñado protocolos de acción y llaman a prepararse.

La humanidad se está preparando para un encuentro extraterrestre cercano

¿Qué tienen en común la diva de la música Sarah Brightman, el campeón mundial de ajedrez Magnus Carlsen, el guionista hollywoodense Seth MacFarlane, el multimillonario ruso Yuri Milner y el famoso físico teórico Stephen Hawking? Todos ellos figuran como firmantes de la carta abierta con la que se presentó Breakthrough Listen, el más ambicioso proyecto de búsqueda de vida extraterrestre que se conozca hasta ahora y que espera responder a la brevedad una de las grandes preguntas de la ciencia y de la humanidad.

La iniciativa de sondear el universo tras la pista de otras civilizaciones fue lanzada el pasado 20 de julio con el respaldo de 100 millones de dólares donados por Milner, a quien la revista Forbes considera una de las 20 personas más poderosas del mundo.

En principio, se trata de un proyecto a 10 años que incluye un censo del millón de estrellas más cercanas a la Tierra y de las 100 galaxias más cercanas a la Vía Láctea.

«Es tiempo de comprometerse a hallar la respuesta a si hay vida más allá de nuestro planeta», señaló Hawking durante la rueda de prensa del lanzamiento del proyecto, que tuvo lugar en la sede de la Royal Society de Londres. «Estamos vivos, somos inteligentes, debemos saber».

Lo cierto es que nunca antes la humanidad había contado con un arsenal tecnológico que le permitiera darse el lujo de anunciar que explorará con detalle sus vecindades espaciales. Para el proyecto Breakthrough Listen se utilizarán el radiotelescopio Robert C. Byrd de Green Bank, West Virginia, Estados Unidos, considerado el mayor de su tipo en el mundo; el telescopio Parkes, de Australia, que puede auscultar 13 lugares del espacio simultáneamente, y el Observatorio Lick, situado en California, equipado con un buscador automatizado de planetas con instrumentos capaces de detectar señales de láser a distancias interestelares.

A esto hay que sumar el apoyo de más de 9 millones de computadoras conectadas a Internet, pertenecientes a voluntarios que han decidido instalar un software desarrollado por la iniciativa SETI, siglas en inglés del programa Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre, para sumarse al análisis masivo de los datos obtenidos por los radiotelescopios en busca de alguna señal de que la humanidad no está sola en el universo.

Para muchos científicos no es una extravagancia pensar que es inminente la confirmación de la existencia de vida, incluso de vida inteligente, más allá de los confines terrestres. Sin embargo, hasta ahora nada parece ni siquiera acercarse a responder la mil veces citada paradoja de Enrico Fermi, que se resume en una sencilla pregunta: «¿Dónde están todos?». En otras palabras, si hubiera otras civilizaciones en el universo, debería haber signos detectables de su presencia.

Otra de las referencias clásicas sobre el tema es la ecuación de Drake, una herramienta que resume los factores que debería examinar la comunidad científica a la hora de estimar la probabilidad de vida fuera de la Tierra. Concebida por el radioastrónomo Frank Drake en 1961, se sigue utilizando como guía para saber cuán cerca está la humanidad de encontrar extraterrestres. Entre otras cosas, toma en cuenta la tasa de formación de estrellas adecuadas para el desarrollo de vida inteligente, la fracción de éstas que cuentan con sistemas planetarios y el número de planetas por sistema solar que cuentan con un medio ambiente adecuado para la vida.

De hecho, una de las razones que parece haber impulsado la renovada fe en el hallazgo de evidencia de actividad alienígena descansa en las noticias sobre el descubrimiento de planetas similares a la Tierra, que se han hecho en las últimas dos décadas. Poco después de la rueda de prensa ofrecida por Hawking y Milner, la NASA anunció la detección, en la constelación Cygnus, de Kepler-452b, calificado por la propia agencia como un «primo cercano», debido a su tamaño -60% más grande que el globo terráqueo- y a que orbita en una zona del espacio que se considera habitable.

La humanidad, sin embargo, no se ha limitado a echar un vistazo en busca de evidencia de otras inteligencias, sino que ya ha tocado la puerta. En 1974 envió un mensaje a una hipotética civilización extraterrestre, utilizando como apoyo la antena de 305 metros del radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, dirigido al cúmulo M13 en la constelación de Hércules. El mensaje, que se emitió durante tres minutos, fue concebido, entre otros, por el famoso astrónomo Carl Sagan y transcrito en un código binario. Contenía información sobre el sistema solar, el ADN, la figura de un ser humano y los elementos bioquímicos que hacen posible la vida en la Tierra. Las misiones Pioneer 10 y Voyager 1 y 2, lanzadas en la década de los setenta, también contenían mensajes grabados en discos, remitidos a un posible y desconocido receptor.

En 1977, el astrónomo Jerry R. Ehman, voluntario del proyecto SETI, advirtió una anomalía registrada por la computadora del radiotelescopio Big Ear de la Universidad de Ohio. El fenómeno tuvo una duración de 72 segundos y su intensidad era treinta veces más potente que el ruido de fondo. Se interpretó entonces como una señal que podía atribuirse a una inteligencia distinta a la terrestre, y se conoce como Wow!, porque eso fue lo que escribió Ehman en el papel donde la descubrió.  

Nunca hubo una explicación satisfactoria sobre lo ocurrido y hasta ahora ha quedado como un misterio que ha alimentado innumerables especulaciones. La transmisión enviada desde Arecibo dio lugar a otros episodios que han pretendido dar cuenta de posibles contactos extraterrestres y que han sido calificados sencillamente como fraudes, como el mensaje de Chilbolton, un gigantesco trazado que apareció en 2001 en los campos de trigo de una zona rural inglesa cercana a un radiotelescopio, y que el propio Drake calificó como «alguna clase de broma».

En todo caso, la convicción acerca de la probabilidad de tener un contacto extraterrestre hizo que la Academia Internacional de Astronáutica y la Unión Internacional Astronómica coordinaran a científicos de todo el mundo para redactar un protocolo de actuación en caso de que ocurriera, que fue aprobado en 1989. Entre otras cosas, ese documento llama a evitar cualquier anuncio público sobre un evento como ese hasta que no haya sido verificado por redes científicas y a no responder ningún mensaje interestelar «hasta que no se haya hecho una apropiada consulta internacional».

La preocupación por las consecuencias de la evidencia de vida alienígena también hizo que durante el 1º Congreso Internacional de Astronáutica, realizado en Brasil en el año 2000, se presentara lo que se conoce como Escala de Río, un método numérico que permite estimar el impacto que tendría para la vida humana un anuncio de este tipo. Los grados van desde extraordinario hasta insignificante, dependiendo de si se trata de una aproximación física o un objeto palpable dentro del sistema solar a si es un dato falso o imposible de verificar.

Once años después se propuso la Escala de Londres en la Royal Society, que también clasifica los riesgos del contacto extraterrestre, aunque condiciona la evaluación al tipo de vida que se afronta -por ejemplo, si se trata de seres similares a lo ya conocido o de algo totalmente inesperado- y por tanto las consecuencias que supondría, por ejemplo, una contaminación biológica. El nuevo instrumento toma en cuenta escenarios diferentes al hallazgo de inteligencia, con lo que anticipa lo ya predicho por la astrobiología, la disciplina científica que explora la posible expresión de la vida en el espacio.

Para muchos, más que para encontrar señales de inteligencia intergaláctica, la humanidad debe prepararse para toparse con microorganismos de otros mundos. Esto podría ocurrir muy pronto, en el transcurso de los próximos veinte años, de acuerdo con lo que ya han afirmado expertos como Ellen Stofan, jefa científica de la NASA.  «Sabemos dónde buscar y tenemos cómo hacerlo. Estamos definitivamente en el camino», señaló en un encuentro público en abril.

El optimismo de Stofan radica en la capacidad técnica que hay para la exploración de varios vecinos de la Tierra donde se han detectado océanos y, por lo tanto, en los que potencialmente puede haber vida. Entre los más prometedores están Europa, una de las lunas de Júpiter, y Encélado, uno de los satélites de Saturno.

Por más que se anuncie como inminente y próxima, y a despecho de lo que sueñan muchos aficionados a la ufología, lo cierto es que hasta ahora no hay ninguna evidencia de vida extraterrestre, lo que no impide que debamos, efectivamente, alistarnos para hallarla, como recuerdan los científicos Martin Dominik y Jonh C. Zarnecki: «Por primera vez en la historia, las generaciones actuales tienen una oportunidad real para saber si estamos solos en el Universo. En caso de que encontremos una respuesta, todavía habrá otras preguntas que deben ser contestadas: ¿de dónde venimos, por qué estamos aquí y hacia dónde vamos?».

Por: Marielba Núñez

 

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