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Alcohol en verano: los riesgos para la salud de beber en las vacaciones

No nutre, no hidrata y, sobre todo, nos da una sensación de control que, en verano, puede ser más peligrosa

Alcohol en verano: los riesgos para la salud de beber en las vacaciones

Un par de amigos beben en la playa | ©Freepik.

Beber alcohol nunca le sienta bien a nuestro cuerpo. Sin embargo, durante las vacaciones se acrecientan ciertos riesgos que conviene saber antes de tomar esa copa. Ya no sólo por el hecho de tomar una copa de más, sino por el simple hecho de acabar bebiendo.

Especialmente, cuando ese carácter lúdico del alcohol sale a flote y cometemos el error de infravalorar su afectación. De sobra es sabido que no existe consumo seguro de alcohol y que su ingesta tiene problemas físicos y psicológicos. Por desgracia, pensar que podemos trivializar con su consumo a lo largo del verano.

Una cervecita, un par de cócteles por la noche, compartir una botella de vino para comer o dejarse caer en el aperitivo con uno o dos vermús pueden pasarnos más factura de lo que pensamos. Sobre todo, por pensar que por hacer un consumo puntual de estos productos durante una semana o diez días hará que sea inocuo.

Como es evidente, cualquier consumo de alcohol es pernicioso, aunque sólo tomemos una o dos cervezas e, incluso, puede ser más nocivo cuando restamos relevancia a los alcoholes considerados blandos. Por este motivo, conviene saber que hay ciertas complicaciones del consumo del alcohol en verano que, quizá, no se presten tanto a aparecer en otras estaciones del año.

Los riesgos del alcohol en verano

Un hombre toma un cóctel con alcohol en una piscina
Además de no nutrir, el alcohol deshidrata y genera una falsa sensación de hidratación. ©Freepik.

Es muy posible que durante nuestro día a día en el resto del año no consumamos nada de alcohol. Algo que, en verano, bien por socializar o bien por carecer de obligaciones, es posible que hagamos. Que no bebamos alcohol durante el resto del año no quiere decir que abramos la veda a que consumamos alcohol en verano.

También por la necesidad de ser consciente de los riesgos del alcohol para nuestra salud en general. Más aún cuando tenemos en cuenta que en verano podemos aumentar ciertas conductas de riesgo. Por poner ejemplos muy básicos, pensemos en las distancias que vamos a recorrer en coche durante las vacaciones.

O, en otros casos, la realización de ciertas actividades donde deberíamos estar plenamente sobrios. Una jornada de playa o piscina, una ruta senderista, coger la bici… Determinados hábitos más o menos veraniegos que, por contra, no se deben hacer después de haber bebido.

El alcohol deshidrata

Abrir la veda de ese mito de la cervecita para refrescarnos o para recuperar hidratación es un error de bulto. Más que nada porque la realidad indica que cualquier consumo de alcohol inhibe la producción de la hormona antidiurética. Veréis que también se llama argipresina o arginina vasopresina y que, tras secretarse por el hipotálamo, genera esa ‘orden’ para equilibrar el balance de líquidos de nuestro cuerpo y, además, conservar las sales minerales.

Cuando el alcohol entra en acción, se reduce esa secreción, aumentando las ganas de ir al baño. Junto a ello, el hecho evidente de que ingerimos un líquido. Por eso, el alcohol deshidrata por partida doble, independientemente del tipo de alcohol que se está consumiendo.

El problema es que además se genera una situación de falsa sensación de hidratación. El hecho de ingerir un fluido que podría también ser refrescante no significa que vaya a estar hidratándonos. Más aún cuando, por ejemplo, se consumen destilados y espirituosos junto a bebidas carbonatadas, convirtiéndose en enemigos por duplicado.

Puede generar un golpe de calor

El golpe de calor es uno de los grandes temores que nos acechan en verano y, en resumidas cuentas, no es otra cosa que la incapacidad del cuerpo para regular su propia temperatura. Nuestro cuerpo se enfría gracias a la transpiración. Sin embargo, cuando el cuerpo ha expulsado demasiados líquidos —debido a esa ingesta de alcohol— no tiene capacidad para refrigerarse por sí mismo.

Dee esta manera, las posibilidades del golpe de calor aumentan, cuya sintomatología no deja lugar a dudas. Dolor de cabeza, confusión, pérdida de consciencia, mareos o desorientación son lugares comunes en esa situación con la que el alcohol genera malas pasadas.

El alcohol no nutre

Un hombre bebe una cerveza con alcohol en una discoteca
El alcohol sólo contiene calorías vacías. ©Freepik.

Hemos contado varias veces en THE OBJECTIVE de qué hablamos cuando nos referimos a calorías vacías. En este caso, el alcohol es un claro ejemplo de calorías vacías. De manera muy resumida, hacemos alusión a productos que suponen ingerir hidratos de carbono simples o productos muy calóricos que, sin embargo, no están aportando otros nutrientes. Sobre todo, si lo comparamos con lo que son los alimentos de alta densidad nutricional.

El problema es que podrían ser bebidas con un alto contenido en azúcar y en calorías que, temporalmente, nos estén generando esa sensación de saciedad. Al producirse ese efecto saciante, lo que generamos también es que no tengamos ganas de comer, dejando de lado lo que realmente sería alimentarse.

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