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Opinión

El daltonismo romántico de Tamara Falcó

«No hay nada que pueda matar el interés del pueblo por la boda y menos la satisfacción de poder decir ‘te lo dije Tammy’»

El daltonismo romántico de Tamara Falcó

Iñigo Onieva y Tamara Falcó. | Manuel Pinilla Cruces (Europa Press)

Lo de Tamara Falcó es un claro caso de daltonismo romántico, la marquesa de Griñón confunde las banderas rojas con las verdes. A menos de una semana del gran día, el destino se está dedicando en cuerpo y alma a frenar la boda del año, no sé muy bien si por salvar a Tammy de un matrimonio infeliz o si intenta asegurarse de que Madrid no se quede sin su soltero de oro.

Lo último ha sido el robo de película de las joyas valoradas en dos millones de euros que tenían que haber acompañado a la hija de Isabel Preysler al altar. El asalto ocurrió en la A-6 por dónde viajaban los dos joyeros vallisoletanos que se encontraron con una banda de atracadores, que haciéndose pasar por guardias civiles armados con armas de fuego y un hacha, consiguieron dejar a Tamara sin joyas. De lo de dejarla sin marido ya se encarga su propio prometido y los últimos rumores de infidelidad. 

El ligoteo de Onieva con una nueva agraciadísima mujer no le ha sorprendido a nadie, ni a Íñigo, que aseguró estar avisado de que este affair saldría a la luz. Eso sí, le molesta que haya sido a pocos días de la boda, me imagino que hubiera sido más conveniente después de haber firmado… pero no ha podido ser. 

La supuesta amante del nuevo fichaje del Gran Café de Gijón ha contado que los encuentros con Íñigo se producían siempre de noche entre discotecas y restaurantes de moda y siempre acompañados de amigos. El empresario le pedía constantemente discreción, hasta que un día decidieron acabar la velada en el baño de Lula, el club nocturno que hace un mes decidió prescindir de los servicios de Íñigo como relaciones públicas. 

Pero no hay nada que pueda pasar en el metaverso o en este universo que aleje a Tamara del altar o de cobrar un millón de euros por la exclusiva. El evento que cuenta ya con más patrocinadores que la Super Bowl sigue en pie y la sensación de estar delante de un paripé, de un show como la copa de un pino, también. Pero a estas alturas, y habiendo metido la cabeza en las entrañas de la vida amorosa de la marquesa, no hay nada que pueda matar el interés del pueblo por la boda y mucho menos la satisfacción de poder decir «te lo dije Tammy» hablándole a una revista cuando llegue el momento. 

«No hay nada que pueda pasar en el metaverso o en este universo que aleje a Tamara del altar»

Y no es por culpar a los británicos por todo lo malo que nos pasa (que podría), pero el daltonismo romántico se toma con té y pastas a las seis de la tarde, no es made in Spain, tiene casi más acento british que del norte de Madrid. El mismísimo príncipe Harry lo padece y el no haber sido diagnosticado a tiempo está a punto de costarle 80 millones de dólares, esa es la estratosférica cifra, que según fuentes cercanas a la pareja, le estaría pidiendo su mujer Meghan Markle a cambio de firmar el divorcio. 

Los duques de Sussex y reyes de Amazon podrían estar al borde la ruptura después de meses de crisis económica. Este sería el motivo por el Meghan le habría hecho una cobra a lo Bisbal-Chenoa pero en versión royal a su marido Harry. Dejó al príncipe con boca de pez delante de los fanáticos de la NBA, cuando la cámara los enfocó buscando el momento cursi del partido. 

El daltonismo romántico existe y si no me cree corre el riesgo de acabar haciendo el ridículo en el Hola o lo que es peor, renunciado a su familia real por cualquier buenorro de Hollywood. Tome sus precauciones. 

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