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¿Hacia una Irlanda unida?

La histórica victoria del Sinn Féin abre la puerta a una futura reunificación de la isla

¿Hacia una Irlanda unida?

Michelle O'Neill. | Reuters

La  histórica victoria electoral del Sinn Féin acaba con la hegemonía unionista desde la constitución de Irlanda del Norte hace un siglo y tendrá consecuencias para la provincia, la República de Irlanda y la relación del Reino Unido con la Unión Europea. El antiguo brazo político del IRA es ahora el partido más votado a ambos lados de la frontera y  aunque la unión de la isla no figurara en su agenda de campaña, el resultado abre la puerta a esa posibilidad, que podría hacerse  realidad a medio plazo si gana también las elecciones en el Sur previstas para 2025.

El éxito del Sinn Féin, que ha obtenido 27 escaños de los 90 que conforman la asamblea autónoma de Stormont, se explica por la renovación de su liderazgo, poniendo distancia con décadas de violencia  terrorista que causaron más de 3.500 muertos; haber centrado su campaña en combatir el coste de la vida y mejorar el acceso a la vivienda y la sanidad pública; a un cambio demográfico que favorece a los católicos –en el censo de hace 10 años éstos representaban ya el 45% frente al 48% de protestantes- y, sobre todo, a la fragmentación del voto unionista provocada por el Brexit.

El Partido Democrático Unionista (DUP), que ha dominado en los últimos 20 años la política norirlandesa, basó su campaña en su rechazo a un Brexit que deja a Irlanda del Norte dentro del mercado interior europeo y por tanto, según ellos, debilita su identidad británica. Su intransigencia le ha hecho perder tres diputados al pasar de 28 a 25  y dividir el voto protestante. El gran favorecido ha sido el nuevo Partido de la Alianza, no confesional y no adscrito a ninguna comunidad, que ha sumado nueve escaños hasta alcanzar los 17 a expensas del DUP y del Partido Socialdemócrata y Laborista (católico), de John Hume, artífice, junto con el reverendo Ian Paisley, de los acuerdos de paz, que ha perdido cuatro diputados quedándose en tan sólo ocho.

La nueva líder del Sinn Féin, Michelle O’Neill, se convertirá en la próxima primera ministra por ser su partido más el más votado, pero no será un camino de rosas. El Acuerdo de Paz de Viernes Santo de 1998  impone un Gobierno compartido en Irlanda del Norte de forma que el puesto de viceprimer ministro debe ser ocupado por el que queda segundo. Aunque ambos tienen el mismo poder, la fórmula ya ha causado en años recientes diversas fases de parálisis política, y esta vez se presenta aún más difícil. Además de la carga simbólica de que por primera vez una republicana católica sustituya a un unionista, el líder del DUP, Jeffrey Donaldson, ya ha amenazado con no incorporarse al futuro Ejecutivo por su frontal oposición al llamado Protocolo de Irlanda, los acuerdos comerciales firmados por Londres y Bruselas. Tras la constitución de la asamblea en los próximos días, los partidos tienen hasta seis meses para formar gobierno y en caso de que fracasen se convocarían nuevas elecciones a comienzos del próximo invierno. Por tanto, un desafío para el primer ministro británico Boris Johnson y una fuente de inestabilidad para la provincia, en la que nunca se puede descartar la reaparición de la violencia.

Otro reto no menor en el horizonte será la reunificación de la isla vía referéndum, el llamado border poll, objetivo histórico del Sinn Féin. Desde el fin de la violencia el partido ha ido jubilando políticamente a sus figuras más identificadas con el terrorismo del IRA y se ha reinventado moderando su discurso nacionalista y ofreciendo una cara más amable y más social. Así, si en el Norte se presenta como el partido del cambio –pese a compartir las tareas de gobierno desde hace 15 años-, en el Sur lo hace como el partido de la protesta, prometiendo ayudas a los jóvenes y más impuestos a los ricos. La fórmula le ha reportado un crecimiento electoral espectacular en el Sur, donde, según los sondeos, supera ampliamente a sus partidos rivales como el Fianna Fail y el Fine Gael.

Un partido con varias caras

Pero la elasticidad de los principios del Sinn Féin no convence a todos. Muchos, sobre todo los que por edad vivieron y sufrieron los troubles, como se conoce a los años de sangre y plomo, ni olvidan ni perdonan ni se fían de que las viejas figuras del IRA no sigan moviendo en la sombra los hilos de la organización. El propio partido da motivos para ello porque al tiempo que tiende al centro en el Norte, donde no puede crecer más en la comunidad nacionalista, y a la izquierda en el Sur, no deja de mostrar públicamente su lealtad a la memoria del IRA para no perder sus feudos históricos. El cambio de imagen también le ha llevado a abandonar su rechazo a la Unión Europea, abrazar ahora el Protocolo de Irlanda y a dar un giro de 180 grados en su posición hacia Rusia tras la invasión de Ucrania.

La unidad de Irlanda, que tras la victoria del Sinn Féin estará previsiblemente muy presente en la agenda política de la isla en los próximos años, plantea una gran complejidad. La República de Irlanda, de apenas cinco millones de habitantes, tendría que integrar a los 1,9 millones de norirlandeses, de los cuales al menos la mitad se identifican como unionistas. Asimismo, una economía dinámica y liberalizada como la del Sur tendría que absorber una economía subvencionada por Londres, con un sector privado subdesarrollado y un grave problema de desempleo juvenil como la del Norte. Además, habría que reimaginar los símbolos –himno, bandera, etcétera- y crear un nuevo concepto de la identidad nacional irlandesa, que incluyera a partir de entonces a la minoría británica. 

El Acuerdo de Viernes Santo establece que el border poll debe ser convocado por el secretario de Estado británico para Irlanda del Norte «si en algún momento le parece probable que la mayoría de los votantes expresarían un deseo de que Irlanda del Norte deje de ser parte del Reino Unido y formar parte de una Irlanda unida». Este fraseo deliberadamente vago para que fuese aceptado por todas las partes firmantes significa en realidad que la celebración de un referéndum será decidida por Londres de acuerdo con Dublín y que la consulta se llevaría a cabo tanto en el Norte como en el Sur. Las encuestas realizadas sobre el tema también dan resultados ambiguos, si bien son más favorables a la unión los jóvenes que los mayores. Un sondeo citado por el Financial Times señala que seis de cada 10 irlandeses del sur están a favor siempre que no implique pagar más impuestos, mientras que sólo al 17% de los votantes del Norte les preocupa el asunto. En otra encuesta reciente, publicada por The Irish Times, la mayoría está a favor de la unión a largo plazo pero se oponen a algunas medidas para facilitarlo como la creación de nuevos símbolos nacionales o un incremento del gasto público. 

La unidad de Irlanda no tendrá lugar pronto, pero sí está más cerca. El cambio demográfico, el Brexit y la victoria del Sinn Féin han alterado radicalmente la identidad de Irlanda del Norte. Es el fin de una época y el momento de imaginar un futuro en el que quepan todos los irlandeses.

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