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¿Merece la pena comprarse un coche eléctrico en 2023?

Si se asumen sus limitaciones, resultan cada vez más interesantes como opción

¿Merece la pena comprarse un coche eléctrico en 2023?

Un Tesla Model S. | Tesla

Los electroextremistas tienen una respuesta al titular de este artículo, y es que el coche eléctrico es la solución a todos los males de la humanidad. Para los amigos de los hidrocarburos, son trastos inútiles, caros y sin alma, que serán arrasados tecnológicamente en unos años. Por norma general, la respuesta suele estar en una zona intermedia. 

Ante la pregunta inicial, que si merece la pena, la clave la ofreció hace años Pau Donés, el vocalista del grupo Jarabe de Palo: depende. La tonada del desaparecido cantante es una oda contra las verdades absolutas e incontestables, una respuesta a aquellos que niegan la existencia de ideas distintas a las propias. El coche eléctrico no es ni mejor ni peor que los ya conocidos, sino diferente, y como todo, con sus pegas y ventajas. 

Cambio de paradigma

El mundo se encarrila sin duda alguna hacia una bajada en el uso y disfrute de los derivados del petróleo. Aproximadamente el 80% de la energía que mueve al planeta proviene del petróleo, pero es una energía que tiene muchas pegas. Contamina, sus fuentes empiezan a dar señales de escasez, y se encuentran en países alejados, a veces conflictivos, y con ello, sin mucho control de precios y flujo. Para rematar, a estos destinos se remiten ingentes cantidades de un dinero que no vuelve. Es por estas razones por las que se tercian otras soluciones, que están empezando en lo tangible por los coches (y hablamos de eléctricos puros, ni híbridos, ni enchufables con un motor térmico). 

El salto hacia los coches a batería avanza a ritmo constante en una tendencia que se está acelerando de forma visible. En poco más de una década hemos pasado de lo anecdótico a cerca del 6-7% de los coches vendidos, que es la previsión de la industria para este 2023 (3,9% en 2022). Desde que llegaron los primeros han pasado muchas cosas, y un buen ejemplo es el Nissan Leaf. El compacto japonés se empezó vendiendo en 2011 con una muy escasa autonomía homologada de 117 kilómetros. Sus últimas versiones, a un precio equiparable al del primer modelo, podría alcanzar los 385, e incluso irse por encima de los 500 en un uso urbano, según afirma la marca. Salta a la vista que esto ha cambiado. 

El pionero (o uno de ellos)

Durante un tiempo, el modesto Leaf estuvo casi solo ante el peligro, y hoy hasta Ferrari está preparado su coche a baterías. Ya sea por moda, necesidad, o porque las opciones han crecido de manera exponencial, se empiezan a colmar las necesidades de cada vez más usuarios. Los eléctricos se están abaratando, su autonomía creciendo y la industria, de acuerdo con la legislación, está llevando a escobazos a los conductores a este terreno. Pero, ¿merece la pena dar el salto a un eléctrico y olvidarse de los coches de combustión? Hay varias claves y la primera de todas es el precio. 

Durante mucho tiempo poseer un eléctrico ha sido cosa de gente muy pudiente. Los buenos, que los había, eran carísimos, y los baratos… pues eran muy mejorables. Hoy te puedes ir a casa en un eléctrico bastante correcto por cifras razonables, aunque todavía no del todo baratas. Por otro lado, la electrificación empieza a llegar a los modelos de acceso, con cada vez más vehículos pequeños, asequibles, y con un rango de autonomía utilizable. 

Una comparativa muy simple

No se trata de echar a pelear a coches similares, sino el mismo vehículo, el mismo modelo de coche, con dos motorizaciones distintas. Hay muchas marcas que ofrecen esta combinación y hay ejemplos en Fiat, Hyundai, BMW o varias marcas chinas. Un ejemplo puede ser el excelente Jeep Avenger, coche del año 2023, cuyo modelo básico de gasolina cuesta 23.300 euros. Su hermano a batería sale por 37.500, una cifra que se acerca peligrosamente al doble. (Hablamos siempre de versiones de acceso. Si empezamos a poner extras, la factura puede dispararse unos cuantos miles de euros por encima). 

Al precio final del eléctrico, y gracias al Plan Moves III, se rebaja hasta los 31.500 euros si se le aplican las ayudas del Gobierno. Las cuantías son de 7.000 euros si llegas al concesionario subido a un coche que entregas y se retira de la circulación —achatarramiento—, o 4.500 si entras por la puerta caminando sin la aportación de vehículo alguno. 

Precio distinto, mismo coche

Los eléctricos que comparten plataforma con sus hermanos de combustión no son exactamente iguales en capacidades, prestaciones y peso. Los eléctricos son más pesados, suelen tener algo menos de capacidad en el maletero debido a las baterías, y es habitual que tengan más potencia y aceleración, que queda neutralizada con el superior tonelaje. Dejémoslo en que iguales no son, pero sí son equiparables; hay diferencias, pero en el uso diario, son pocas a la hora de la verdad. 

En principio, el Avenger eléctrico, puesto en la calle y con ayudas, cuesta 8.200 euros más, pero alimentar su batería con muchos watios es bastante más barato que llenar un depósito de gasolina. El conductor medio español hace unos 15.000 kms al año, así que partamos de esa premisa. El Avenger de gasolina declara un consumo de 5,5 litros a los cien, según ciclo WLTP, lo que suponen unos 825 litros al año. A 1,7 euros, se nos va a 1.402 euros de combustible por calendario. 

Si hacemos una cuenta similar con un eléctrico, a razón de un consumo promedio de unos 16 kWh a los 100 kms (menos consumo en ciudad, más en carretera) y a unos 20 céntimos el kW en una tarifa doméstica normal, el equivalente a ese depósito de gasolina con el que cubrir una distancia de 700 kms saldría por unos 16 euros aproximadamente. Multiplicado por los mismos 15.000 kilómetros nos conducen a un gasto anual en energía que rondaría los 350 euros, alrededor de una cuarta parte. 

Si el usuario se acogiese a tarifas nocturnas, más bajas, o con descuentos, el precio se iría aún más abajo. Si, por el contrario, se carga en carretera, el precio del kWh cargado se va de forma habitual a entre 35 y 50 céntimos, y en ocasiones a hasta a 70, aunque son las menos de las veces. Con una media de 45 céntimos por kWh, con un consumo de esos 17 cada cien kms, si paramos a cargar la energía necesaria para recorrer 300 kilómetros, la factura se va a 22,95 euros, y el equivalente energético a los 700 kilómetros costaría unos 55 euros. 

De haber echado gasolina, se tendrán que abonar unos 90 euros para recorrer esos siete cientos de kilómetros. Lo que muchos usuarios de lo eléctrico suelen hacer es no cargar su batería hasta arriba, sino lo suficiente como para llegar a casa, o un cargador gratuito como los que hay en hoteles o centros comerciales. El «llenado» para andar unos doscientos kilómetros, en un cargador rápido, puede llevarles entre 15 y 30 minutos, y dependerá mucho de las capacidades de su batería, y el servicio disponible. Es bastante variable, pero no lleva horas. 

La conclusión en este aspecto es sencilla: un eléctrico amortizará antes su sobreprecio cuanto más uso se le dé. Con las cifras expuestas, si solo se cargase en casa, un Avenger a batería se encontraría con su hermano de gasolina —con un sobreprecio de 1.052 euros/año—, más o menos entre el séptimo y octavo año de uso. A partir de ahí empezaría el verdadero ahorro. 

Fabricación de un coche eléctrico. | Europa Press

Es un cálculo muy pedestre, con variables como el precio de la gasolina, la electricidad, las cargas en viaje, pero es válido como referencia. Si alguien se monta en su casa unas placas solares, la carga le costaría cero, pero tendría que soportar el coste de la instalación, que son unos pocos de miles. La casuística es diversa, que al igual que la autonomía, conduce a otro elemento de juicio: la usabilidad. 

El día a día del coche eléctrico

El 79,4% de los cerca de 30 millones de coches que ruedan por España duermen en la calle, esto es, no tienen una plaza de garaje. Sin ella, costear una instalación de carga es bastante absurdo, porque hay que ponerla en algún sitio. Los alrededor de 16.000 cargadores públicos existentes parecen muchos, pero en realidad son insuficientes para una demanda seria. En muchas ocasiones, los que hay por calles y carreteras, están averiados, fuera de servicio, o cargan muy lento. Es una asignatura que se tiene que avanzar mucho.

También hay listos que no tienen plaza de garaje y cargan su coche en un supermercado cercano, gratis, pero la pillería está llamada a no durar mucho. Si no tienes un sitio con ciertas garantías de disponibilidad, como un cargador propio, uno colectivo con fácil acceso, o uno público cercano, es jugar en grave desventaja. Y solo nos queda una asignatura, la más importante de todas ellas según el público…

La autonomía

Este es el principal escollo que muchos encuentran, pero poco a poco las dudas se están empezando a disipar. Es cierto, los coches de combustión llegan más o mucho más lejos que los de batería de un tirón. Los primeros sobrepasan con facilidad los 600 kms con un depósito lleno, y un buen turbodiesel puede irse sin dificultad a los 800 o 900, si no más. Los eléctricos han mejorado una barbaridad en los últimos años, aunque no están ahí. De hecho, son raros los que alcanzan los 500 kilómetros, y en condiciones favorables; lo habitual, dependiendo del modelo y versión, es que ronden los 300-350 de forma promedia. Como vaya muy cargado, con aire acondicionado puesto y haya mucha cuesta arriba sin que la haya hacia abajo para recuperar energía, puede ser incluso menos. Por otro lado, los sistemas de medición WLTP suelen resultar engañosos. De manera habitual, los eléctricos homologan unas distancias que acaban siendo entre el 15 y el 20 % menos en la vida real, en especial cuando se hace recorridos fuera de un casco urbano. 

Con la frase anterior llega el momento de poner sobre la mesa un elemento de juicio fundamental: cuantas veces se hace carretera al año, y la verdad es que el ciudadano medio hace muy poca autovía. El uso acostumbrado de un coche familiar es en desplazamientos cortos, generalmente urbanos, y en eso el eléctrico es imbatible si se dan las circunstancias adecuadas. Menor desgaste de elementos mecánicos, revisiones más distanciadas, o silencio de rodadura suelen acompañar a lo eléctrico, mientras que lo térmico acarrea otro tipo de desventajas a las que nos hemos acostumbrado, pero que están ahí. En un empleo diario, normal, y típico, un eléctrico moderno realiza su función igual o incluso a veces hasta mejor que un térmico, esta es la realidad.

La última oportunidad del coche eléctrico
Coches eléctricos en carga. | Europa Press

Conclusiones

El coche eléctrico, ya sea por batería química, las prometidas de estado sólido, o por generación en marcha a base de hidrógeno, acabarán desplazando por completo a los de combustión. Estos tardarán dos o tres décadas en desaparecer, o al menos quedar arrinconados hasta cifras residuales. Lo eléctrico está lejos de ser perfecto, pero cada día es mejor, y empieza a haber opciones interesantes. Para los próximos dos hay anunciados una catarata de opciones de todas las marcas existentes. 

Si viajas poco, haces mucho kilometraje urbano, tienes dónde cargarlo y te lo puedes permitir, un eléctrico puede ser una buena opción. Añade que con ellos tienes libre acceso al centro de las ciudades y los de combustión empiezan a estar demonizados, limitados y esto, sospechamos, irá a más. 

Si viajas mucho, —eres representante de empresas, por ejemplo—, haces largos viajes con frecuencia, tu economía es más limitada, en la financiera no te dan todo lo que cuesta un eléctrico, o las opciones del mercado a batería no colman tus necesidades, un híbrido puede ser una muy buena opción. Los coches a gasoil o gasolina siguen siendo perfectamente válidos, pero has de tener en cuenta que dentro de unos años no tendrán la aceptación que tienen hoy y su precio de reventa bajará. Si a esto añades lo de las Zonas de Bajas Emisiones y vives en una gran ciudad, será una pega; si vives en el campo o poblaciones de menos de 50.000 habitantes, te dará igual en este sentido a nivel práctico. 

Epílogo

Los eléctricos cada vez son más accesibles, su autonomía crece y si se asumen sus limitaciones —que cada día son menos—, resultan cada vez más interesantes como opción. Quien diga que son malos se equivoca de medio a medio; albergan las últimas tecnologías de sus fabricantes, así que no pueden ser mucho peores que sus precedentes térmicos; otra cosa es que no te gusten, que es distinto. De lo que no hay duda es que son más caros, aunque cada vez lo son menos. 

Pau Donés legó a su hija la propiedad intelectual de todas sus canciones. Entre ellas estaban «Perro apaleao», que es como se sienten muchos conductores al ver cómo se les disparan los gastos a la hora de empuñar su volante. También dejó para la posteridad «Me gusta como eres», que es aplicable a todos los vehículos del mercado, y cada cual se lo cantará al modelo y opción técnica que más le agrade y encaje con sus necesidades. Térmico o eléctrico son opciones válidas, y mientras unos empiezan a perder atractivo, los otros van acumulando clientes, por lo general, satisfechos. El coche eléctrico no es ni bueno, ni malo, sino adecuado y asumible o no. En el tipo de uso y el bolsillo de cada cual está la respuesta.

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