THE OBJECTIVE
Lo indefendible

Carta a un joven triste 

«La vida no será como piensas y guarda para ti sorpresas que ni tú ni yo somos capaces de calcular»

Carta a un joven triste 

Carta a un joven triste.

Querido joven pesimista. Me llegan noticias de que vives instalado en la tristeza y la desesperación, que crees a los que te dijeron que todo está mal, que el mundo se va a terminar, que el ser humano es malo, que odias a los demás y, sobre todo, que los demás te odian a ti, que vivir es un empeño descabellado. Permíteme que te escriba estas letras para convencerte de lo contrario.

Perteneces a una especie magnífica dotada de virtudes y potencialidades mágicas. El ser humano no es el monstruo que te pintan. Hombres y de mujeres como tú han conseguido un mundo con menos desigualdades, avances científicos que han mitigado la miseria, el dolor y la desesperanza, curar enfermedades que parecían incurables y resolver problemas en sociedades imperfectas, sí, pero en las que las personas se han podido sentir libres, respetadas y en compañía de otros. Hemos llegado hasta ti, que eres el mayor de nuestros triunfos. Y sé que de vez en cuando te entra la ecoansiedad, pero vamos a ver ¿cómo que lo mejor va a ser que el hombre se extinga? Estoy de acuerdo contigo en que hay que cuidar del planeta, pero es que el planeta sin ti no vale una mierda.

No les hagas caso: no somos lobos, ni monstruos, asesinos o explotadores. Puedes ir por el Universo con la cabeza bien alta. Porque me gustaría que supieras que ahí afuera, la gente no te odia por ser mujer, ni por ser hombre, por ser lesbiana, gordo, bajo, calvo incipiente, por tener muchas tetas o bien pocas, por tu afición al manga o a los toros. La gente no te mira mal por ser español, vasco, catalán o de la Real Sociedad. Y si miran, que miren, pero los otros no te odian porque te quede peor el bikini ni porque te sobren diez kilos, porque hayas crecido en un barrio pobre o en uno rico, porque seas camarera, porque vistas de negro, porque tengas la regla o porque no la tengas. Los chicos no te quieren violar, no te quieren dominar, ni creen que seas un animal. A la gente no le parece mal la talla de tu pantalón, ni tu pluma, ni tu manera de bailar. Allá donde vayas encontrarás alguien que te quiera exactamente como eres. En la mirada de los demás siempre habrá más cariño que violencia. Igual te dicen cosas, porque ya sé que hay hijos de puta hay en todas partes pero solo son eso, probabilidad matemática, la sombra de una luz magnífica que la Humanidad. 

«Allá donde vayas encontrarás alguien que te quiera exactamente como eres. En la mirada de los demás siempre habrá más cariño que violencia»

El chaval al que le gustas y que te mira a la salida del colegio, ese que el otro día se te acercó y te invitó a tomar un café no cree que no puedas pagártelo tú, ni pretende anularte, ni proyecta sobre tu persona una estructura de dominio que te hará infeliz. Solo es eso, un pibe que no puede dejar de pensar en ti, un chaval al que le tiemblan las rodillas cuando te ve. Te dice que él pasa de todo, pero te apuesto que, habiendo tanta vida por delante y tantas cosas en contra, estando el precio de la vivienda como está, digo que en el fondo, ese pibe sueña con una casa dentro de unos años, un pisito en el que hay un salón, y en ese salón hay un sofá, y en ese sofá estáis sentados tú y él tratando de elegir el nombre de vuestro primer hijo. ¡O no! La vida que tú desees estará bien y, a base de amor, renuncias, esfuerzo, algunos disgustos que creerás insuperables pero que ya verás que no lo son, a base de todo eso y una tonelada de suerte, encontrarás la manera de que los años se te hagan pocos. Porque ya sabes que hay gente en el mundo que sufre y justamente por ellos tenemos el deber de sobreponernos, de tirar hacia adelante y de sonreír, de ceder a la emoción de los amaneceres y de las noches largas, de sobrecogernos con los versos, las pinturas, la música y toda la batería de trigales verdes, noches estrelladas y madrugadas de cachondeo que se nos pongan delante.

Porque no estamos hechos del miedo que te venden. Somos una cadena de hombres y de mujeres de la que formas parte, pues vienes del amor de tus padres y vas al amor de tus hijos, si es que quieres tenerlos, pues si no quieres, tampoco pasa nada, no vas a defraudar a nadie, ni nadie te va a odiar por ello. Habrá un curro difícil, y un montón de madrugones, un jefe gilipollas, tus padres se pondrán torpes y enfermos, y entonces tendrás que asumir tú el peso de las cosas. La vida no será como piensas y guarda para ti sorpresas que ni tú ni yo somos capaces de calcular. Acaso esto termine dentro de mucho, rodeado de tus nietos y de una familia feliz y con salud, o quizás se acabe dentro de poco en una ambulancia camino de las urgencias de un hospital. Eso lo sabemos ni tú ni yo, pero los dos tenemos el deber de que, en ese momento, podamos decir que ha valido la pena.  

Claro que acojona. ¿Sabes esa sensación tuya de fragilidad, de alegría y de miedo, esa emoción mezcla de optimismo, esa tendencia a ir por ahí canturreando a sabiendas de que la desgracia te borrará del mundo? Nunca te va a abandonar, pero te acostumbrarás a ella: se llama vida. Aprovéchala.

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