Hemoglobina baja: estos son sus síntomas y sus riesgos para la salud

Es muy habitual que tener la hemoglobina baja pase desapercibido. Sin embargo, estamos hablando de una proteína fundamental en nuestro cuerpo. Presente en nuestros glóbulos rojos, su tarea es transportar oxígeno por todo el cuerpo. Muy relacionada con la anemia, por poner un ejemplo, su vinculación en términos totales con nuestra salud es absoluta.

El problema es que su déficit puede venir marcado por diversos problemas que no siempre son fáciles de identificar. Puede tratarse de enfermedades, pero también de carencias nutricionales o incluso con malestares puntuales. De hecho, la falta de ciertas vitaminas también puede estar detrás de la hemoglobina baja.

Por este motivo conviene saber quién es y a qué se dedica cuando circular por nuestra sangre. De intenso color rojo, su composición se debe a dos partes. Por un lado, está la proteína —la globina— y un compuesto llamado hemo, que es el que transporta el hierro y las porfirinas, un pigmento rojo que es el que tiñe nuestra sangre.

Además, la hemoglobina no solo es la transportista de oxígeno por nuestro cuerpo, fundamental para que los tejidos estén oxigenados y puedan funcionar. También, dicho mal y pronto, es el portero de discoteca que se encarga de expulsar al dióxido de carbono de nuestro organismo. De esta manera, su trabajo consiste en mantener el cuerpo bien oxigenado, algo que cambiará en función de la hemoglobina que tengamos.

Aunque sus niveles bajos son fáciles de detectar en un análisis de sangre, lo realmente complicado es analizar las causas de esta carencia. Hemos citado esa anemia, pero también hay patologías que se vinculan directamente con su merma. Un mismo hecho que tiene una sintomatología que nos puede orientar, pero que necesita la colaboración médica.

Cuáles son los síntomas de la hemoglobina baja

Como en tantas otras patologías, el problema de tener ratios bajas de hemoglobina también implica que quizá no experimentemos síntomas demasiado evidentes. No obstante, sí hay ciertas señales que no deben pasar desapercibidas. De nuevo, como iniciamos, la complicación está en no confundir esta señales.

Entre estas pruebas encontramos viejos conocidos. Mareos y desmayos, cansancio extremo, palidez, cefalalgias y dolores de cabeza, debilidad muscular… Nos suenan: son elementos que también están presentes a menudo en la anemia, pero también en momentos puntuales como la menstruación. De hecho, no menos notables son estos episodios cuando, por ejemplo, tenemos enfermedades hepáticas o nefrológicas.

En circunstancias extremas, determinados tipos de cáncer también se vinculan a una hemoglobina baja. Es el caso de aquellos que afectan a la medula espinal, pues es aquí donde la hemoglobina se produce. Razón que hace que la leucemia, los mielomas o los linfomas vengan asociados a esta carencia de forma muy directa y sus asociaciones con la mortalidad.

Por todas estas causas siempre es conveniente que se descarte cualquier patología que pueda estar detrás de este déficit. No en vano, hasta elementos tan aparentemente triviales como una mala alimentación podrían ir asociado a este déficit tan vinculado a la anemia. De hecho sucede tanto con la anemia ferropénica, especialmente cruenta durante episodios de dismenorrea, o la anemia perniciosa, que sucede por un déficit de vitamina B12, como ya te explicamos en THE OBJECTIVE.

Cómo aumentar sus niveles

Siempre desde la insistencia de que lo principal es someterse al veredicto médico, la realidad es que luego hay momentos en los que la hemoglobina está particularmente baja por causas triviales. Una vez que se descarte patologías más severas y se compruebe que la hemoglobina está bajo mínimos por cuestiones como la dieta, conviene ver qué podemos hacer.

Los tratamientos habituales incluyen transfusiones de sangre, tratamientos con hierro, suplementaciones vitamínicas y, en casos de cáncer, transplantes de médula espinal. Más terrenal, asumiendo que esta hemoglobina baja no se debe a estas causas, es la forma de mejorar sus guarismos a través de la dieta.

Por este motivo, consumir alimentos ricos en hierro, pero también en ácido fólico y vitaminas como la B12 o la C nos vendrán de maravilla. En el caso de los primeros debemos primar aquellos que tienen hierro hemo, es decir, alimentos de origen animal, pues su hierro es mucho más fácil de asimilar que el hierro que está presente en los vegetales.

Carne roja, mariscos como los mejillones, pescados azules, pavo y pollo formarían parte de estos invitados de excepción. En cuanto a lo vegetal, tofu, legumbres o verduras de hoja verde también contribuirán, tanto por su hierro como por sus folatos y aportes vitamínicos. No obstante, necesitamos también el concurso de la vitamina C.

Una de sus funciones es la de permitir una mejor asimilación y absorción del hierro que ingiramos —sea del tipo que sea—. Por este motivo, los pimientos rojos, los tomates, las frutas del bosque y los cítricos serán candidatos ideales para redondear una dieta que se enfrente a la hemoglobina baja.